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-Mamá, ¿te encuentras bien?- le preguntó al verlo pensativo - en que tanto piensas?

- En nada Yumeno, sólo... que no puedo creer que ellos hayan sido capaces de hacerme esto.

- No te preocupes Mamá, al fin lograste ver quienes eran en realidad.

Atsushi sólo asintió, había llevado a Yumeno a la plaza para despejar su mente y relajarse un poco, aún le cuesta creer que su compañeros fueran capaces de tratar de hacer de menos a su hijo.

Un sonido de una campana lo sacó de sus pensamientos, enfrente de ellos había una Iglesia, al parecer había una celebración.

-Vamos cariño.

-¿A donde?

-Iremos a la Iglesia, hace meses que no voy, nos hará bien.

Yumeno confundido asintió y agarró la mano de Atsushi, entraron a la Iglesia siendo recibidos por un coordinador, quien les entrego una cadela blanca a cada uno y les indicó donde podían sentarse, Atsushi agradeció y se fue hasta la primera banca a sentarse.

Al poco tiempo empezó la celebración, todo era tranquilo y alegre según el, se sentía tranquilo.

Yumeno no entendía nada de donde estaba o que estaba haciendo.

-¿Mamá, que se supone que estamos haciendo?

- Estamos en una celebración en donde guardamos respeto y alabamos a nuestro creador, quien fue que nos creo a todos nosotros.

-¿Incluso a mi?

-Claro Yume.

El sacerdote empezó una oración, Atsushi cerró sus ojos y Yumeno imitó su acción, pero un poco de cera le cayó   en sus manos, ya que tenían las velas encendidas, por reflejo se asustó y soltó la candela.

Sin querer la candela cayó en una en una cortina que llegaba hasta el suelo, agarrando fuego al instante.

Yumeno alertado por lo que causó intento apagar el fuego pisoteandolo, pero sólo hizo que el fuego se expandiera por el aire y agarrara fuego la siguiente cortina.

Atsushi sintió como olor a quemado le llegaba  sus fosas nasales, abrió sus ojos extrañado, y vaya sorpresa que se llevó al ver a su hijo tratando de apagar el fuego.

Yumeno agarró de vuelta su candela, pero le volvió a caer cera en sus manos que la volvió a soltar pero está ves calló cerca de los arreglos que había en una mesa.

El sacerdote se percató de ello y llamo a sus asistentes para que lo ayudarán a apagar el fuego.

Yumeno se acercó pero se tropezó con un estante que contenía veladoras encendidas, toda cayeron el la alfombra que se encontraba ahí, agarrando fuego.

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