<<{ Imperio de escombros }>>

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Seducidos por la impronta de riquezas sin fin y llevados por órdenes de la orden de los
iluminados de la nueva verdad un grupo de emisarios se movía con destino hacia Al' a valik, con
la misión de liberar a su gente del culto al que brindaron poder durante tanto tiempo, y que se
convirtió pernicioso tumulo de parásitos. Los emisarios se movían en una de las pocas
carretas mercantes con destino a Al'a valik, pues pocos son los que pueden entrar, Al'a valik solo permite el comercio parásitario con Zaril, el reino que se encuentra al oeste, después de las temidas "tierra de nadie". Este a cambio de protejer las puertas del imponente muro negro, Zaril con minucias tales cómo pan y granos, podian llevarse Arcones llenos de invaluables joyas y demás tesoros de Al'a valik, pues las personas, pagaban sin pensar hasta el precio más exagerado, solo por un bocado. Es en una de estas carretas que los emisarios esperan llegada
la hora, yendo lenta pero constantemente desde las fronteras de Zaril hacia el temible muro
negro "Blak'wald" pasando antes por el mar seco, o las tierras de nadie, una zona de suelos de
blanda arenisca, secas y agrietadas, conocidos por desplomarse bajo quienes lo pisan, acabándo con ellos en la caída, (se dice que Zaril no ha construido un puente porque la trampa
natural les sirve de defensa contra invasiones del norte). Ni ya pasadas seis horas de viajen los emisarios perdieron la paciencia y continuaron en completo silencio, ni los frecuentes tumbos
de la carreta o el calor insoportable, emitido por las inmensas paredes de brillante y Masisa roca negras de Blak'wald, lograron perturbar su paz, el tiempo se les iba contado una y otra vez
las frutas de las cajas o leyendo uno de los manuscritos de hanmwyk, o simplemente dormitando, sin importar esto, ellos permanecieron en completo silencio, tras las seis horas de
viaje finalmente llego la carreta a la primer puerta del muro negro, por el que atraves de ese inmenso cañón, se llegaba a Al'a valik de forma segura, esto porque las personas cuyas
necesidades y avaricia superan su moral, rondan las afueras sin dejar que nada se les escapé, los bandidos de Blak'wald, o buitres. Una vez la carreta arribó al las puertas del imponente y
facetado muro de Blak'wald, los guardias de Zaril pidieron el sello Real al conductor, un hombre de unos cuarenta años de edad (humano) de piel tostada de pelos hirsutos y marrones, cómo
la mayoría de Zarilianos, llevaba puesto un manto gris, para cubrirse del sol, este se lo quito para que el guardia lo viera, después de que este viera positivamente el sello, que constaba de
una tablilla delgada, no más grande que una palma, de madera clara con un sello con el símbolo heráldico de los comerciantes de Zaril, y no encontrar nada sospechoso en el
conductor de la carreta, dió la orden de subir las puertas, estás se abrieron, con gran estruendo, alertando o los emisarios de dentro de la carreta, estos después de un instante entendieron
que no era nada, la carreta paso sin más. 
Dentro de Blak'wald las únicas cosas que se escuchan son los buitres, rompiendo los huesos de lo que sea que halla caído a la vista, y la portentosas corrientes de viento que soplan cada
quince e veinte minutos, refrescando un poco el ambiente estancado dentro de las paredes que dividen el sur del norte, a RavenNest de Zaril, al frío del calor, los muros naturales de roca oscura y sólida, brillante con una textura lisa, o facetada, como si la hubiesen tallado los antiguos, este implacable par de muros paralelos se extienden hasta llegar al océano de
Tatkram, contando con unas doscientas o trescientas millas y solo con tres salidas naturales, senderos polvorientos que llevaron a los pacientes emisarios hasta las tierras usurpadas por
Per'yite. Dentro de la carreta las conversaciones brotaban de un momento a otro, desde
pormenores irrelevantes de la vida hasta objetivos y metas, aunque ya hacia años que ellos se conocieron, cada día más aprendía el uno del otro, Hel Morta, el líder de la misión, un fafnyer
experimentado, pero que no superaba la década y media de vida, contó que se había unido a la causa de Illum al escapar de una prisión en la provincia de morgheinstr, y ser curado por
algunos clerigos de dicho culto, aunque nadie podía asegurar que fuere eso cierto, algo de verdad se le encontraba. Los demás emisarios contaban cosas de su vida, mientras afuera la carreta se seguía moviendo, y el calor asoleando al pobre conductor. Athen "Crawl" era el más viejo del grupo, un humano, un hombre de costumbre, de unos treinta
años más o menos.
-Yo me llevaré todo lo que pueda! Lo llevaré a mi gente en Balkm-. Exclamaba, sus palabras y su actitud denotaban cierta avaricia, o nobleza? De todas formas la sensación de confianza que inspiraba era conmovedora. Pondré ese chiquero en el mapa!-. Dijo muy animado, respondiendo a Zein Balrd, el médico de grupo, un elfo del bosque de la provincia recondita de Bashuo, que dirija su palabra a su Interlocutor con pasivos modos. Nuestro trabajo amigo mío, es lograr erradicar al culto de Per'yite, dudo que podamos saquer algo de allí, o que debamos-. Dijo a Crawl, este le dió una mirada severa y le dejo de hablar por
un rato, Luccen el que fácilmente podría ser el más joven emisario, un humano, aspirante a mago, que se rumoreaba no podía usar magia, Se limitaba a mirar por la trampilla de la carreta, preguntandose si de verdad habrán humanos en Al'a valik, cómo sobreviven, el desde lo más profundo deseaba que si hubiesen, pues no quería imaginar lo que habrán sentido todos, agonizando en el foco ardiente secándose poco a poco, el inmerso en sus pensamientos ignoraba lo que ocurría a su al rededor, o lo que le dijeran.

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