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Por la tarde, la fiebre de Wonwoo no había bajado, los medicamentos no habían hecho efecto, y luego de la transformación a su lobo, Wonwoo había quedado con menos energías.

Así que ahora estaba débil y en cama.

Mingyu estaba siendo muy cariñoso y suave con él, más de lo normal.

Cómo almuerzo, el Beta le había preparado un cuenco con frutas, yogurt y cereales, pero le habían dado náuseas en los primeros cuatro bocados y permaneció acostado porque no quería vomitar, sabía que necesitaba comida y energía pero no podía más, haría un esfuerzo más tarde, para comer un poco más.

Pero por más que descansó un rato largo, dió dos bocados más y volvió a sentirse mal, así que se rindió con eso.

Así que para la hora de la merienda, Wonwoo seguía recostado, sin comer nada, tenía un trapo frío sobre su frente para calmar un poco su fiebre, lo único que parecía medianamente resultar.

Mingyu se sentó a su lado, dejando mimos con una mano y con la otra cargando su café.

Minghao tenía un chocolate caliente y se notaba mucho menos bromista que al principio, estaba muy serio y no había tomado casi nada de su bebida.

Volvía a sentir dolores físicos por toda la carga emocional, le dolía el estómago, ya tenía náuseas por todo el malestar que le provocaba la situación, no creía poder comer algo.

— Escucho a un lobo llorar— murmuró Wonwoo.

—Soy yo— dijo Minghao, por lo bajo.

— No, no eres tú... Este es pulgoso.

Mingyu se avergonzó, bajando la vista, sus mejillas tomaron color, se sorprendió cuando Wonwoo llevó una manito a su rostro y acarició su mejilla, lo miró, viéndolo sonreír con paz.

— Nos vas a hacer llorar a los dos— murmuró Mingyu.

— A los tres— añadió Minghao.

Wonwoo rió de forma penosa.

— Están hechos unos sentimentales— murmuró, se giró para tomar a Mingyu por su camisa y traerlo más cerca de sí, hasta que el pelinegro quedó acostado en la cama y él se acomodó sobre su hombro, abrazando su cintura.

Minghao sonrió enternecido.

— Vamos, alegrense un poco— dijo el rubio, intentando animarlos—. Hay algo por lo que estar alegres, diganlo— murmuró, cerró sus ojitos color cielo y frotó su nariz de botón en el hombro del Beta.

Los dos permanecieron en silencio, no buscaron nada que sea alegre.

— Yo estaba pensando en cuando... Corríamos libres, sobre el pasto, entre los árboles... En qué aullabanos hasta que nuestras gargantas dolieran, y perseguimos pájaros y ardillas y a cualquiera que se nos cruzara... — contó Wonwoo—. El aire era fresco, y el clima era tibio, y todo era cálido, porque estábamos juntos, estaba Jun... Y Hao... Y también Mingyu, y estaba yo también.

— Wonnie, ¿Cuándo fue eso? — Minghao frunció el ceño, no recordaba tanto.

Había ido a correr con Wonwoo y Jun un par de veces, cuando visitaban a la familia del peliazul, y salían a correr por los campos y bosques cercanos.

Pero no estaba Mingyu.

Antes de que el Omega hablara, parecía no haber escuchado la pregunta de Minghao, sus ojitos continuaban cerrados y una sonrisa se plantaba en su rostro, Mingyu miró al Alfa y negó, para indicarle que lo dejara seguir.

— ¿Qué más pasaba, pequeño? — lo alentó a seguir, su lobo estaba emocionado en su interior, su parte humana un poco más preocupada.

Los delirios eran comunes en la fase tarminal de un lazo roto.

Our Last Days • meanieWhere stories live. Discover now