Capítulo 5

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Las cosas tienen vida propia, todo es
cuestión de despertarle el ánima.
Cien años de soledad

Su expresión se había mantenido contraída gran parte del trayecto. No por el hecho de que en esos momentos, según el horario que había creado un par de días atrás, debía estar haciendo otra cosa, sino por las fuertes frases que había escuchado una hora antes mientras se preparaba para la fiesta. El chico a su lado la había salvado antes de que fuera a peor, pero eso no importó a la hora de sentir el dolor clavándose en su pecho.

Su conjunto no fue muy elaborado, tenía la mente en otro lado cuando lo escogió. Levaba unos pantalones campana, azul oscuro, junto a un top de un solo tirante que se unía a cada lado por detrás del cuello. Este dejaba parte de su abdomen al descubierto. Prefirió no llevar chaqueta y aseguró las llaves y el móvil en sus bolsillos. Por un momento pensó que se había esmerado demasiado, sin darse cuenta, pero en cuanto llegó a la zona y vio al resto de chicas, con faldas provocativas y vestidos dignos de una pasarela, se dio cuenta de que había elegido correctamente.

Sintió el calor con solo dar dos pasos en el interior de esa casa. La gente se movía de un lado a otro, bailaban, bebían y se morreaban por las esquinas. Eso le hubiese agobiado si no fuera porque sus emociones se encontraban a kilómetros luz de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. En esos momentos solo tenía algo en su cabeza: beber.

– Ey, ey – la frenó, Steve, al ver como caminaba con rapidez –. ¿A dónde vas?

– A la cocina, necesito beber algo –. El chico la contempló, confuso. No era normal que su amiga se comportara de esa manera. Sabía que no le desagradaban las fiestas, por más que no las frecuentara, pero no a ese nivel.

– ¿Qué ha ocurrido?

– Nada – respondió, Alyn, desviando la mirada hacia el cúmulo de gente que se apelotonaba en el salón de esa enorme fraternidad.

– Alyn... – le advirtió con tacto, pero firme. Ella volvió a observarlo, la miraba con preocupación. Odiaba que la miraran así.

– Estoy bien, en serio –. Fingió sonreír, pero él no la creyó. Cuando Steve quiso hablar de nuevo, la castaña captó que alguien se acercaba y lo interrumpió –. Ahí viene tu noviecita – hizo retintín en la última palabra.

Emily Brown, la novia de Steve. Desde el día que las presentó no encajaron. La chica era todo lo contrario a ella y encima su carácter, a pesar de tener la misma edad, era muy infantil. Discutían varias veces, pero por suerte, o desgracia, Steve nunca estaba presente. Esas discusiones siempre las provocaba Emily, por lo que ella suponía que aprovechaba cuando el chico no estaba presente. En más de una ocasión quiso advertir a su amigo de ella, pero sabía que de nada serviría. Al fin y al cabo, supuestamente, la quería.

Con un escueto saludo hacia Alyn tomó a su novio del brazo y lo arrastró lejos de ella. A la castaña le dio el tiempo justo para ver como su amigo le gesticulaba una disculpa, después los perdió entre la gente.

Entonces tuvo carta blanca para hacer lo que tenía en mente. Con paso firme se encaminó a la cocina. En ella había diversos grupos y parejas, pero lo único que le importó fueron las botellas de alcohol que había encima de las encimeras. Se acercó a ellas tras coger un vaso de los que aún se encontraban sin utilizar.

Una vez delante de ellas, aquello volvió. La conversación con sus padres llegó a ella con tanta nitidad que parecía que los podía escuchar a su lado. Al principio había comenzado bien, una llamada tranquila, pero cuando mencionó que esa noche iba a ir a una fiesta con Steve todo se torció. Los reproches comenzaron a llegar y la decepción teñía el tono de voz de ambos padres.

Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZONWhere stories live. Discover now