{ord'Zenith de Zaril}

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Cuál rugiente bestia se mueve a través de la espesura destruyendo lo que se le atraviesa, el gran ejército marcha como una tempestad que amenaza toda la existencia.

Oponiendose solemne contra el dorado sol del amanecer de Ravennest, los habitantes que desde el inicio del alba labran las sombrias tierras del rey cuervo miran espasmados como se yergue a la distancia envueltos en grandes nubes de polvo con sagrada determinación, estándartes rojos ondeando orgullosos con el blasfemo ojo sangrante de Dios luciendo en sus centros, rebullendose en el estruendo de los Miles de cascos de los caballos que trotan con aplomo, los escudos chocando y lanzas alzadas. Pero lo que más destacaba de entre tal caos ordenado, eran los grandes cañones que como negras torres sobresalían de grandes carretas de guerra, adornadas rojas telas, y doradas cadenas. Al verlos, los histéricos habitantes soltaban lo que tuviesen, los labradores dejaban caer sus azadas y sus canastas haciendo rodar su contenido, murmuraba unos a otros, al parecer había rumores sobre una ofensiva de parte del imperio de Ádamas hacía el sur, pero nadie lo tenía seguro, y con lo rápido que se movían era difícil predecirles, por lo que se quedaba como rumor, uno que frente a ellos se confirmaba. la gran bestia no reparó en los pobres poblados, su objetivo era más grande, más importante, el sol salía detrás del batallón, brindando una luz santificada a los verdes campos sufrían al paso de tan tempestuosa imágen, pisoteados por lo cascos de los miles de corceles y las ruedas de los descomunales carruajes.

 Rigel Vrand, "señor de dragones" era un reconocido cazador, especialista en dichas criaturas, respetado como capitán y temido como enemigo. El era la cabeza de esta portentosa bestia de acero y cuero. 

-llegamos a Blak'wald, señor-. Decía uno de sus pertrechados conductores.

-bien, que abran las puertas-. Dijo Rigel desde dentro de la carreta, el conductor asintió, la gran masa se detuvo, ni siquiera la imponente fachada del muro negro opacaba a tan impresionante legión. Tras una breve audiencia con los soldados de Ravennest, las puertas se abrieron sin más y la bestia entro al cañón. La única entrada por tierra al sur salvaje estaba bajo el control de la nación de Zaril. 
-señor-. Dijo Hargen, el subordinado directo de Rigel, un soldado joven
De aspecto serio, y aún más de actitud.-que hará con respecto a las puertas de zaril? Lucharemos contra la nacion de Zaril?-. Preguntó con una voz amarga. Rigel meditó durante un momento, mientras revisaba uno de sus varios mapas.
 -es ese un asunto ya planeado, Hargen-. dijo sin mirar a su subordinado.-tomaremos rumbo directo a la ciudad de Zaril, y ahí conseguiremos el paso a Al' a valik-. Hargen miro a su capitán en silencio, y este levanto la mirada.-¿alguna pregunta?, Hargen-.

-No, señor-. Adujo, mientras limpiaba su Yelmo, pensando en cómo saldrían vivos de la ciudad de piedra, Zaril, nunca había ido allí, pero en distintos relatos leyó como los extranjeros eran ejecutados por la guardia apenas al llegar, no era como si no puediesen defenderse, pero ellos tendría la ventaja de la cantidad sobre la fuerza.

Ya cuando el sol se encontró en lo más alto del cielo el conductor dió aviso a Rigel de su proximidad a las puertas de Zaril, Hargen se notaba nervioso, veía como su capitán simplemente leía sus mapas, Hargen esperaba respuesta.

 -perfecto!-. Musitó Rigel, cerrando el mapa efusivamente para guardarlo, bajó su Yelmo y se volvió hacia Hargen.-Reil, envía ésta orden al sargento; envié un pelotón y cinco carruajes que sigan al carro mato. 

- si, señor-. Con el carruaje detenido, Hargen entregó la orden y está se cumplió.
Mientras la bestia continuaba su camino una pequeña parte de esta se separaba y tomaría dirección a las puertas de Zaril.

Era difícil que a la distancia ningún alma pudiera ver las grandes nubes de polvo, los tan anatemisados estándartes o mucho menos, a los imponentes cañones. los rumores de como se movía 
Una parte fuerza del sagrado gremio corrieron desde la entrada hasta las puertas petreas. 

Cruz y Sangre.Where stories live. Discover now