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La puerta de madera negra relucía frente a él. El suave murmullo de la ciudad moviéndose afuera le revolvía las entrañas, una sensación de satisfacción surcó desde los más profundo de su estómago al sentir la luz de la luna llena cayendo sobre sí.

Con parsimonia se acercó hasta la puerta y se arrodilló a frente a esta una vez vio que no había nadie a la vista. Dejó la barra metálica que tenía a un lado de sus rodillas y, de su bolso, tomó un kit de ganzúas que tenía allí guardadas. Tomó las herramientas y las acercó a la rendija de la cerradura. Espero con paciencia hasta escuchar el conocidos "click" que avisaba la apertura de la puerta.

Una vez dentro, cerró la puerta con cuidado tras de sí. Vio el apartamento a su alrededor. Toda la sala estaba en penumbras, sólo un poco de luz de luna entraba por el balcón. Caminó en silencio y siguió el sonido de unos sollozos.

En cuanto se halló frente a la puerta blanca, vio una luz saliendo de debajo de la puerta. Percibió los gimoteos de tristeza de la joven que se encontraba al otro lado de la habitación. Se adentró con cuidado de no hacer demasiado ruido, en la habitación, la joven de cabellos platinados se encontraba hecha un ovillo en el borde de la cama mientras soltaba jadeos y su cuerpo removía por los sollozos.

Lentamente se acercó hasta ella y una vez se vio detrás de la joven, la examinó por unos cuantos segundos. Tomó un paño de su bolsillo y lo cubrió con un líquido. Se aproximó más hasta ella.

La joven paró sus lamentos y levantó un poco la cabeza— ¿Taehyung? ¿Tae, eres tu?

Antes de que pudiera volverse sobre sí misma colocó el paño de su mano sobre las vías aéreas de la contraria. Sintió como se removía entre sus brazos, pero la retuvo con fuerza. Esperó hasta que el cloroformo tardara entre dos a cinco minutos en hacer efecto y, en cuanto el cuerpo de la chica cayó inerte en sus brazos, la recostó sobre la cama, boca arriba y, con unas cuerdas que tenía en su bolso, amarró sus brazos y su piernas, dejándola en su lugar.

Tomó la barra de metal que había dejado hace rato olvidada y se acercó hasta la cocina, encendió el fogón y esperó por varios minutos hasta que este estuvo caliente.

Volvió a la habitación en donde una chica inconsciente lo esperaba. Se aproximó a ella y, con un cuchillo, rasgó la camiseta dejando la clavícula de la joven a la vista.

Acercó la punta del fierro a la piel de la chica y presión sobre la misma. Escuchó la piel quemarse por varios segundos, sintiendo el aroma a piel quemada en sus fosas nasales. La chica se removió, intentando alejar el dolor, con los ojos aún cerrados en sus cuencas.

Quitó el material de la piel sensible y admiró el símbolo que allí yacía.
Una media luna, la marca de la muerte.

El hijo de la luna (Vkook) Where stories live. Discover now