Capítulo 4: Problema. Solución.

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Retiró las lágrimas que bañaban sus mejillas y se culpó por haber llamado a su hermano.

―Tienes razón, soy mayorcita para arreglármelas sola; debo empezar a asumir las culpas de mis errores. Siento haberte llamado.

Estaba a punto de colgar cuando Nathan se apresuró en contestar.

―Espera, espera, ¡joder! ―Se masajeó la cabeza con nerviosismo―. ¿Qué vas a hacer, eh?

―No te preocupes por eso, no es asunto tuyo.

―Soy muy consciente, no tengo nada que ver. Debería hacer lo correcto y desentenderme de vosotras de una maldita vez, pero sabes que no puedo, ¿verdad? Por eso me llamas. Además, sabes que tengo dinero ahorrado, te lo dije, sería un ser despreciable si no te ayudara, ¿no es así?

―No, no... yo no he dicho...

―¡No me trates como si fuera tonto! ¿Sabes lo que me cuesta vivir con lo mínimo para ahorrar y poder saldar mis putas deudas? Y por si eso fuera poco, tengo la obligación moral de ayudarte, no podría vivir un solo día más si no lo hiciera.

―Nat, te comprendo, de verdad. Ojalá pudiera prescindir de tu ayuda, pero sabes que no puedo porque no tengo absolutamente nada. De todas formas no te preocupes, encontraré la manera, de verdad. Te llamo en cuento lo solucione, ¿vale?

―¡Espera! Joder... ―Volvió a suspirar―, pásate por mi casa, te prestaré dinero.

―Gracias, pero trataré de buscar otras opciones, ¿de acuerdo? Cualquier cosa te digo, Hasta pronto.

Judith colgó y él se quedó con el teléfono en la mano y una sensación de frustración increíble. Cerró los ojos unos segundos para contener las emociones, siempre sentía lo mismo después de hablar con ella.

―Nathan... ―susurró Jan, obligándole a guardar rápidamente el teléfono en el bolsillo y darse la vuelta.

―Perdona, ya nos vamos...

―Sí, claro. ―Frunció el ceño―. ¿Te ocurre algo?

Nathan negó con la cabeza y le dedicó una impostada sonrisa carente de emoción.

―Oye... sé que no es asunto mío. Normalmente, no me meto en estas cosas, pero si necesitas algo...

―Gracias, Jan, pero no necesito nada. ¿Nos vamos?

Jan asintió y acompañó a su empleado hasta el coche. Acostumbraban a ir en silencio durante todo el trayecto, Jan era poco hablador. A veces Nathan le hacía una pregunta o lanzaba algún comentario aleatorio para hacerle reaccionar, ese empeño de querer devolverle al presente cuando se ausentaba le recordaba a un amigo de su infancia, un amigo que siempre permaneció a su lado, incluso en los peores momentos, un amigo al que abandonó por el dolor que le suponía mantener el vínculo con el Jan del pasado. Después de ocho años y once meses todo su mundo seguía patas arriba, puede que el dinero fuese algo por lo que ahora no debiera preocuparse, pero en su fuero interno sentía que no había avanzado nada, seguía estancado, sumando minutos sin que en su vida se produjera algún cambio.

Desvió el rostro para mirar a Nathan que conducía en un silencio impropio y, sin saber muy bien por qué, quiso ayudarle. Por lo general era algo que no solía hacer, veía problemas a diario en la gente que le rodeaba, cosas normales carentes de importancia que debían solucionar las personas implicadas, después de todo, cada uno se labraba su propio futuro; a él nadie le había regalado nada, nadie le había ofrecido ayuda, por eso había aprendido a salir adelante por sus propios medios, trabajando con una enorme determinación y siendo sumamente cuidadoso en los detalles. Claro que eso era algo que mucha gente desconocía, al mirarle muchos pensaban que siempre había tenido una vida fácil, que no era más que un pijo con dinero acostumbrado a mandar. Solo él conocía la verdad, solo él había saboreado todas las capas amargas de dolor, había experimentado el vacío, la desolación y la pérdida más que cualquier otra persona de las que había conocido a lo largo de su vida.

JOTAWhere stories live. Discover now