Él no sabía que se iba a divertir tanto

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La pequeña y colorida cartelera frente a ellos anunciaba todo tipo de películas. Desde obras románticas hasta dramas y suspenso; pasando por supuesto entre un par de musicales y animaciones que Eddie estaba seguro de que serían las favoritas de Poppy y Julie, aunque la energética actitud de la joven de rubios cabellos presagiaba que el género de acción se convertiría pronto en uno de sus favoritos.

— ¿Qué tal esta? — preguntó Frank a su lado, observando el llamativo cartel frente a él, en el que se mostraba a dos hombres dándose la espalda y que prometía a primera vista un conflicto de lo más dramático entre ellos.

Eddie apartó la mirada de lo que pensó que sería la primera opción de Frank, pues la llamativa y curiosa polilla que adornaba la boca de la mujer en el cartel frente a él sin duda sería un tema de interés para su esposo.

— Uhm... ¿Secreto en la montaña? — preguntó al fijar la mirada en el cartel que llamó la atención de Frank, sintiendo momentáneamente una sensación de vértigo ante lo que aquella sola imagen y nombre parecían ofrecer. Apretó inconscientemente la mano de su esposo unida a la suya y carraspeó un par de veces en un intento por lucir tranquilo. — No lo sé, amor. No me gustan los secretos.

Frank respondió a sus palabras rodando los ojos. Observó el cartel con la curiosa polilla y Eddie podría asegurar que algo en los ojos de Frank se iluminó. Esperó que su esposo se decidiera por aquel título, pero el brillo en sus ojos se extinguió y cambió su objetivo al mirar el siguiente cartel.

— ¿Qué tal una romántica? — sugirió Eddie, siguiéndole los pasos de cerca a su esposo hasta que, al llegar al final del pasillo, escuchó un curioso y conocido silbido.

La unión de su mano con la de Frank se rompió al quedarse de pie en medio del pasillo, con toda su atención puesta en aquella melodía que, si bien era incapaz de identificar, parecía conocer de toda la vida. Frunció el ceño ante la extraña sensación de déjà vu que se instaló en él y se giró en dirección al lugar de donde la melodía provenía.

— ¿Wally? — se preguntó a sí mismo, observando la compacta figura del chico de cabellos azules frente a él, mismo que observaba a detalle uno de los carteles mientras que sus manos reposaban tras su espalda, sujetas entre sí como si su artista interior estuviese apreciando una obra de arte.

Las manos de Eddie se tensaron en un puño y, sin perturbar la concentración que Wally mantenía en el colorido cartel, se apresuró a acortar la distancia entre ellos para encarar al menor, mismo que como si hubiese sentido su presencia acercándose, se giró en su dirección y la melodía que antes había llenado los oídos de Eddie se silenció en su totalidad.

— ¡Eddie! ¡Qué sorpresa! — espetó Wally con entusiasmo, sólo para que casi al instante su expresión cálida y risueña se tornase en una de desconcierto al verse prisionero del fuerte agarre de Eddie en uno de sus brazos.

— ¡Ni siquiera intentes seguir fingiendo! ¿Qué demonios haces aquí? — demandó Eddie, sin preocuparse en lo más mínimo de que sus dedos llegasen a dejarle un horrible moratón a Wally en el antebrazo, sabiendo cuán frágil y delicado se volvía el cuerpo del menor bajo su tacto.

— ¿De qué hablas? — preguntó Wally con una nota de preocupación resonando en su voz, con la mirada fija en sus ojos y lo que Eddie temió que fuese un auténtico miedo ante su brusco arrebato sin sentido contra su persona. — ¡Me estás haciendo daño! — chilló, logrando zafarse del agarre del mayor y retrocediendo lo suficiente como para no estar nuevamente al alcance de sus toscas manos.

Eddie tensó la mandíbula en un intento por no expresar su enojo a través de exclamaciones que sabía que todos en aquella sala llegarían a escuchar. Lo último que necesitaba en ese momento era que su tarde libre con Frank se arruinase por culpa del menor. Wally se frotó el antebrazo y le dedicó una mirada cargada de reproche.

