Lyra Stone sabía perfectamente que hacía con su vida, después del tiempo en el que El Coronel Morgan la destrozó por completo, lo único que necesitaba era resurgir entre las cenizas y dejar atrás a la niña buena.
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Lyra Stone.
Londres, Inglaterra.
Los golpes al saco de boxeo se escuchan por todo el gimnasio.
Estoy sola y agradezco eso, necesito tranquilizarme.
Trato de mantenerme tranquila para que nadie sospeche absolutamente nada, dónde López se entera de la carta del alemán, estoy segura que andaré con por lo menos quince guardaespaldas siguiéndome a todos lados.
Estoy tan sumergida en mis pensamientos que no me doy cuenta de la presencia de otra persona.
Cuando menos me lo esperaba me veo atrapada entre los musculosos brazos de un hombre, no diferenció quién es pero lo delata el perfume.
«Enzo»
Sonrió cuando me aprieta aún más contra su torso.
— Que onda Amitzil? Hace mucho que no te veo— Ruedo los ojos, me ve todos las mañanas y noches en el penthouse.
— Me ves todos los días pulgarcito— Frunce el ceño mientras sonríe.
— ¿Qué clase de apodo es ese? Se te acabaron las ideas— Se burla del apodo haciendo que ruede los ojos.
— A veces llegas a ser un dolor de cabeza Fritz— Me suelta mientras me lanza un beso.
Me besa la frente en cuanto me gira, cuando alzó la mirada lo veo serio haciendo que me preocupe.
No entiendo el por qué de su cambio de actitud hasta que me deja ver el sobre que trae.
Trago grueso en cuanto me doy cuenta que sobre es, el sobre del alemán.
— Te encontró— Habla, mirándome— debo decírselo a López.
En cuanto se da la vuelta aprovecho para hacerle una llave y dejarlo contra el piso.
— Tu no vas a decir nada, mi amor— Hablo, haciendo que mis labios rocen los de él.
Frunzo el ceño cuando alguien se aclara la garganta, alzó la mirada y me encuentro a casi toda la élite mirando la escena.
Bingo.
Todos se mantienen en silencio haciendo que tanto Enzo como yo nos incorporemos.
Enzo me mira y no hace falta hablar para que yo sepa a lo que se refiere.
