Capítulo 1

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—Spenser y yo lo hemos dejado.

Sentí una liberación tremenda nada más soltarlo. Sin embargo, a los pocos segundos se le sumó la congoja. Le di un buen trago a la cerveza que tenía delante y descubrí la sorpresa en los ojos de Summer. Era la primera vez que decía aquello en voz alta. La realidad escocía, sabía a fracaso.

Suspiré y me refugié en los ojos de mi mejor amiga.

—¿Qué ha pasado?

— Nos seguimos queriendo, pero no estamos en el mismo punto — respondí, y noté la pena subirme por el pecho —. Queremos cosas diferentes.

No pude evitar que los ojos se me inundaran de lágrimas y Summer abandonó su asiento al notarlo. Me abrazó con fuerza y me besó en la frente.

—Siento no haberme dado cuenta de que lo estabas pasando mal— masculló antes de enjuagarme las lágrimas con las manos temblorosas—. Te quiero mucho.

—No te pongas cursi— repliqué, decidida a quitarle hierro al asunto.

Odiaba llorar en público. Dibujé una sonrisa repleta de intenciones con los labios. Llevaba semanas estando triste y no quería seguir con lo mismo. Lo cierto era que ya había pasado el luto. Mi ruptura con Spenser se había prolongado demasiado en el tiempo. Habíamos luchado contra lo inevitable, pero muy en el fondo sabíamos que el final estaba cerca. En mi cabeza, había vivido este momento más veces de las que me gustaría admitir.

A veces nos empeñamos en continuar en relaciones destinadas al fracaso. Estar con alguien que ya conoces es cómodo. El hecho de que esa persona no sea para ti, no implica que no la quieras. Por ese motivo resulta difícil dejarla ir, sobre todo si la relación es sana y se basa en la confianza y la comunicación.

Spenser había sido mi novio y mi mejor amigo durante los últimos años. Habríamos podido seguir juntos, crecer y vivir una bonita vida. Habría sido fácil. Habríamos sido felices. Pero habría sido conformarse.

— Ya sé cómo puedes compensarme — dije para dejar de pensar. La decisión estaba tomada, pero escocía—. Hoy vamos a beber hasta que caigamos redondas.

Hice que su copa brindara con la mía y me bebí su contenido de un solo trago. Me levanté y me balanceé hacia la barra sin que Summer me respondiera. El camarero alzó las cejas al verme llegar. Supuse que las dos cervezas que me había bebido en tiempo récord eran evidentes en mi expresión.

—Dos más, por favor.

— Yo me encargo, Zack — intervino un segundo camarero, por lo que este último se retiró y se dispuso a atender a otros clientes.

Observé de soslayo al recién llegado. Era alto y el jersey que llevaba evidenciaba su buena forma física. Se me puso la piel de gallina cuando me miró brevemente a los ojos. Los suyos eran de un azul intenso, vivo, casi paralizante.

Dejó las dos copas llenas sobre la barra y me dijo secamente el importe a pagar de las consumiciones.

—Me suena tu cara — no dudé en confesar, y le dediqué una sonrisa descarada. Saqué el móvil y le indiqué que necesitaba pagar con datáfono.

Me acercó el aparato e hice el pago con el dispositivo. Su mirada viajó fugazmente a mis espaldas y la seguí sin atisbo de duda. Summer seguía en la misma posición. No parecía haber reparado en nuestro escrutinio.

Lo enfrenté de nuevo con la mirada y lo estudié con más atención. Era difícil a simple vista distinguir el tono tanto de su pelo, como el de la barba que cubría su mentón. Lo llevaba meticulosamente recortado, raso. Sin embargo, si lo contemplabas de cerca se podía descubrir que era de un castaño claro, o rubio oscuro.

Efecto caleidoscopio [3]Where stories live. Discover now