El jefe

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Silencio. La habitación está completamente vacía, algo húmeda y oscura. Si es que acaso se le puede llamar habitación.

¿Cuánto tiempo llevo aquí? No podría decirlo. Pero seguro que no mucho. Tal vez ya haya anochecido o esté por hacerlo. Pero no es eso lo que más me preocupa.

¿Dónde está Eric? ¿A donde se lo han llevado?

Pero volvamos atrás... A aquel terrorífico y estridente disparo.

El silencio lo reinaba todo en mi comedor, o lo que queda de él después de tanta lucha. Mi primera reacción es mirar a Eric, comprobar sus heridas y implorar por que no le hayan disparado.

Pero, aunque parece en shock, no tiene ningún agujero en el pecho, lo cual me tranquiliza durante unos segundos. Después mi mirada viaja hacia mí, pero del mismo modo no estoy herida. No hay bala.

Por lo menos no en una persona.

El cuadro colgado en la pared no ha corrido con la misma suerte. El cristal que lo protegía está hecho añicos sobre el suelo.

El momento de shock y tregua no duró mucho.

Aprovechando nuestra conmoción, nuestra desventaja en fuerza y las heridas de Eric, no fue muy complicado sacarnos a la fuerza de mi propia casa. No sin llevarnos algún que otro golpe, sobre todo Eric, y un puñetazo en mi pómulo que seguro ya debe de estar amoratado.

No paraban de decir que debían entregarnos al jefe, que él nos haría pagar. Pero, después de empujarnos a punta de pistola y meternos a la fuerza en el coche, conduciendo durante lo que parecieron horas, solo me llevaron a aquella fría celda en la que no se que esperar.

Esperar al jefe... A que Eric me saque... La muerte...

- ¿Me has echado de menos, muñequita?

La voz me sobresalta al igual que los pasos de aquel baboso que se acerca al marco de la puerta, con las llaves de aquella caja en la que me tienen secuestrada colgadas de la cintura. El apodo me asquea, y su forma en la que sus ojos me recorren.

En estos momentos maldigo no tener más amigos. Es fin de semana, y nadie se dará cuenta de mi ausencia hasta el lunes cuando falte al trabajo. Eso, además de alertarme, me parece deprimente.

- Esto es secuestro. Tu y tu asquerosa gente acabareis en la cárcel.- Escupo con rabia cuando abre la puerta y me agarra del brazo con demasiada fuerza.

Sin embargo no se siente amenazado, si no que ríe sin gracia y me empuja hacia el exterior, por un estrecho pasillo y unas escaleras de caracol vertiginosas.

- No es así como funciona la Mafia, muñeca.

"La Mafia" Me maldigo por dentro, y sobre todo maldigo a mi mejor amigo. No podría haberse metido con algún camello de poca monta.

Estoy a punto de responder cualquier otra grosería, empujando a los lados tratando de escapar, aunque no sabría ni por donde huir, cuando, al final del largo pasillo de la segunda planta, se abre una lujosas puerta frente a mis narices. Dejándome sin aliento.

Eric. Vivo. O por lo menos de momento. Ni siquiera es capaz de mantenerse de pie, arrodillado y con el cuerpo amoratonado hasta donde mi vista alcanza. Restos de sangre de un labio partido y una mirada miserable.

No dudo antes de correr hacia él y tratar de acurrucarlo entre mis brazos, intentando asegurarme de que se encuentra consciente.

A mi alrededor hay cinco hombres uniformados y con las armas desenfundadas y dispuestos a utilizarlas.

La sala es grande y luminosa, no como la celda. Un escritorio de madera oscura en el medio es el punto focal. Tras ella un sillón ocupada por un solo hombre.  Pero no uno cualquiera, lo se en cuanto sus ojos se cruzan con los míos.

Tu DeudaWhere stories live. Discover now