Capítulo 5

508 35 5
                                    

Me bajé del taxi y me quité las gafas de sol antes de abandonar el vehículo. Al alzar la vista, no pude evitar sentir una ternura infinita en el pecho. Había pasado parte de mi niñez jugando en aquella casa. Esta se encontraba a las afueras de Londres, en el municipio de Mitcham.

— ¿No piensas entrar?

Sonreí con ganas al divisar a la emisora de aquella pregunta. Ava era como una madre para mí. Había estado con mi padre durante casi seis años. Se separaron cuando yo cumplí los quince, pero nuestra relación no acabó en ese momento. Nos veíamos muy a menudo y era una de mis personas favoritas en el mundo.

Caminé en su dirección y la abracé. Era muy menuda en comparación a mí, pero era capaz de acallar a cualquiera con una mirada. Podía resultar muy intimidante cuando se lo proponía.

— ¿Qué hay para desayunar?

Tras separarse de mí, me dio un golpe leve en el brazo.

—¿De dónde has sacado esos modales? — me soltó en tono de reprimenda —. Buenos días.

Rodé los ojos y contuve una carcajada. Quizás yo era la única persona a la que le consentía los actos de descaro. No tenía ni hijos, ni sobrinos, ni hermanos. Sus padres murieron siendo yo muy pequeña, por lo que yo era casi su única familia.

— Buenos días — repliqué tras sacarle la lengua.

Alzó la vista al cielo y negó con la cabeza, pero me dedicó una sonrisa a continuación.

— Vamos — me pasó un brazo sobre los hombros y me guio hacia la entrada de la vivienda —. He preparado huevos, judías, bacon y té. Tienes que explicarme qué es tan urgente como para que me saques de la cama un domingo a primera hora.

El delicioso aroma a comida recién hecha invadió mis fosas nasales nada más cruzar el umbral de la puerta. Se me hizo la boca agua. Al llegar a la cocina, vi que Ava ya se había encargado de poner la mesa.

— Eres la mejor.

— Y tú eres una embaucadora de primera.

Cogió la taza que tenía delante y me sirvió una generosa cantidad de té. Luego, hizo lo propio con mi plato. Esperé a que ella se hubiera servido antes de entrar en materia.

— Tengo una pregunta — dije tras unos minutos.

Sus afiladas pupilas azules se clavaron en mí al instante. Me estaba analizando. A fin de cuentas, había trabajado como policía durante gran parte de su vida. También había sido instructora en una academia que formaba a guardas de seguridad y a escoltas. Ahora dedicaba sus últimos años antes de jubilarse a ser detective privado.

— ¿Vas a volver a pedirme que investigue a un pobre crío de instituto? — me soltó sin reparos.

Contuve una carcajada. Hacía años, un compañero de clase se había metido con Summer y le había pedido que descubriera y me desvelara sus trapos sucios para desarmarlo.

—Ya no estoy en el instituto — me limité a contestar antes de encogerme de hombros.

—Peor me lo pones.

Me mordí el labio inferior. Me tenía calada.

—Esta vez solo necesito que me digas si conoces a una persona.

Detuvo el movimiento de su mano con la taza en dirección a sus labios.

— ¿Una persona? — balbuceó. Luego alzó las cejas y dio un sorbo al té—. ¿Un chico? — El rubor cubrió mis mejillas de forma inesperada y bajé la mirada. Soltó una carcajada —. Creí que nunca viviría este momento — añadió —. ¿April Cowell poniéndose colorada por un chico?

Efecto caleidoscopio [3]Onde histórias criam vida. Descubra agora