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Con la cabeza palpitando por una jaqueca, Kim estaba de mal humor cuando entró a su habitación esa noche. Se perdióuna gran oportunidad de aumentar sus ganancias en Europa Central sólo por no haber estado allí en persona para revisar el trato. ¿No podían hacer nada sin que les sostenga la mano? 

 Suspirando, fue al baño adjunto y sacó algunas pastillas de Tylenol del botiquín. Tragando las píldoras, se tensó ante el sonido en la habitación contigua. 

Por supuesto... el chico. Casi había olvidado su orden de mudarlo allí.

Kimhan quitó el cerrojo de la puerta, la abrió y entró en el cuarto. 

Porschay Kittisawasd estaba sentado en la cama, frotándose el estómago. Levantó la vista, sus ojos ampliándose cuando vio a Kim. En otros aspectos, ni siquiera se estremeció. Yacht tenía razón en una cosa: el chico no era propenso a la histeria. 

–Gracias –dijo Chay–. Por la comida. Me alimentaron antes de traerme aquí –enterró los dientes en su labio, con la incertidumbre parpadeando en sus ojos–. ¿Por qué estoy aquí? Su gente no se molestó en explicarme. 

Kimhan se acercó. 

 –¿Qué te hace pensar que yo lo haré? –La idea era divertida

El muchacho inclinó la cabeza a un lado, viéndolo casi con timidez, sus gruesas pestañas oscuras enmarcando sus ojos marrones profundos. 

 –Nada –dijo, masticándose el labio–. Pero quisiera saber. Por favor. 

Tan cortés. Demasiada amabilidad. 

Los labios de Kim se adelgazaron. Puso su mano en la cabeza de Luke y jaló de sus dorados rizos. 

–¿Me tomas por idiota? –dijo, sabiendo que su agarre debíaser doloroso. Lágrimas de dolor llenaron los ojos del muchacho. 

–Y-yo n-no lo entiendo –susurró Chay. 

Kimhan contempló esos temblorosos labios. 

–¿Realmente piensas que unas cuantas palabras suaves bastan para manipularme? 

El chico dejó caer los ojos, la culpa y la decepción brillando en su rostro. 

–¿No soy muy bueno en ello, verdad? –dijo con una mueca de dolor y una sonrisa torcida. 

–No –dijo Kim. El muchacho se había comportado demasiado bien e inocente para que ello fuera real. 

Chay se abrazó, mirándolo con cautela. 

–¿Va a castigarme por intentar manipularle? –Su voz se quebró un poco.

Kim lo miró fijamente, evaluando sus opciones. Siempre podría ordenarle a sus hombres que lo golpearan un poco, pero la idea no le sentaba bien. Culpaba a la apariencia engañosamente juvenil de Chay.

Kimhan admitiría fácilmente que no era un buen hombre. Hizocosas que seguramente le aseguraron un sitio en el infierno... si existiera la vida después de la muerte. Pero hizo esas cosas a adultos, no a niños. Porschay Kittisawasd no era un niño, pero el aire de inocencia que tenía junto con su carita de bebé, jodía la mente de Kim. No, no quería entregar al muchacho a sus hombres. Pero el chico debía ser castigado. Si Kimhan no lo castigaba, Chay  podría empezar a hacerse ideas equivocadas. Kim ya había sido demasiado suave con él. 

–Te arrodillarás en esa esquina, traba tus manos detrás de la espalda y permanece en esa posición hasta las siete de la mañana. Sin descansos, sin ir al baño, sin dormir –dijo. 

Chay parecía querer protestar, pero cerró la boca, fue silenciosamente hacia la esquina y se arrodilló en el piso, enfrentando a la pared. En lo que refiera a castigos, distaba de serlo peor, pero Kim sabía lo incómodo y doloroso que sería mantener la posición. 

–Huelga decir que esta sala está bajo constante vigilancia por video –agregó Kimhan, enfocado en la rizada melena–. No te gustará tu castigo si decides desafiarme. ¿Lo entiendes? 

–Sí, señor –murmuró el chico. 

Señor

Kimhan dejó la habitación, intentando ignorar la forma en que esa pequeña palabra inglesa complacía algo en su interior. Un honorífico como ese no existía en el idioma ruso... o mejor dicho, eran anticuados y ya no se usaban. 

Tenía que admitir que, en ocasiones, el inglés podría superar a su lengua materna.

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Ruthless || °•[KimChay]•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora