🃧 Bien es sabido que las atracciones más interesantes se dan entre polos opuestos. 🃩
◭ No tenían nada que ver, él lo analizaba todo y ella solo vivía. ◮
⚇ "Polos opuestos se atren y por eso siempre chocabamos" ⚉
🂿 La virtud es el punto medio entr...
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CAPÍTULO IV
Locura racional
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Una tenue luz provenía del dormitorio de él. Aunque existía gran probabilidad de que estuviera dormido, Rumi no desistió y siguió llamando a la puerta.
Sus gritos ya habían despertado a varios vecinos que observaban desde detrás de las cortinas con mirada cotilla. Alguno se había atrevido a gritarle a la mujer que se callara.
—¡A MI QUE ME CUENTAS ESTÚPIDO! ¡DEJARÍA DE GRITAR SI EL IMBÉCIL DE MI AMIGOO ME ABRIESE LA PUERTA DE UNA VEZ!
Casi a la velocidad de la luz, la puerta se abrió dejando ver un brazo que agarró el de ella y la llevó dentro de la casa para después volver a estar cerrada.
Se encontraron de nuevo cara a cara. Sin pensarlo dos veces Rumi se abalanzó sobre él y comenzó a besarlo como si quisiera devorarlo. A él no le extrañó aquella reacción pues ella solo podía estar allí para eso o para pelear.
—Estás borracha.
—¿¡Y queeeé?! Eso es lo único que sé hacer... bueno, eso y arrastrarme por los hombres como dijiste ¿no? Eso es lo que he hecho toda mi vida para tratar de sentirme feliz. Y tenía que llegar el ¡grannnn Aizawa Shota! para decirme que mi vida es de lo más triste y patética. El tío que lo único que sabe hacer es dormir y seguir las reglas jajaja...
Apenas se mantenía erguida por sí misma. Las lágrimas asomaban por su rostro mientras decía todas aquellas palabras que habían herido su corazón unos días atrás. Tampoco estaba siendo fácil para Aizawa, el cual estaba viendo ante sus ojos el resultado de sus palabras hirientes.
—Vamos, te llevaré a tu casa.
—¡NO! Me quedo aquí y haré lo único que sé hacer bien en esta maldita vida.
Sin más, cayó de rodillas en el suelo dispuesta a bajarle los pantalones. Aquel acto, antes de poder ser detenido por él, las ganas de vomitar la detuvieron. Consiguió reaccionar a tiempo y se dió la vuelta para comenzar a vomitar lo poco que quedaba en su estómago. Instintivamente, él se agachó y recogió el pelo de ella en su mano mientras la sujetaba con la otra. No le gustaba nada verla de aquella forma.
—Joder, odio mi vida —dijo ella entre sollozos y limpiandose la boca.
Con un movimiento ágil, él la cogió en brazos y la cargó hasta el baño. Aquello le pilló desprevenida y solo pudo agarrarse a los hombros de él mientras se quedaba ensimismada mirándolo. Al llegar al baño la dejó suavemente sobre el váter.
—¿Puedes lavarte tú sola?
—Tú ¿qué coño crees?
Tras un suspiro a modo de queja se decidió por ayudarla. Abrió el grifo de la bañera para que se fuese llenando.
