Capítulo 3

42 12 1
                                    

Aviso importante: presten atención a los nombres para no confundir quién es quién.


Capítulo 3

Mis párpados pesaban. Quise decir algo, mis labios se separaron, pero ninguna palabra salió de mí. Traté de alzar mis brazos para ayudarme a abrir mis ojos, pero no pude moverlos. Todo mi cuerpo pesaba. Parecía que estaba encadenado en donde me encontraba. La cama. Percibí el colchón por debajo, el edredón al que mis dedos pudieron aferrarse.

Reuní el mayor caudal de fuerza que conseguí, no mucha, pero lo suficiente para abrir mis párpados.

—¡Ya estas despierto!

Se me acercó un hombre de unos veinte y algo, quizás llegaba a treinta. El cabello decolorado, casi blanco, aunque lo que más me llamó la atención era su delgadez extrema. Era demasiado flaco, parecía...

—Pareces Christian Bale en El maquinista.

¿Lo había dicho en voz alta? Mi voz era la de un ebrio. Arrastrada, pausada y con escaza vocalización. Lento era mi pensamiento, mis ideas convertidas en una tortuga caminando sobre brea.

—¡Oh! —se volteó—. ¿Escuchaste? El nuevo dice que soy tan guapo como Christian Bale.

No dije eso.

—No dijo eso —rezongó un hombre, mayor, de unos cuarenta y algo, tal vez cincuenta. Soy bastante malo para precisar la edad de las personas, algo que viene conmigo desde siempre. Estaba en una cama a un metro de la mía, junto a la ventana que daba a... mucho verde. Tenía la tez oscura y el cabello encrespado. Muy a lo señor Tibbs, es que era igual a .

—Soy John —continuó El maquinista descolorido—. Sí, lo sé. Un nombre bastante común para una personalidad como la mía, no sé qué pensaba mi madre cuando eligió algo tan poco excéntrico. La perdono, aún no sabía lo que tenía entre manos. Ah, me dicen Johnny. Solo mi padre me decía John...

—¡John! Deja ya el parloteo —gritó el encrespado Tibbs.

—Bueno, y este. —Hizo una mueca y señaló al hombre con el pulgar—. Él es Michael. Rezongón, malhumorado, aunque muy, muy en el fondo es un amor.

—Ah, ya está despierto Cenicienta. ¿Quién lo besó? Apuesto a que tú, Michael.

El hombre junto a la ventana bufó y se echó sobre la cama, de espalda a nosotros.

—Esa es la bella durmiente —corrigió El maquinista.

—Pedro. —Me tendió la mano el recién llegado. Tendría más o menos mi edad, cabello castaño y tez morena. Este sí era guapo, similar a Choco, solo que no parecía un cazarrecompensas—. Mi nombre— agregó y esperó una respuesta. Yo estaba paralizado y mis pensamientos, ralentizados.

—Soy... soy... —. Mi nombre, tenía que decir mi nombre.

—Ay, ¡estás con amnesia! —El maquinista era demasiado teatral, exagerado, extrovertido. Tan delgado como si un esqueleto se hubiera echado una capa de piel por encima.

—No. Soy Kieran —modulé con trabajo.

Posé mis palmas sobre el colchón y me elevé. Me tiré hacia atrás hasta que mi espalda chocó con el respaldo de la cama. Mi respiración se agitó. Mis fuerzas me abandonaron. Descansé la parte de atrás de la cabeza en la pared, tratando de recuperar el aliento.

El maquinista y Choco me observaban con curiosidad, como si esperaban que diera un discurso o algo. No había palabras que se formaran en mi mente, no había nada que quisiera contarles. Recuerdos de... ¿el día anterior? Se sucedían, unos a otros, en mi cabeza como si fuera el espectador de una película y no su protagonista. ¿Cuánto hacía que yo estaba allí?

Desde las cenizasWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu