Prólogo

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Los ojos oscuros de mi editora se me clavan desde el otro lado de la mesa como dos brasas que solo necesitan un pequeño soplo para prender de nuevo. Junto a ella, los dos jefazos se turnan para hablar, ajenos al intercambio mental que se está produciendo entre nosotras. Yo la conozco y sé que esta reunión terminará con la propuesta de un nuevo encargo por parte de la editorial. Ella me conoce y sabe que no quiero un nuevo encargo. Que no quiero seguir con esto. Casi puedo escucharla a través del hilo invisible que se ha formado entre nuestras miradas: «Acepta. Tienes que seguir aceptando. No puedes dejar pasar ninguna oportunidad».

Suspiro y observo el contrato que tengo delante, mi copia del último que firmé, concerniente a la novela que acabo de entregar. Ni siquiera lo he leído; no necesito hacerlo, no a estas alturas. Tengo otros tantos iguales en casa.

La reunión en las oficinas de Shelfie Publishing transcurre como siempre. Es media tarde y el sol se desliza sobre el negro brillante de la mesa como si también sufriera los efectos de la pereza que provoca estar en una reunión de forma meramente figurativa. Ari, mi editora, está satisfecha con mi último trabajo, Hijas de la sangre, y así se lo hace saber a nuestros superiores, que enseguida comienzan a hablar de estrategias de ventas y de posibles cubiertas e ilustraciones que luego tendrán que discutir con los demás departamentos. Se mueven delante de la pantalla proyectada, gesticulan, hablan y hablan y hablan; muy poco de lo que dicen tiene que ver con el libro que les acabo de entregar, y mucho con el nombre que lo firma. Que no es el mío, por supuesto.

En algún momento de mi abstracción mental, la conversación sobre Hijas de la sangre ha terminado y tanto mi editora como los peces gordos del consejo editorial han vuelto a recordar que existo. Mitchell, editor jefe, se dirige a mí y me felicita por mi trabajo hasta ahora mientras los demás me miran. Es un hombre tan estándar, tan básico, que parece un estereotipo de sí mismo: entrado en los cincuenta, blanco y con el pelo moreno cortado de la forma más anodina del mundo; siempre lleva camisa y pantalón de traje, va bien afeitado, tiene barriga cervecera y huele a tabaco. Puedo imaginármelo volviendo por las tardes a su casita en las afueras con un jardín impecable, donde le recibirán su mujer, un hijo, una hija y un perro. Todos saludando, sonrientes y perfectos. Hasta el perro.

Asiento con la cabeza de vez en cuando para que crea que de verdad estoy pendiente de lo que dice. Tras unos minutos, nos muestra varias gráficas de ventas y otras cosas relacionadas con el márketing que en realidad no me incumben. Yo ni siquiera debería estar aquí, mi trabajo termina en cuanto pongo punto final a la novela y reviso los cambios del equipo de corrección, pero a Ari le gusta implicarme en todo lo que tenga que ver con mis libros.

Mis libros. Ya.

No hay uno solo que lleve mi nombre.

—Bien —toma el relevo Nate, una vez Mitchell ha terminado de darnos palmaditas en la espalda a todos por nuestro excelente trabajo y un nuevo éxito (moderado) en librerías—. Tenemos un nuevo encargo para ti, Maggie.

Nate es otro Mitchell. Aunque es un poco más delgado y algo más alto, no deja de estar cortado por su mismo patrón. Podrían actuar de figurantes en cualquier serie de oficinas y nadie los miraría dos veces.

Levanto la cabeza hacia él, despacio e intentando que no se me note el hastío en la cara. A estas alturas los tres saben que estoy cansada de esta situación, así que solo espero a que continúe. Cuando vuelve a hablar, lo hace sonriendo:

—Hemos recibido una propuesta de parte de la representante de Robert Wayne.

Tardo unos segundos en procesar sus palabras, porque estoy segura de que he oído mal.

Las imágenes acuden a mi mente en carrusel, una detrás de otra, sin orden ni transición entre ellas. Retos ridículos de TikTok. Bailes estúpidos al ganar en algún videojuego. Horas y horas de charla insustancial, de vídeos de risa, de minijuegos desternillantes. Un chico de pelo decolorado, ojos amables y sonrisa radiante.

Por Dios.

Se me seca la garganta y siento el latido de mi corazón en los tímpanos. La sangre ha abandonado mi cuerpo y algo muy parecido al terror me encoge el estómago con un frío glacial. Parpadeo lentamente y me apoyo las manos en las rodillas para evitar que mis jefes se fijen en el temblor. Sé que esperan una reacción por mi parte, una propiciada por mi edad y por mi evidente relación con el mundo de Internet y las redes sociales. No quiero darles la satisfacción de saber que me estoy muriendo por dentro. Necesito mantener mi imagen de profesionalidad, necesito que vean que soy una buena apuesta y que cuenten conmigo para algo más que para escribirle libros al influencer de turno. Quiero publicar mis novelas, mis propias historias firmadas con mi nombre, y si me comporto como una cría nerviosa, como una fangirl, tengo los días contados aquí. La voz me traiciona y suelto un gallo cuando pregunto:

—¿Quién?


...............

Notas

¡Estoy de vuelta! Espero que os llame la atención cómo empieza esta historia y que os quedéis conmigo en mi regreso a Wattpad. Actualizaré todos los sábados, y prometo que los próximos capítulos serán más largos (este es solo la introducción). Un abrazo ♥.

Como si no te conocieraWhere stories live. Discover now