하나

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C A P Í T U L O  1

"Solo porque la luna está lejos no significa que tengas que resignarte a alcanzarla"

—Anónimo.

Ya han pasado dos años.

Dos años y no había tenido la oportunidad de venir antes a... dejar todo lo que llevo cargando desde hace tiempo.

Estas últimas noches, la luna ha estado en su faceta creciente, por lo que solo se puede ver menos de la cuarta parte de la superficie. Pareciera como si el cielo nocturno estuviera sonriendonos. Sonriendo de una manera que hace que mi corazón se vuelva a partir ante el recuerdo.

A pesar de no ser un lugar que fuera muy concurrido —mucho menos por la hora—, había varias personas pululando por ahí. Espero no encontrarme a nadie. Aunque francamente, es lo que menos me importa estando aquí.

La luz que la luna emite, ilumina el lugar junto con unos cuantos postes de luz. Caminé por los espacios permitidos del establecimiento. El lugar es tán grande que me tomó unos minutos llegar hasta donde quería.

Verlo cara a cara lo hace aún más real, y duele más de lo que ya dolía. Traté de contener las lágrimas, pero fue absurdo, terminaron por derramarse sobre mi rostro.

Había tantas cosas alrededor que no pude acercarme más de lo que me hubiera gustado. Me senté en cuclillas.

De camino aquí, encontré varias flores que me gustaron y me hacían recordar, así que decidí cortar algunas cuántas. Las coloqué al lado de un ramo que alguien más había dejado.

Pareciera que no había sido la única que recordaba y decidió visitarlo.

Decidí recargar todo mi peso sobre las rodillas, así que las apoyé sobre el suelo. Estaba segura de que se cortaría la circulación de mis piernas por ello, pero en este momento, no me importaba.

Solté un suspiro. El aire caliente de mi cuerpo hizo choqué con el aire frío del ambiente, creando así una nube de humo.

Miraba las letras, procesando la información, buscando alguna cosa que me dijera que aquello escrito, no era cierto. Que había una mínima posibilidad de esperanza.

Aún sigo sin creer que ese día el tiempo se detuvo.

Aún sigo sin creer que quedó un vacío.

Aún sigo sin creer que esto es real.

Mis lágrimas no dejaban de brotar. Agaché la cabeza para ocultarlas.

Estaba sentada, mirando, mientras tarareaba una canción, cuando preguntó:

—¿Qué haces aquí?

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Hasta Que La Luna y El Sol Se EncuentrenWhere stories live. Discover now