El muchacho comenzó a forcejear de inmediato y tras libe- rar uno de sus brazos, le asestó un golpe a uno de los hombres, que reculó tambaleante.

―Aron, Henry, Thomas, ¡aprésenlo! ¡Aten sus manos!

―ordenó una de las mujeres, provocando que el resto de los siervos se abalanzaran sobre Callum hasta reducirlo.

―¡¿Qué hacen?! ¡¿Por qué lo retienen?! ―chilló Amanda, haciendo amago de atacar a las mujeres. Antes de llegar hasta ellas, uno de los siervos la rodeó con sus brazos para inmovi- lizarla. Se trataba de uno de los policías sordos, y nada de lo que Amanda le berreó surtió efecto.

―¡Ordénales que paren! ―chilló llena de miedo y rabia por no poder moverse.

―Tranquilízate, muchacha, no van a hacerle daño ―ase- guró una de las mujeres.

Eso logró tranquilizarla un poco.

―¿A dónde se lo llevan? ―volvió a gritar.

Su madre se acercó a ella y depositó una mano sobre su hombro.

―Querida, no van a hacerle daño y vamos a devolvértelo.

Amanda exhaló una bocanada de aire, aliviada —dígale que la suelte —le pidió su madre a la policía que se comuni- caba con los siervos sordos mediante lenguaje de signos.

Notarse libre junto con la serenidad de su madre logró rela- jarla. Al menos hasta que escuchó el resto de lo que su madre tenía que decir.

—Lo traerán de vuelta en cuanto vuelva a infectarse.

Al menos entendía lo que estaba ocurriendo. Habían ave- riguado que no estaba infectado y se lo llevaban para solu- cionarlo. Pero Callum era inmune. ¿Qué ocurriría cuando se dieran cuenta de ello? ¿Lo ejecutarían?

―¿Has sido tú? ―se volvió para chillarle a su hermana―.

¿Tú se lo has contado?

Su hermana, que estaba llorando, movió la cabeza para ne- gar la acusación pero Amanda no le creyó. Alargó una mano para sacudirla por el hombro.

―¡Lo he perdido por tu culpa! ―le dijo con todo el odio que pudo conjurar. Sentía que su garganta picaba con veneno listo para salir.

―Ya está bien, Amanda ―gritó su madre con voz firme―. Tu hermana no tiene nada que ver con esto. Deja de dramatizar, por- que van a devolvértelo en tres días, en cuanto vuelva a infectarse. Ese es el tiempo que tarda su cuerpo en eliminar el antídoto.

«¿Antídoto?»

Su madre creía que Callum había tomado el antídoto, y que por eso no estaba infectado. En cuanto descubrieran que no se trataba de eso, lo matarían. A no ser que Callum fingiera su pa- pel tan bien que no lo descubrieran. Ojalá se le ocurriera hacer eso. Tenía que hablar con él y decírselo. Aún había esperanza.

―Lo has hecho muy bien, querida niña ―continuó Mary―. El experimento ha sido todo un éxito gracias a ti. Elegiste al muchacho correcto. Sabía que lo harías. Lo guar- daste en secreto, lo que también sabía qué harías. Conozco bien a mi hija.

―¿Qué? ―preguntó con la sangre helada. Lo que acababa de escuchar desmoronaba todas sus teorías―. ¿De qué estás hablando?

Mary apretó los labios, como si la creyera obtusa.

―Con las votaciones tan cerca, tenía que pensar en algo que demostrara a las defensoras de la liberación masculina que los hombres siguen siendo peligrosos. Entonces, se nos ocurrió la idea de despertar a uno de ellos, y qué mejor que hacerlo aquí mismo en mi casa, donde pudiera observar las consecuencias y reportarlas al mundo. Por eso decidí llevarlo a cabo durante tu ceremonia. Por ello insistí en que escogieras al más fuerte, pues ya había conocido a Callum, el elegido para el experimento, y quería que fueras tú quién se lo llevara a casa. Y lo has hecho perfectamente, Amanda. Gracias a ti, hemos podido reportar al mundo las heridas que Callum te ha infligido, los problemas en los que te ha metido y su ata- que a Oscar conducido por sus celos. La conducta violenta y descontrolada del muchacho, típica de los hombres, nos ha dado la llave para convencer a las votantes del infierno que supondría despertar a los siervos. Gracias a ti, el resultado de la Gran Votación será un no rotundo a la liberación masculina.

Amanda se tapó la boca con una mano y se dobló sobre sí misma sin poder creer lo que escuchaba. Hubiera caído al sue- lo de no ser porque ya no recordaba cómo moverse. Su cabeza daba vueltas y vueltas.

―Pero Callum es inmune ―murmuró―. Porque ha estado en contacto con otros siervos y no ha vuelto a contagiarse.

―Eso es porque a cada tres días le administramos el an- tídoto. Comenzamos una semana antes de la ceremonia, con la ayuda de una de las trabajadoras del Andrónicus que sabía del experimento, y encubrió las primeras indiscreciones de Callum, hasta que el muchacho aprendió a fingir. Y yo misma se lo he administrado en esta casa. Sin él, Callum volverá a infectarse y entonces tendrás a tu sirviente de vuelta. Eso sí, esta vez será dócil y sumiso y no volverá a darte problemas. Cuando vuelvas a verlo, hija, te prometo que Callum será como cualquier otro siervo.

Un Siervo para Amanda (El Ángel en la Casa)Where stories live. Discover now