Capítulo 33

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Y entonces supe que tu amor nunca
fue mío. Mía fue la ilusión.
Frida Kahlo

– ¡Mi amor! – la voz aguda de aquella chica se coló por todos los rincones del comedor silencioso. Corrió hacia Ethan para abrazarlo. Él correspondió al instante.

La cabeza de Alyn daba vueltas y vueltas, mientras que se repetía mentalmente que debía mantener la calma, que no todo lo que se ve a simple vista resulta ser. No iba a martirizarse, no hasta aclarar las cosas.

Ese objetivo se esfumó a los pocos segundos.

– No sabes lo que te he echado de menos – añadió la morena mientras apartaba el rostro del pecho del castaño.

Se alzó en las puntas de los pies y juntó sus labios con los de Ethan. Fue en ese preciso momento, en ese escaso segundo, en el que todo para Alyn se derrumbó. Sintió que su alrededor temblaba, sus pulmones no recibían aire y su mirada se nublaba viendo como aquel chico que tanto quería, que tanto había marcado para ella, seguía el beso.

En automático su mirada se dirigió a los dos adultos, aquellos que le habían dado la bienvenida con una sonrisa. Esta ya no existía, había sido substituida por una mirada cargada de pena, culpa y disculpas. Lo sabían. Obvio que lo sabían. Sin embargo, la mirada que más grabada se le quedó fue la de Emily. Tenía sus ojos fijos en Alyn y sus labios curvados en una sonrisa de suficiencia, de satisfacción. Un rostro de victoria.

Por último, y más doloroso, sus ojos volvieron al chico. Este la miraba por encima de la cabeza de aquella chica, de la cual aún no sabía el nombre, ni deseaba hacerlo. Ethan la miró con la culpa y el dolor desbordando, pero su cuerpo no se movió y sus labios tampoco. En su mente se torturaba, no quería que eso estuviera ocurriendo. No quería hacerle esto a Alyn, pero sabía que no le quedaba otra opción.

Alyn no aguantó más. Sus pies se movieron en grandes zancadas hasta la puerta principal, cogiendo su abrigo por el camino. Salió de aquella casa y caminó calle abajo mientras intentaba respirar con normalidad, pero las lágrimas ya habían salido y con ellas los sollozos. Sintió como su corazón se partía, una sensación que nunca pensó que se sentiría tan literal, pero fue así. Todo se había partido en millones de pedazos.

– ¡Alyn!

Los pies le dolían por el fuerte de su caminar y las piernas le temblaban tanto, como toda ella, que creía que no llegaría al metro, que antes se derrumbaría sobre la acera. No tenía fuerzas. Poco a poco se iba vaciando, los sentimientos alegres escapaban por las grietas y solo quedaba el dolor.

– ¡Alyn!

Ethan corría detrás de ella, ya que había tenido que dedicar un minuto a disculparse con los presentes en casa para poder salir tras ella. Él sentía un abismo a sus pies, notaba que se encontraba en el borde de un acantilado y que, si no solucionaba aquello, caería por él.

– Alyn – repitió por tercera vez, llegando a ella y posicionándose delante, impidiéndole el paso. Intentó tomarla de la mano, pero esta se zafó con un movimiento brusco –. Déjame explicártelo – pidió jadeante, pero con suavidad.

Esas simples dos palabras encendieron a la chica.

– ¡¿Explicármelo?! – gritó al tiempo que le daba un empujón. En otras circunstancias, Ethan no se hubiera movido, ya que ella no tenía la fuerza suficiente, pero se dejó arrastrar hacia atrás –. ¡¿Explicarme qué?! ¡¿Qué me has engañado, qué me has utilizado para entretenerte mientras tu novia estaba lejos?! –. Todo lo que soltaba iba clavándose en su pecho con más fuerza, más profundo –. Que me has mentido.

– No es verdad, no te he utilizado – afirmó con seguridad. Le dolió que ella pensara eso, pero la comprendía. No la había utilizado, de eso estaba completamente seguro y quería hacérselo saber –. Y no te he mentido, solo...

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