—Perdón —susurré sonriente, igual que un niño travieso y luego le acaricié la mandíbula con mi nariz antes de dirigirme a su oído—. Hace rato que quería probarte.

—Ke-kevin, e-estás lo-loco. —Reí en bajo por su tono titubeante, resultaba más que obvio cuánto lo había disfrutado, pero su miedo seguía allí, enorme como un elefante a punto de aplastarlo—. Eso fu-fue de-demasiado a-arries, arriesgado.

—¡No inventes!, es de noche, estamos en un sótano y el auto tiene ventanas polarizadas.

Yo hablaba con el mismo tono travieso, pero él no dejaba de sacudir la cabeza en una ligera negación, así que decidí recurrir a la infalible mirada del gato con botas, acompañada de un puchero.

—¿Me porté mal? —Omar negó en silencio y yo continué—: ¿No te gustó? —Mi tontería bastó para sacarle una buena risa y volvió a halarme.

Me gustó sentir el calor y dureza de su cuerpo, sus fuertes brazos transmitían una sensación de... ¿seguridad? Quizás, cómo fuese, acarició mi nariz con la suya y luego juntó nuestras bocas otra vez.

Sus besos eran igual al sexo, lo juro; ardiente, pasional, posesivo y de verdad estaba loco por experimentar todo aquello con él, ese diez entre sus piernas me decía que la pasaríamos de maravilla.

—Claro que sí —respondió en bajo, completamente apenado—, solo no pases de cero a cien tan deprisa, soy nuevo en esto.

Le regresé una sonrisa al asentir y volví a probar sus labios. Su inexperiencia era encantadora, disfrutaba ser el guía, su maestro Jedi de las relaciones y el sexo homosexual.

Aunque no suelen gustarme mucho las barbas, las cosquillas que me producía la suya se sentían geniales, además que le iba de maravilla. Cuando vestía de terno, como aquella noche, lucía refinado y con mucha clase mientras que en modo casual con sus jeans desgastados y chaqueta de cuero, era el arquetipo de un bad boy. Sin duda, el tipo era excitante, no tenía la menor duda; de hecho, ese que habita mi ropa interior se había convertido en un mazo, concediéndome la razón.

—Ángel...

Tal nombre lo escuché en un susurro e involuntariamente temblé, abrí los ojos de la impresión y el hombre a mi lado dejó de ser Omar, se convirtió en un robusto moreno de cabeza rapada que me miraba con una macabra sonrisa ladeada «¡R!». Aquella sensación de seguridad se desvaneció en segundos, reemplazada por un escalofrío en la nuca que rápidamente se apropiaba del resto de mi cuerpo.

Intenté forcejear para alejarlo, pero no tenía la fuerza suficiente, en realidad, ni siquiera era mi cuerpo el que intentaba luchar, sino otro más pequeño y débil. Pese a no comprender, lo único claro en mi mente era que necesitaba salir de ese lugar, no quería tenerlo cerca y podía sentir mi corazón a un ritmo errático...

—Ángel...

—Dé-déjame ir...

—Quietecito, Ángel...

—¡Aléjateeeeee!

Me incorporé, temblando, podía escuchar mis latidos igual que un fuerte martillo al interior de mis oídos, todo daba vueltas y mi cabeza recibía un ataque punzante y constante, insoportable. Estaba empapado en sudor, miré alrededor y corroboré que me encontraba en la residencia estudiantil, a solas en mi recamara semi oscura debido a la persiana negra que cubría casi por completo la ventana, solo permitía el ingreso a escasos rayos de sol por un lateral.

—Una pesadilla —me dije en bajo y llevé ambas manos a la nuca mientras estiraba el cuello para intentar liberar algo del estrés acumulado.

Hacía muchos años que no soñaba, menos aún, tener que lidiar con pesadillas, pero desde un par de meses atrás no dejaban de asediarme y estaba seguro de que todo se debía a tal encuentro inesperado que, de cierto modo, pausó mi vida y la dejó en suspenso, a la espera de que algo horrible acabara de pasar.

Un Sugar boy enamorado  ||  #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora