Capitulo 2

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Esa tarde, una lluvia repentina pero duradera arruinó mis planes de aprovechar los últimos días de calor al aire libre. Mi padre estaba allí, pero casi que no estaba, como siempre. El único ruido que se sentía en toda la casa, era el de las gruesas gotas pegar contra las ventanas.

Algo aburrida de tanta tranquilidad, suspiré y me levanté de la silla en la que estaba sentada. En frente mío, mi padre no pareció inmutarse. Solo continuó leyendo su libro en silencio. Vagué por la sala mientras prestaba atención a los detalles de las paredes y las decoraciones. Casi una semana allí, y aún no me había tomado el tiempo para hacerlo. Era una casa vieja, pero no antigua. Tal vez de una o dos generaciones antes que nosotros. Las paredes blancas eran muy blancas, señal de que posiblemente habían sido pintadas hace poco. Pero una mancha de humedad casi tapada por el único cuadro allí colgado, dejaba en evidencia que el pintor no había sido muy prolijo a la hora de realizar su trabajo. El piso era de baldosa gris. No muy pintoresca, pero tampoco desagradable. La mayor parte de estas estaban ocultas por una alfombra redonda color beige que ocupaba el centro de la habitación. Entre los dos ventanales grandes que mostraban una vista perfecta del camino de entrada, se encontraba una pequeña chimenea de piedras. Tan limpia, que parecía haber sido usada contadas veces. En frente de esta, casi en el medio de la habitación, había un pequeño sillón rojo que le daba un toque de modernidad al lugar. Una mesa con cuatro sillas de madera, y el escritorio ocupado por mi padre casi unas catorce horas por día, estaban contra otra de las paredes, junto a la puerta de entrada, en paralelo con la puerta que dividía la sala de la escalera al segundo piso.
En frente de la escalera estaba la puerta que llevaba a la cocina, por lejos, la habitación más grande de la casa. A simple vista, dos habitaciones del tamaño de la sala entraban en esa cocina.

En el segundo piso se encontraba un pequeño baño y tres habitaciones: la de mi padre, la mía, y una tercera sin ventilación y con un olor a humedad que utilizábamos para guardar algunas cosas sin valor, sabiendo que en solo unos meses estarían imposibles de volver a usar.
La casa no era particularmente grande, pero estaba bien.

Mi lugar favorito sin ninguna duda, era el exterior. La casa no contaba con puerta trasera, así que era necesario salir por la puerta de entrada y bordear la casa para llegar al fondo. No había mucho, solo un banco de piedra algo rústico y desgastado por la lluvia. Pero la vista y la tranquilidad que ofrecía ese lugar era única: los árboles tapaban el horizonte, y el cielo parecía infinito. No se veían más casas, ni nada que indicara la presencia de otra gente además de nosotros. En mi apartamento de antes, era imposible tener un solo minuto de completo silencio. La ventana de mi dormitorio daba hacia una avenida bastante concurrida, por lo que el ruido del tráfico era una completa pesadilla. La zona era bastante céntrica, y además, había un club deportivo a solo una cuadra del edificio. La cantidad de gente que pasaba a unos metros de mi hogar a diario, era incontable.
Aquí lo único que sacaba a uno de su concentración, era el cantar de los pájaros que se escuchaba de vez en cuando desde algún árbol cercano.
Y bueno, ahora la lluvia... La molesta e interminable lluvia.

Miré por uno de los ventanales de la sala, el cielo no parecía aclarar. En realidad, la oscuridad de la noche se acercaba de la mano de unas nubes negras que amenazaban con que seguiría lloviendo unas cuantas horas más.
-Me voy a preparar unas tostadas. ¿Te hago para ti? - Me giré casi extrañada por escuchar la voz de mi padre. Me giré para observar al hombre que aún sentado en su escritorio, me miraba esperando mi respuesta.
-Sí, gracias papá - Le contesté. Él solo se levantó de su asiento y se fue hacia la cocina sin hablar más.

La mañana siguiente fue bastante similar. Ya no llovía, pero había refrescado bastante. Así que después de una taza de café (preparado por mi, porque mi papá había tenido que irse a trabajar temprano), me puse un buzo de abrigo antes de salir en bici a la escuela. Al llegar, otra vez tuve el sentimiento de no encajar, y en la segunda clase terminé de estar segura.
-Conseguí algunos libros originales para prestarles. -Comentó la profesora orgullosa, sacando de una bolsa unos cuantos ejemplares de un libro amarillo que decía "Producción y Sanidad Animal". -Solamente tengo cinco. ¿Pueden agruparse de a dos? - Enseguida conté con la vista cuántos éramos en la clase. Nueve. Impares. -Uno para cada grupo. Y uno para ti, querida. -Me dijo con dulzura, poniendo delante mío un libro de unas doscientas páginas.
Había quedado sin compañero para compartir.

Pero si eso ya de por si parecía malo, para la tercera y última clase del día decidí cambiarme de lugar. No sería la chica solitaria otra vez. Intentando no parecer desesperada por interactuar, adelanté mi silla varios metros quedando más cerca del escritorio del profesor.
El nombre del curso era "Alimentación", y ya eso debía haber sido un claro indicio del tema del que se iba a hablar. Agarré un cuaderno nuevo de mi mochila, y me dispuse a hacer la carátula de la asignatura.
ALIMENTACIÓN
Olivia Luna
Escuela de Producción Agrícola Ganadera
-...es por todo esto que nos encontramos frente al mayor costo de producción existente en nuestros sistemas ganaderos, que es... -Y se acercó a mi, mirándome fijamente y aguardando mi respuesta. El terror del silencio se apoderó de mis 60 kilos.
-¿La leche que sale de los animales? -Pregunté tímidamente. El silencio de los próximos segundos me respondió que mi respuesta había sido errónea. Alcancé a ver qué un chico sacudió su cabeza, y me fue suficiente para que la cara se me pusiera color rojo fuego.
-Nos referimos a la alimentación -Dijo el profesor, y señaló con su lapicera el título de mi cuaderno que había escrito hace un par de minutos atrás.

Cuando la clase terminó, fui la primera en agarrar mis cosas y salir casi corriendo del salón. Esta vez no me interesó buscar charla ni amigos. Solo me reencontré con mi bicicleta y desaparecí.
-Alimentación. -Me dije en voz alta. Y como si la palabra me hubiese generado algo, comencé a llorar, mientras el viento golpeaba mi cara y me secaba las lagrimas que iban cayendo.
Me sentía sin rumbo. Necesitaba un abrazo de mi mamá, y alguna broma de mi hermano Juanchi para hacer que aquel momento fuera menos pesado. Hasta discutir con mi hermano Agustín, con el que pasábamos peleando la mitad de nuestro tiempo juntos, me hubiera hecho bien. Al menos hablaría con alguien.

Llegué a mi casa y abrí la portera de la manera que había aprendido el día anterior. Cuando estaba volviéndola a cerrar, vi que una figura conocida caminaba por un costado del camino de tierra. Antes de identificarla, esta corrió la cabellera de su cara, y alzó su brazo izquierdo.
-¡Olivia! -Me saludó Bianca de forma alegre, mientras se redireccionaba para acercarse a donde estaba yo.

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⏰ Last updated: Apr 16, 2023 ⏰

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BiancaWhere stories live. Discover now