Cap. 29 Abrazos

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—Perdóname, por favor —le dice el chico cuando Ellen le invita a pasar. Deja la compra sobre el banco de la cocina y le pregunta:

—¿Quieres tomar algo? 

—No, gracias. Solo he venido a hablar contigo. Necesito que me perdones.

—Yo también quiero que me perdones. Tampoco he sido honesta contigo —confiesa Ellen.

—Oh, no, por favor, no compares. Yo me comporté como un auténtico  cretino, y estoy profundamente arrepentido. Nunca me había pasado algo así. Y nunca te habría hecho daño.

Ellen baja su vista hacia el suelo. Ha querido olvidar todo lo que ocurrió aquella noche. No lo ha conseguido, pero al menos sí que ha logrado apartar esos recuerdos a un rincón escondido de su memoria. Y no quiere que salgan de nuevo ni que afloren las emociones que los acompañan.

—Ellen, yo... —Jared se acerca un poco más e ella y pone las manos sobre sus hombros— creí que habíamos conectado. Sentí algo muy especial por ti. Y pensé..., pensé que tú también sentías algo. ¿Me equivocaba?

Ellen aguarda silencio. No sabe qué responder, pues a ella también le ha costado identificar, reconocer sus propios sentimientos. Pero los días que ha tenido para desconectar, reflexionar y analizar lo ocurrido, le han servido para reconocer que no se le da bien interpretar un papel que no le corresponde. 

Se ha dado cuenta de que estaba cansada de fingir, de actuar con cautela, de no ser ella, libre, natural, siempre con una sombra de duda a sus espaldas. Así que, toma aire y, sin cambiar su posición, levanta su mirada hacia Jared y comienza a hablar:

—Siento todo lo ocurrido. De verdad, Jared, me dejé llevar por las emociones, por un impulso irracional, al que ahora no le encuentro ningún sentido. Creo que en ningún momento llegué a ser yo misma. Todo era muy confuso. Yo estaba confundida. Me confundí cuando pensaba que tú habías abusado de Laia. Me sentí muy confundida cuando empecé a conocerte, y luego pensé que me había equivocado contigo cuando...

—No lo digas, por favor —la interrumpe Jared, acercándose un poco más a ella—, ojalá pudieras olvidar esa parte. Sé que lo estropeé, pero créeme si te digo que no sé lo que me pasó. Lo que sentía estando contigo, lo que siento estando contigo no lo había sentido nunca.  Cuando mi hermano me contó que tú serías el cebo, solo pensaba en protegerte. No podía ni imaginar que ese mal nacido te pusiera una mano encima...

—¿Tu hermano te dijo que yo sería el cebo?

—Sí, lo había organizado todo con la policía. Yo sabía que estarían preparados para actuar, igual que Caleb, pero tenía miedo de que te pasara algo. Estaba muy nervioso y temía que ese hombre descubriera que todo era una trampa. No quería que sospechara nada y luego..., enloquecí. No sé que me pasó, de verdad. Yo...

Ellen ha dejado de prestarle atención. Está frente a él, pero ha dirigido la mirada levemente a un lado, sumida en sus pensamientos. Algo de lo que Jared se da cuenta:

—Ellen, ¿qué pasa? Tienes que creerme, me crees, ¿verdad? Ellen...

—Sí, te creo, no pasa nada —responde Ellen, mientras se da la vuelta para tomar un vaso de agua. Solo puede pensar en que Caleb había tramado todo el plan, en que le había dicho a su hermano que ella sería el cebo. Y eso le duele.

Jared aguarda en silencio. Había ido hasta allí con la esperanza de que pudieran arreglar las cosas y recuperar esa complicidad que él había creído tener, antes de que todo se torciera por su culpa. Pero esa esperanza estaba desapareciendo.

Tendría que resignarse, aunque le costaba. Tal vez, debía de dejar que pasara algo más de tiempo, dejar que se curaran las heridas, que los malos recuerdos se olvidaran. 

El entrenadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora