Ꮺ ָ࣪ capítulo 13 𓂃

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Todo dentro de mí se calentó ante la familiaridad de mi nombre en los labios de Jaemin

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Todo dentro de mí se calentó ante la familiaridad de mi nombre en los labios de Jaemin.

Parecía un ángel roto, arrodillado en la brutal tormenta, con el cabello como una gasa de oro alrededor de su rostro etéreo, y ojos azules destrozados mirando hacia arriba en mí, tan confiado, tan necesitado, tan malditamente hermoso.

Hace nueve años, lo habría arrastrado a las sombras y follado así: empapado, temblando, con el corazón roto, el culo enrojecido con mis marcas, el uniforme levantado y retorcido alrededor de su cintura, el rostro aplastado, el barro, y mi polla.

Ya no era ese monstruo. Pero yo sabía, en el funcionamiento enfermizo de mi mente, que no se podía confiar en mí. No con Jaemin.

Nunca más.

–Alguien mató a Seol y Bongshik. – Le temblaba la barbilla y se cerraba su mandíbula apretada, la ira se filtró en su voz. –¡Alguien los mató! Puedes castigarme por romper el toque de queda. Hazme lo que quieras. Pero por favor, Jeno. Por favor, ayúdame.

Recibí llamadas de Renjun y Sunmi explicando la situación. Alguien había dejado las zarigüeyas muertas en una caja de zapatos en la cama de Jaemin. Cuando encuentre quien lo puso, habría un infierno que pagar. Pero ahora mismo, necesitaba sacarlo de la lluvia.

Mi mirada se elevó a la residencia a una distancia detrás de él. Ventanas oscuras, luces apagadas, los estudiantes habrían sido enviados de regreso a sus camas. No podía enviar a Jaemin de regreso allí de esta manera. Él huiría por una razón. Había pedido mi ayuda, y con eso, quería decir consuelo.

No era la persona adecuada para ese trabajo, pero lo averiguaría, porque maldita sea, no quería que nadie más lo abrazara.

–Vamos. – Tomé la caja de zapatos.

Con un gruñido, lo tiró contra su pecho y encrespó los hombros a su alrededor, negándose a dejarlo ir.

–Está bien. – Me agaché, enganché mis brazos debajo de su espalda y piernas, y levanté su peso ligero como una pluma, acunándolo contra mí.

Cuando me volví y lo llevé hacia el centro de la aldea, él se enterró más cerca y enterró su rostro en mi cuello. Se sintió asombroso y horriblemente correcto.

–¿Por qué alguien los mataría? – Lloró en silencio. –No logro comprender.

Había gente depravada en el mundo. Eso lo sabía demasiado bien, yo era uno de ellos. Pero nunca hubiera creído que nadie, menos aún uno de mis estudiantes, fuera capaz de matar a un animal. Algunos de los chicos pueden ser despiadados, pero esto fue un comportamiento psicopático.

–El mal es inexplicable. – Incliné mi cabeza sobre la de él, tratando de protegerlo de la lluvia. –Pero no quedará impune. Ni en esta vida ni en la próxima.

Lo llevé al edificio más cercano para protegerlo de los elementos. Quizás era el único lugar donde podía cuidarlo de mí. Con la llave de mi bolsillo, abrí las imponentes puertas arqueadas de la iglesia y lo llevé adentro. El familiar aroma del incienso y la cera de las velas perfumaba el aire. Un solo pasillo corría por el centro, separando veinte filas de bancos de madera en cualquiera lado. Encendí la luz más tenue, iluminando los catorce pisos a vidrieras del techo, cada uno ilustrando una de las estaciones del Vía Crucis. De frente, al final del pasillo, estaba el altar.

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