Capitulo 1

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La suave brisa ondeaba su cabello con una delicadeza que reflejaba la tranquilidad de la noche. Tras un día desastroso, aquel instante nocturno le otorgaba un respiro.

"Es hora de volver", pensó. Con un giro parsimonioso, regresó a su automóvil. Dispuesto a emprender el viaje de regreso, se dejó llevar por la calma que envolvía la ciudad, pues no había rastro de otros vehículos en la avenida. Con cada acelerón del motor, parecía que su alma encontraba una sincronía. La velocidad siempre le había atraído de manera irresistible.

Finalmente, al alcanzar su hogar, se recostó sobre la cama. Tomó su teléfono una vez más y se sumergió en las palabras del mensaje, como si al leerlo repetidamente pudiera alterar su contenido.

"Lo siento profundamente, de verdad, no puedo seguir adelante. He conocido a mi destinado y la sensación es indescriptible. Espero que un día puedas perdonarme y encuentres a alguien que te valore y te amé aún más que yo"

Dejó el teléfono con cuidado sobre la cama y se adentró en la ducha. Desde niño siempre había escuchado las historias sobre las almas gemelas destinadas. Pero también sabía que la probabilidad de hallar a esa persona especial, el uno por ciento, era mínima. Su ahora exnovio aparentemente se contaba entre esos afortunados.

Al regresar a la cama, volvió a leer el mensaje, como si esperara que un acto de magia borrara el texto o que un nuevo mensaje apareciera, revelando que todo era una broma, Sin embargo, sabía que semejante esperanza era ilusoria.

Mientras los primeros rayos del sol se filtraban por la ventana, él continuaba releyendo el mensaje. No había dormido en toda la noche. ¿cómo podría superar una ruptura de una relación de casi cinco años, cuando ya tenía planes en marcha para dar el siguiente paso en sus vidas?

Observó la hora en su celular y un suspiro se escapó de sus labios, cargado de un pesar que apenas lograba ocultar. Fue entonces cuando, con determinación, buscó el contacto adecuado en su lista de números y marcó.

-Buenos días señor Kenneth- la voz de Susan resonó en su oído a través del teléfono.

-Buenos días, Susan, Por favor, cancela todas mis citas de la mañana, y reprograma las reuniones importantes para la tarde, si surge alguna urgencia, diles que estaré disponible más tarde- respondió en tono serio, intentando disimular el turbulento remolino de emociones que se agitaba en su interior.

Entendido, señor Kenneth, le enviare un correo con las modificaciones de su agenda. Que tenga un buen día- la voz cortés de Susan llenó el breve espacio entre ellos.

-Agradezco tu ayuda, Susan. Te deseo lo mismo a ti- despidió a su asistente y finalizó la llamada. Un suspiro prolongado escapó de sus labios, deslizándose en el aire con la resignación de quien carga un peso invisible.

Con paso firme, se puso en pie y comenzó a ordenar su habitación. Abrió el armario y selecciono cuidadosamente varias prendas de vestir, colocándolas con meticulosidad en una bolsa que encontró en la cocina. Luego, deslizó el cajón de la mesita de noche y extrajo una pequeña caja azul turquesa. Al abrirla, sus ojos se posaron en el anillo personalizado que yacía en su interior. Observó cada detalle de la exquisita artesanía y no pudo evitar que una sonrisa melancólica se dibujara en su rostro, efímera y lánguida, como un destello de luz en la penumbra.

Sin embargo, el recuerdo de aquel mensaje lo devolvió de golpe a la realidad. Cerró la caja con un cuidado casi reverencial y la depositó con suavidad en la bolsa negra que ya contenía sus pertenencias. La mañana se volvió aún más pesada, deshaciéndose de ellos con la certeza punzante de que era necesario seguir adelante, a pesar del dolor latente en su corazón.

Al llegar a la oficina, Susan le entregó cuidadosamente la información crucial para sus reuniones del día. Entre las diversas carpetas dispersas sobre su escritorio, halló el motivo detrás de su necesidad de presentarse a trabajar esa mañana.

Había aguardado aproximadamente un año para conseguir una audiencia con el CEO de Inversiones Corp. Finalmente, su perseverancia había rendido frutos, y la reunión está programada para la tarde. Este acontecimiento fue el único motivo que lo arrancó de su cama en ese día en particular.

Kenneth sostenía su teléfono móvil, releyendo una vez más aquel mensaje, cuando alguien llamó a su puerta.

-Pase- respondió, dejando el celular sobre el escritorio.

Susan, su joven secretaria, cruzó el umbral y comunicó con premura:

-Sr. Kenneth, el CEO de Inversiones corp. Acaba de llamarnos y pregunta si podríamos cambiar la ubicación de la reunión.

-¿Y dónde sugiere que sea?- inquirió Kenneth, sintiendo una leve molestia por el repentino cambio de planes.

-En el restaurante del hotel Climber- respondió Susan.

-Dile que está bien. Lo veré ahí dentro de una hora- accedió Kenneth. Afortunadamente, el Hotel Climber se encontraba relativamente cerca de la oficina, por lo que el cambio de local no suponía un gran inconveniente.

Como esta reunión constituía la última cita de su agitado día, recogió sus pertenencias y se retiró de la oficina. Mientras conducía, reviso el reloj en su muñeca derecha y recordó quien se lo había obsequiado. Con un gesto de frustración, lo arrancó de su muñeca y lo lanzo por la ventanilla, desapareciendo en el tráfico de la ciudad.

Kenneth se presentó en el Hotel veinte minutos antes de la hora acordada. Ascendió al restaurante y, cortésmente, preguntó por la mesa reservada a nombre de Susan. El mesero lo condujo hacia una mesa solitaria en el rincón del local, desde el cual se podía deleitar con una vista impresionante del atardecer. Aquella visión superaba con creces la monotonía de su oficina, haciéndole reconsiderar su decisión de cambiar de lugar de encuentro.

La hora de la reunión se aproximaba, y sus ojos, ansiosos, escudriñaban la entrada, esperando avistar la llegada del CEO. De repente, un caballero de edad avanzada, vestido con elegancia y sosteniendo un maletín, captó su atención. Kenneth se preparó para levantarse y saludarlo, creyendo que era el CEO, pero para su desilusión, el hombre se dirigió a otra mesa y se acomodó allí. Desencantado, Kenneth volvió a su asiento y fijó su mirada en la ventana, buscando consuelo en la pintoresca vista.

Entonces, una voz lo sacó de su ensimismamiento.

-Hola, ¿es usted es el Sr. Kenneth? - dijo una voz joven y amable, lo que hizo que Kenneth volviera la cabeza.

-Hola, si, soy yo- respondió, mientras examinaba al joven de cabello ondulado, cuyo rostro estaba iluminado por una sonrisa radiante.

-Mucho gusto, Sr. Kenneth. Soy Wienczyslaw, de Inversiones Corp.- dijo el joven con una sonrisa cálida y le extendió la mano en un gesto de amistad.

Kenneth, estrecho la mano del joven, y en ese momento, le llego un suave aroma, como una brisa fresca.

–El gusto es mío- respondió Kenneth, devolviéndole la sonrisa, sintiéndose intrigado por el joven frente a él.

Polos opuestos (AlfaxAlfa) *En edición*Where stories live. Discover now