Cap. 5 Concéntrate en tu cadera

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—Sigamos —le dice Caleb, extendiendo de nuevo su mano para ayudarla a levantarse. Pero Ellen se siente demasiado ofendida y orgullosa como para aceptarla, así que se pone de pie con la ligereza que le permiten sus cansados músculos.

Caleb espera a que Ellen esté frente a ella y se acerca hasta ponerse a medio metro de distancia. 

—Veamos cómo van tus puños. Pégame —le dice. Ella se queda mirándolo y aprieta los dientes. En ese momento, la verdad es que le gustaría tener la fuerza suficiente como para tumbarle de un puñetazo. Pero ya ha podido comprobar la habilidad que tiene su contrincante, así que es consciente de que, posiblemente, no consiga ni rozarle.

—¿Dónde? —le pregunta.

—Donde quieras. 

Coge impulso y lanza su brazo con toda la fuerza que tiene, hacia la cara de Caleb, quien levanta su brazo rápidamente y envuelve el puño de la chica con su mano. 

—Con el otro —le indica, sin soltarle el puño.

Esta vez, Ellen apunta a su abdomen, pero Caleb responde con el mismo gesto. 

—Otra vez — le dice, sin inmutarse, y le empuja ambos brazos hacia atrás con fuerza. 

Repiten la misma acción varias veces, hasta que Caleb le sujeta ambos puños, se detiene  y le dice:

—Vale. Ahora no te sutejaré, solo frenaré tus golpes. Así que, prepárate para el impacto contra tus antebrazos. No dejes de golpearme hasta que yo te lo diga.

—¿Golpearte? —pregunta Ellen en tono burlón —: Todavía no te he rozado.

—Esa palabra me gusta; todavía. Eso significa que esperas poder hacerlo algún día, bien. Vamos, fija tus pies en el suelo. Primero un brazo y luego el otro, sin parar. Empieza.

Ellen obedece y comienza a lanzar sus puños alternativamente, mientras Caleb va despejando sus golpes con movimientos certeros, impactando sobre los antebrazos de la chica, que al poco tiempo, empieza a sentir doloridos. 

Cada vez lo hace con menos fuerza, debido al cansancio y al dolor, pero Caleb le insta a que siga:

—Concéntrate en tu cadera. La fuerza tiene que salir de ahí. Deja los pies anclados al suelo y gira levemente la cadera en cada golpe. Te dará más fuerza —Caleb le va dando instrucciones sin dejar de detener sus golpes. 

El sudor comienza a caer por el rostro de Ellen, donde se van reflejando las muestras de dolor con cada impacto. 

—Aprieta el abdomen. Endurece tus piernas. Agárrate al suelo con los pies. Impúlsate con las caderas —sigue mandando Caleb. 

Ellen siente que empieza a faltarle el aliento. El dolor en sus brazos es cada vez más intenso. Necesita parar y beber agua, está sedienta. Quiere parar, pero no dice nada. Sigue lanzando sus puños casi sin fuerza, aunque Caleb sigue respondiendo a sus ataques con la misma intensidad, enviando los brazos de la chica hacia fuera, con mayor fuerza de la que ella los lanza. Por un momento, cree que va a perder el sentido. 

—Muy bien. Bebe agua —le dice de pronto.

Ellen se queda un momento allí de pie, luchando por no dejarse caer al suelo. Tras recuperar un poco el aliento, se dirige lentamente hacia su bolsa y empieza a buscar en su interior:

—Mierda... —exclama Ellen, al comprobar que se le ha olvidado coger una botella —: He olvidado traer agua.

—Venga, pues sigamos. 

—Necesito beber, ¿no hay agua aquí, una máquina o un grifo? 

Caleb la mira y levanta una ceja. Sin decir nada, se acerca a su mochila y saca una botella de agua, que le lanza desde la distancia.

El entrenadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora