En el momento en el que iba a articular su nombre otra vez, una mano le cubrió la boca, ahogando el sonido.

―¡Ssshhh, soy yo! ―dijo una voz familiar en su oreja. Casi se le doblaron las rodillas por el alivio.

―No hagas tanto ruido ―le dijo mientras la soltaba para que pudiera darse la vuelta y enfrentarlo.

―¿Estás sangrando? ―inquirió Amanda, sosteniéndole por los hombros e intentando examinar su torso.

―Baja la voz, vas a despertarlas ―la regañó, mirando ha- cia las escaleras. Las habitaciones de las cuidadoras debían encontrarse en otra planta.

―¿Qué te han hecho? He visto sangre.

―Estoy bien, me he cortado el brazo intentando forzar la ventana de la habitación.

Amanda se inclinó hacia un lado para comprobar su bra- zo, que continuaba sangrando sin que él le hubiera dedicado atención alguna.

―¿A dónde te dirigías?

―A podar los setos de la entrada ―dijo mientras se exa- minaba la herida.

Amanda arrugó el entrecejo confusa. Su cabeza daba vueltas.

Callum puso los ojos en blanco, pero enseguida esbozó una sonrisa.

―¿A dónde crees que iba, rubita? A buscarte ―explicó con lógica―, pero mientras bajaba las escaleras para probar las ventanas de la primera planta, te escuché llamarme como una posesa. ¿Es qué quieres que me asesinen, Amanda? Ahora que las votaciones nos han fallado, tenemos que fingir mejor que nunca. No pueden descubrir que soy inmune, o me mata- rían como tú misma señalaste.

El corazón de Amanda se contorsionó de dolor dentro de su pecho. ¿Cómo podía un pensamiento lograr un dolor físico tan real?

―Durante los dos días que me tomará volver a «infectar- me» debo permanecer aquí y fingir la charada. Tú también debes hacerlo hasta que me permitan volver a casa..., ¿estás llorando?

Amanda no podía arriesgarse a tener esa conversación ahí y ser descubiertos. Necesitaban ocultarse en el bosque cuanto antes. Necesitaba un poco más de tiempo antes de revelarle a Callum la terrible verdad que la estaba envenenando. Por esa razón, en lugar de explicarle a que se debían las lágrimas que inevitablemente habían empezado a descender por sus meji- llas, lo agarró de la mano, y tiró de él hacia la salida.

―Ahora no puedo explicarte nada ―le dijo, cuando el chi- co se mostró un tanto remiso a caminar―. Callum, tenemos que marcharnos de aquí inmediatamente.

En ese momento escucharon el chirrido de una puerta al abrirse. Y unos pasos que se aceleraron por las escaleras.

―¿Callum? ―llamó una voz madura de mujer.

La sangre de Amanda se heló. Si perdía su única oportu- nidad de sacar a Callum de allí, lo perdería también a él para siempre.

Tiró del muchacho desesperadamente y él pareció com- prender su urgencia porque al fin se movió raudo.

―Vamos, Leopoldo, busquemos a ese bribón ―decía la mujer mientras bajaba las escaleras.

―¿Qué ocurre, Margaret? ―exclamó otra voz adormilada.

―Es el mocoso otra vez. Está levantado y dando guerra. Ya no escucharon más, porque saltaron por la misma ven-

tana por la que Amanda había entrado. Corrieron hacia el

bosque y no se detuvieron hasta llegar al lugar donde había dejado a Astilla amarrado a un árbol.

El caballo se encabritó un poco al notar el nerviosismo de ambos, pero Amanda le susurró dulces palabras mientras le daba golpecillos en el cuello.

―¿Por qué a mí nunca me hablas así? ―bromeó Callum a su espalda.

Sin volverse a mirarlo, sonrió con tristeza. Lo había echa- do de menos, y solo había pasado un día alejada de él. Se preguntó si continuaría bromeando cuando le revelara que no era inmune a la bacteria.

Se auparon a lomos de Astilla. Amanda llevando las rien- das pues Callum nunca antes había montado al galope.

―¿Para qué es todo esto? ―inquirió él, refiriéndose a las bridas cargadas del caballo.

―Son provisiones ―explicó, mientras lo ponía en mar- cha―. Vamos a viajar por el bosque.

―¿Hacia dónde? ―continuó Callum. Podía distinguir la sorpresa y la confusión en su voz.

―Hacia Horsham.

―¿Qué hay en Horsham que nos interese?

Amanda se removió incómoda en la montura. De momen- to, lo único que le preocupaba era adentrarse en la zona más profunda y menos habitada del bosque y pasar la noche allí. Todo lo demás, no importaba.

Un Siervo para Amanda (El Ángel en la Casa)Where stories live. Discover now