Una Chica Diferente

21.4K 900 93
                                    

Hacía un calor del infierno. Todos sudaban a cántaros mientras intentaban seguir sus rutinas de verano, salir a la playa o ir a una cabaña en los bosques, lo que fuera mientras estuvieran lejos de la sofocante civilización. De no ser que Lucy estaba dando a luz, ella y su esposo, Richard, hubieran salido a un pueblillo ubicado fuera de la ciudad, donde unos años atrás habían comprado una casa simple para alejarse de todos sus problemas por al menos unas semanas o un fin de semana. Un lugar tranquilo con vistas hermosas que la madre primeriza visualizaba mientras sentía un dolor inconmensurable, llevaría a su hija ahí.

La ventilación en el hospital era terrible, los ventiladores viejos ya no funcionaban y los nuevos estaban descompuestos; el personal caminaba de un lado a otro, atendiendo a las pobres personas que habían sufrido repentinos golpes de calor y a las que habían enfermado de alguna de las miles de enfermedades existentes. Se escuchaban lamentos y gritos, sollozos y llantos, el hospital nunca se había escuchado así. Richard se preguntaba como era que los médicos y enfermeras soportaban todo eso, pues al verlos pasar de puerta en puerta y pasillo en pasillo, se les veía calmados. Un apretón de mano fuerte de parte de su esposa le sacó del trance.

—Todo estará bien, cariño. —dijo intentando calmarla. Ella no respondió, ni siquiera lo había escuchado.

Terry, un veterano en atender partos, se encargaba de Lucy, quien gritaba del dolor que le producía su primera y única hija; le acompañaba una enfermera, lista para recibir a la bebé y hacer los procedimientos necesarios para tenerla segura. El proceso no estuvo fuera de lo común: gritos, llantos y apretones dolorosos de manos; palabras de aliento salían de la boca de la enfermera y de Richard. La bebé nació bien, todos sonrieron al ver lo bella que era, tenía una piel increíblemente blanca.

—Felicidades, Lucy. Es una bebé hermosa. —dijeron el doctor y la enfermera al mismo tiempo, después de atender a tantas madres ya se habían coordinado en dar la felicitación. Terry levantó a la bebé, la enfermera cortó el cordón umbilical y rápidamente la envolvieron en una sábana.

Sin embargo, la sonrisa del doctor se desvaneció en cuanto ella abrió sus ojos por unos segundos antes de volverlos a cerrar y seguir con su llanto. Unos ojos negros como abismos. Ese tipo de oscuridad que se ve en las noches más oscuras en los lugares más recónditos. —¡Por Dios! —gritó. Nunca, en sus años de servicio había visto algo igual, estaba aterrado. La enfermera se acercó, y al ver esos ojos inusuales, salió corriendo de la habitación balbuceando cosas ininteligibles incluso para ella.

—¿Qué le pasa a mi niña? —preguntó la madre asustada. El calor abrumador se había ido y una suave y reconfortante fría brisa entró por la ventana del cuarto, secando su sudor.

—¿Cómo se va a llamar? —preguntó Terry intentando formular la explicación de lo que estaba viendo. Se volvió hacia la puerta y gritó el nombre de la enfermera en lo que Lucy se decidía por un nombre. Ella se presentó disculpándose por su reacción, y procedió a bañar a la niña y hacer las pruebas de reflejos, salud y lo más intrigante: la vista.

—Anna, Anna Ezenerole. —respondió Richard al ver que su esposa no podía responder del susto. Se acercó al doctor, quien continuaba con las pruebas con ayuda de la enfermera y vio a la niña, esta ya tenía los ojos abiertos. Se asustó, sí, pero intentó no alarmarse para no preocupar más a su amada. Nunca había visto nada igual.

—¿Qué tiene Anna? —se limitó a decir, no estaba seguro si no podía dejar de verla porque era su hija o por lo peculiar de sus ojos.

Terry le tendió la bebé a Lucy, quien la recibió con manos y brazos temblorosos, y al ver sus ojos casi la soltó. Ella gritó, temerosa de que su hija fuera un demonio, pensamiento tonto que eliminó de su mente de inmediato.

La Chica De Los Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora