CAPITULO I

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Era un día pacifico en la posada "el dragón roncador" para nuestros héroes Lian-Chu, Gwizdo y Héctor

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Era un día pacifico en la posada "el dragón roncador" para nuestros héroes Lian-Chu, Gwizdo y Héctor. Descansaban en el comedor pensando que sería un día aburrido sin ningún dragón que cazar. Ya había pasado una semana desde la última cacería lo que molestaba a Gwizdo

—¡Esto si que es aburrido! ¡¿Donde quedaron las aventuras?! ¡¿Los dragones?! ¡¿La paga?! —gritó el escuálido chico.

—Tranquilízate Gwizdo, tal vez pronto llegará alguien pero, por el momento disfrutemos el
descanso —dijo Lian-Chu de forma serena mientras tejía interrumpiendo a su amigo.

—Eso sería fácil si... ya sabes quien no me estuviera molestando con las deudas —susurró de forma discreta mirando de reojo a Jennyline quien se encontraba preparando un platillo.

De pronto, alguien entró azotando la puerta fuertemente y corrió hacía los cazadores quienes confundidos miraron al hombre.

—¡Por favor! —rogó aquel extraño —¡Deben ayudarme! ¡Un dragón ha tenido amenazado a mi pueblo por años y ya mató a varias personas! ¡Hasta nuestro rey! —declaró el hombre desesperado mientras se arrodillaba ante ellos.

—Tengan, les pagaré bastante —agregó dejando ver un enorme saco de monedas de oro, pero estas tenían un valor inimaginable por su antigüedad.

Gwizdo, conmocionado por la fortuna no dudó en ofrecer sus servicios dejándole ver el contrato.

—Sólo debe firmar aquí, aquí y aquí —dijo él, mostrando los lugares donde el hombre debía firmar.

—¿Estás seguro de esto? Parece que se trata de un dragón muy poderoso —dudó un poco el grandulón.

—No te preocupes, tengo todo controlado. —Le contestó su amigo de forma segura.

El hombre después de firmar, subió junto a ellos al Saint George y los guío hasta llegar a su reino. En todo el trayecto, Gwizdo no dejaba de pensar en la gran recompensa que recibirían pero, grande fue su sorpresa al toparse con lo que parecía ser un reino destruido e incinerado.

Los aventureros, al aterrizar, se adentraron en el devastado lugar. El sujeto los guiaba, caminaba lento y con la cabeza baja, como si estuviera recordando todas las atrocidades que habían ocurrido. Héctor se separó un poco de ellos para observar un poco el lugar.

Paseando un rato, se encontró con un callejón que tenía en sus muros, una quemadura. Miró un poco más adentro y logró ver lo que parecía ser un esqueleto humano. Héctor huyó de esa escena atemorizado, pues nunca imaginó toparse con algo como eso. Llegó con sus amigos quienes ya estaban en el lugar indicado, un enorme castillo hecho ruinas, quemado y lleno de malezas.

—Aquí es donde se oculta ese monstruo —dijo el hombre con voz temblorosa —.Tengan mucho cuidado, asegúrense de no tocar sus tesoros, si no, se molestará y no dudará en matarlos.

Dragon Hunters: La maldición del dragón dorado [MUDADA]Where stories live. Discover now