— Vine a ver una película, por eso estoy aquí — aclaró, alineándose la ropa como si la sacudida que Eddie le dio hubiese dejado todo en su imagen hecho un desastre. — ¿Por qué todo siempre tiene que tratar de ti y tu delirio de persecución? — demandó, encarándolo aunque su corta estatura lo obligase prácticamente a escupir cada palabra contra el fornido pecho de Eddie.

Ante tal acusación que realmente no sonaba tan sin sentido, Eddie se encontró sintiendo una creciente sensación de culpabilidad. Después de todo, todos en aquel lugar eran vecinos y era natural llegar incluso a encontrarse con cada uno de ellos en el transcurso de un sólo día. El arrepentimiento comenzó a tomar control de sus emociones y pensó en disculparse, pero Wally no se lo permitió.

— Estoy respetando tu decisión de la última vez que nos vimos, ¿de acuerdo? No más cosas inapropiadas ni... — murmuró, haciendo una pausa que fue acompañada de un suave rubor que tiñó sus mejillas momentáneamente, obligándolo a rehuir la mirada. —... insinuaciones o acercamientos cuando estemos con nuestra pareja.

Lo que había comenzado a sentirse como una tranquilidad expandiéndose en su pecho ante lo bien que Wally parecía estar tomando su decisión, terminó convirtiéndose en un absoluto desconcierto. Aquella era la petición que le hizo a Wally, sí; pero no supo en qué momento él comenzó a verse activamente involucrado en ella también. Más tarde que temprano y confirmando lo que Eddie jamás querría haber aceptado, la abrupta presencia de Howdy al final del pasillo llevando un cubo de palomitas de maíz en sus manos los obligó a guardar silencio.

— ¡Hey, Eddie! — espetó Howdy a modo de saludo, acompañando sus palabras con un ademán de una de sus otras dos manos. — Qué sorpresa encontrarte por aquí, ¿vienes con Frank? — preguntó, deteniendo sus pasos junto a Wally, mismo que se aferró a uno de los brazos de Howdy para terminar por confirmar lo que produjo en Eddie una punzada de recalcitrante enojo.

— ¿Eddie? ¿Qué espe- — preguntó Frank, interrumpiéndose a sí mismo y atrayendo la atención de todos cuando regresaba para reunirse con Eddie, mismo a quien ignoró a favor de observar a detalle a sus otros vecinos. — Oh, vaya. Ustedes... ¿ustedes dos están saliendo? — interrogó, sonando más incrédulo que sorprendido.

— Algo así — respondió Howdy, pasándose una de las manos por la nuca y luciendo ligeramente avergonzado mientras la amplia y dulce sonrisa de Wally parecía iluminar todo el pasillo. — Ya sabes cómo funcionan los sentimientos cuando Wally está involucrado en ello. Un día quieres darle con la escoba por robarse tus manzanas, y al siguiente quieres conseguirle un par sólo para hacerlo sonreír.

Wally rio por lo bajo y el rubor en sus mejillas se intensificó notablemente, acción que sólo hizo que el enojo en el interior de Eddie llegase al punto de ebullición. Wally y Howdy no podían estar saliendo. Simplemente no podían. Dicho pensamiento invasivo desconectó a Eddie de la conversación hasta que se encontró escuchando la voz de Frank.

— Nosotros no tenemos problema, ¿verdad? — preguntó Frank, obligando a Eddie a espabilar e intentar saber cuál podría ser el posible motivo que ocasionase un problema para lo que se suponía que sería su cita con Frank.

— Supongo que una cita doble podría ser agradable — afirmó Howdy, revelando a Eddie que el responsable de sugerir tan terrible idea no podría haber sido otro más que Wally.

Si ambos estaban respetando el acuerdo establecido entre ellos, ¿por qué estaba haciendo las cosas tan complicadas? Wally estaba con alguien más. Su matrimonio, que seguía en las mismas o peores condiciones, se mantenía en pie y a salvo, ¿por qué no simplemente dejarse llevar?

Observó a Wally unir su mano a la de Howdy y aquella simple acción le dio la respuesta del porqué de sus preguntas. 

Put Me In A MovieWhere stories live. Discover now