0. Dulce de leche

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Recuerdo ver a mi mamá preparando aquel dulce tan propio de nosotros. Bueno, por algo es un símbolo nacional. Simple, pero de un valor inexplicable para cada uno de los argentinos. 

A veces pienso que tal vez su valor está en con quién lo compartimos, para quién lo preparamos, qué queremos decir a través de ese dulce y suave sabor tan característico que posee.

El dulce de leche me parece una poesía de gauchos, unas coplas a guitarra y bombo. Me suena a tarde en familia y me sabe a besos del primer amor. 

Lo preparo con amor para mis comensales, para que al probarlo rememoren aquellos tiernos días de su infancia donde al terminar de jugar a la pelota, los esperaba un jarrito de mate cocido junto a un pan casero con dulce de leche y manteca.

Cuando lo pongo de relleno de la primera capa de mis magníficas tortas, es como arte, algo así como un Picasso argentino. Tal vez exagero, pero así lo veo yo, cada uno tendrá otra opinión sobre el tema, pero en realidad poco me importa, porque esta es mi historia.

La historia que terminó por enamorarme del dulce de leche.

Todo comenzó un simple día de otoño, para ser más precisos, un 17 de abril...

Todo comenzó un simple día de otoño, para ser más precisos, un 17 de abril

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Un sabor a dulce de lecheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora