CAPITULO 2

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Me enderezo tanto como me lo permite mi cuerpo y miró al señor Owens con todo el desprecio altivo que me han inculcado tres generaciones de riquezas y privilegios.

— Salga de mi oficina.

—Le dejaré esto mientras lo piensa. Este es mi número. —Saca una tarjeta, también del bolsillo interior de su abrigo, y la coloca encima del contrato—. Pero llámeme pronto. Mi cliente es un hombre de... —hace una pausa, como si buscara la palabra perfecta—, costumbres peculiares. No le gusta que le hagan esperar.

Me burlo con indignación y tiro tanto la tarjeta como el contrato en el bote de basura junto a mi escritorio. Porque si bien tenía ADN de hombre, anglosajón y protestante, también llevaba la sangre latina de mi madre en las venas.

—Bueno, usted puede decirle a su cliente que se vaya a la mierda, porque yo no soy ni un prostituto ni un vientre en alquiler ni lo que sea que ustedes... —Me quedo en silencio, estremeciéndome al pensar en todo eso. ¿Tener sexo? ¿Con un asqueroso extraño? Esto es una locura. ¿Cómo se atreve este hombre, por muy poderoso que sea, a venir aquí y ofrecerme un trabajo como prostituto? El hecho de que mi papá salga tanto en las noticias ha sacado oficialmente a todos los locos.

—¡Fuera! —le grito. Al señor Owens no parece importarle lo molesto que estoy. Solo se aleja del escritorio y da un golpecito a su reloj de pulsera.

— Tic tac, señor Nannakun. Solo tiene cuarenta y cinco minutos antes de que venga seguridad y la saque del edificio. Será mejor que empaque.

Con eso, se da la vuelta y se dirige a la puerta. Pero no sin antes decir por encima de su hombro: —Espero con ansias su llamada.

Llego a mi apartamento un poco antes de las dos de la tarde. No pude conseguir una caja, así que tuve que meter todas mis pertenencias dentro de mi maletín grande. Está tan abultada que tengo que sostenerla frente a mí como un canguro para que nada se salga. « Como un bebé». Me estremezco de tan solo pensarlo. Odio a los bebés. O sea, sé que suena mal, pero nunca quiero ser padre. Dios sabe que mi propia madre fue un ejemplo lo suficientemente malo como para descartar la idea para siempre. Dios, la propuesta que ese tipo me hizo fue la cosa más loca que he vivido. Y eso es decir mucho, considerando que me enteré hace dos semanas que mi papá trató de realizar la estafa piramidal más grande desde Mado .

—¿Ta? —llama mi papá con voz desesperada—. Ta, ¿eres tú? —Mi papá dobla la esquina del vestíbulo y su rostro se llena de alivio—. Gracias a Dios. ¿Por qué no contestabas tu celular? —Lleva pantalones de pijama y una camiseta manchada con la salsa del espagueti de anoche. Parece una caricatura del hombre que solía ser. Lo miro con confusión.

—Seguramente me quedé sin batería. ¿Qué sucede, papá? —Dejo caer mi maletín con un fuerte golpe.

Él cierra la distancia entre nosotros y me atrapa en un abrazo de oso.

—También te llamé a la oficina, pero nadie contestaba. No sabes lo preocupado que estaba.

Me aprieta aún más. « Vale...». Mi papá y yo somos unidos, pero no solemos demostrarnos afecto físico. No puedo recordar la última vez que me abrazó.

—Me despidieron. —No tenía sentido andarse con rodeos. A diferencia de él, yo no puedo pretender que todo está bien cuando, en realidad, se está yendo a la mierda. Él da un paso atrás.

—¿Qué? ¿Por qué? Si eres el mejor gerente de cuentas publicitarias que han tenido en años.

Le clavo la mirada. Nunca había escuchado esa clase de elogios de su parte. Entonces dejó salir un suspiro.

—Papá, yo... —¿Cómo le digo al padre que siempre he querido impresionar que me despidieron del trabajo de mis sueños por su culpa? ¿Por llevar el apellido Nannakun? Él agita una mano, para luego pasarse la misma por el cabello. — Nada de eso importa ahora mismo. Tenemos problemas más grandes. Todo está...

El Virgen y la Bestia || JeffTa Where stories live. Discover now