Capítulo 10

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Charles no estaba fuera de la habitación. ¿Ya no tenía orden de seguirme por todo el lugar? Vagué por el salón comedor. No sabía qué hora era, pero no parecía aún el horario de la cena. Vigilante, miré a las entradas y salidas. Nadie a la vista. Me encaminé hacia las puertas que daban al exterior. Aún no había incursionado en el jardín que rodeaba el edificio.

Salí. Era extenso. La vista se perdía entre tanto verde. Conjuntos de arbustos por aquí y por allá. Grupos de árboles a la distancia. Deambulé por el césped hasta llegar a los que lindaban con el muro. Me detuve debajo de uno. Contemplé las ramas largas pero que terminaban antes de pasar por encima. Evalué el alto de la pared. ¿Cuánto sería la distancia si trepara y saltara? ¿Llegaría a alcanzar el vértice?

Posé las manos en el tronco rugoso. Alcé la vista con la intención de iniciar mi escape de aquella Alcatraz. El corazón me golpeaba el pecho, encabritado, desesperado. Mi respiración se aceleró. Estaba decidido. Clavé las yemas en la corteza. Doblé un tanto mis rodillas para tomar envión. Trepé hasta una encrucijada de ramas. Me posicioné para saltar al muro cuando...

... una sombra pasó debajo. Tibbs tomó asiento en el banco, a unos pasos de distancia del inicio de raíces. Abrió el libro que llevaba en las manos. Se aclaró la garganta.

—¿Huyendo?

No elevó los ojos de la página amarillenta.

—¿Importa?

Se encogió de hombros.

—No tanto. Solo que tu cama quedaría libre y me he acostumbrado a ti.

—¿Mejor el diablo que conoces que el que no?

—Algo así.

Suspiré. Tibbs acababa de amenazarme con delatarme al solo citar un viejo proverbio.

Contemplé el muro, tan cerca y tan lejos a la vez. «¿Qué harás cuando estés fuera, Kieran?». Caminar a lo que conocía. ¿De verdad regresaría a esa mierda? Necesitaba una línea, una sola para aclarar mi mente. Para quitarme ese manto de depresión que me cubría en cuanto las luces se apagaban, apenas la actuación se acababa.

Cansado, me lancé al suelo. Di unos pasos y me dejé caer junto a él. Alcé la vista. Las nubes pasaban con lentitud. El tiempo detenido en mi pequeña Alcatraz.

Tibbs no abrió la boca. Solo se limitó a leer su novela. No había más sonido que el paso de las páginas, algunos pájaros que anidaban en las ramas sobre nuestras cabezas y unos murmullos a lo lejos.

Cerré las manos en puños sobre mis muslos. Me había quedado. ¿Qué mierda me importaba que Tibbs gritara mi escape? ¿Por qué no había huido?

—Date una oportunidad, chico.

—¿Qué?

—Solo eso. No hay nada más difícil que creer en uno mismo, darse una chance de mejorar. Lo sé bien. Aún lidio con ello.

Aparte los labios. Los cerré sin saber qué responder.

De pronto, varias personas aparecieron por el parque. Apenas nos vieron, uno de ellos corrió hacia nosotros. Otro venía con paso perezoso por detrás.

—¡Kieran! —gritó El maquinista al tiempo que se arrojó hacia mí. Se sentó sobre mis muslos y me abrazó por el cuello. Si no fuera porque no era así, apostaría que le gustaba. Sexualmente—. Ay, nos fuimos y te dejamos solo, perdona. ¡Pero aquí estás con Michael! Estoy un poco celoso. —Sus expresiones eran tan cambiantes. Pasaba de la sonrisa plena a fruncir el ceño con enfado en un chasquido de dedos—. Venimos de la clase de yoga, ¡tienes que anotarte! Es al aire libre. Te ayudará a relajarte y conectarte con tu esencia. Hasta a Pedro le encanta.

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⏰ Last updated: Jun 04, 2023 ⏰

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Desde las cenizasWhere stories live. Discover now