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Estando en su primer año de colegio, Lee Taemin, un dulce niño muy amigable, jamás tuvo problemas en hacer amigos.
Además de su agradable personalidad, Taemin poseía rasgos faciales muy suaves; una tez pálida y piel tersa, ojos rasgados y color avellana, labios gruesos pero delicados, de un bello tono rosa y su cabello castaño brillante; no era de extrañar que muchas niñas quisieran tenerlo de novio, e incluso algunos chicos llegaban a sonrojarse al ver tal belleza. Su madre, la alfa de la familia, al saber esto, solía decir que estaba siendo tratado como un omega, pero a Taemin no le importaba, porque no comprendía el tema por completo, y porque él sólo percibía el cariño.


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Aún si Taemin estaba acostumbrado a "compartir" con distintas personas, nunca expresaba sus gustos con ellos, no sabía cuál era el motivo por el que no hablaba de aquello, simplemente no le gustaba, y su primo mayor, KiBum, siempre le recordaba que aquello no era bueno, aunque comenzó a tener dudas al respecto mientras fue avanzando su año escolar y observó ciertas conductas extrañas entre sus propios compañeros; aislamiento, maltrato físico y verbal. No le hacía sentido que hicieran eso a quienes mostraban gustos diferentes.
Estando en su tercer año, tuvo un descubrimiento terrible. Un día, tras haber salido de la clase por un ligero dolor de cabeza, fue hacia la enfermería y, aunque dijo que no era algo grave, la enfermera, una mujer de unos cuarenta, y que parecía estar ocupada, sólo le recomendó quedarse ahí un rato.
En realidad, le agradaba la idea de perderse las clases por un rato, así que se sentó en una camilla mientras observaba a la enfermera moverse hacia el otro extremo de la habitación, con gasas, suero y algunas cosas que no logró reconocer.

— Jinki, ¿Me puedes decir cómo es posible que una simple caída en el salón te causa todas estas heridas? —. Dijo la enfermera al niño a quien estaba atendiendo.

Taemin sintió curiosidad, y aunque se deslizó despacio por la camilla, no logró ver qué pasaba, pues había una cortina que le bloqueaba la escena, así que sólo logró ver a la enfermera trabajar y regañar al pobre chico que se encontraba ahí, quien de vez en cuando se quejaba por el ardor del alcohol en las heridas.

— Llamaré a tu padre, no te puedes quedar así en clases, así que espera aquí —. La señora habló con voz firme, incluso cuando el niño le pidió que no lo hiciera, ella mantuvo su postura y se dirigió a la salida de la sala — Taemin, cuida que Jinki no se vaya de aquí mientras no estoy —.

Y así, la mujer desapareció, por la puerta, dando libertad a la curiosidad del pequeño Taemin, quien rápidamente se levantó de la camilla y, sin hacer ruido, abrió la cortina que antes le había molestado, viendo por fin a su ahora custodiado. De inmediato cruzaron miradas y, como era costumbre, Taemin le sonrió pero, esta vez no le respondieron de la misma forma, el niño tenía unos ojos tristes, además de que uno de ellos estaba morado, tenía grandes ojeras, sus labios estaban rotos, aunque ya no sangraba tanto, al igual que otras distintas heridas y moretones en sus brazos, torso y piernas; la enfermera tenía razón, eso no era normal.

— ¿Te duele? —. Preguntó cuando se encontró cerca del otro, sin embargo, no tuvo una respuesta, únicamente le vió moverse hacia el lado opuesto cuando Taemin intentó tocar su mano.

— No te acerques, ya he tenido suficiente por hoy —. Sus ojos estaban llenos de miedo y dolor, lo cual sorprendió a Taemin pues, no había visto eso antes.

— ¡Perdón! —. De inmediato se percató se lo informal que estaba siendo — Debí presentarme antes. Soy Taemin y estoy en tercer año B, ¿Es usted mayor? No recuerdo haberlo visto antes, espero que podamos llevarnos bien —. Para finalizar, hizo una ligera reverencia, tal como sus padres le habían enseñado; seguro estarían orgullosos — Entonces, ¿Eres Jinki? —.

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