Con cada golpe Apolo sentía que su arma no dañaba la de Eskol y eso no era buena señal, podía llegar a usar un par de trucos, pero el niño tenía agallas para enfrentarlo con unos cuchillos de caza, no iba a quedar con un estúpido chasqueando los dedos para usar artilugios baratos. Ese fue su error, porque Eskol tenía planeado uno de esos, uno que sabía le traería problemas, pero no se iba a contener para hacerle saber que lo que había hecho estaba mal, su padre había confiado en Apolo para casarse con su hermana y cuando debía protegerlo solamente se quedó mirando como Artemisa lo cazaba como un animal. Empezó a rodearlo mientras lanzaba estratégicamente flechas que le hacían perder el ritmo de sus movimientos mientras empezaba a concentrarse en el dios. Solo lo había intentado una vez con Atenea, había sido una mala idea, muy mala idea, de hecho, aún tenía una marca en la espalda por eso, pero debía saber si podía hacerlo.

—Es hora del momento vergonzoso —susurró mientras Apolo lo miraba con atención para ver que traía entre manos.

—¿En el que te rindes de una vez por todas? —no pensaba rendirse, aunque Apolo tuviera la espada en su cuello. Sabía que tenía una oportunidad, luego sería difícil. Entonces sintió la conexión, no dejo de disparar para que no se diera cuenta, pero supuso que, así como Atenea sería algo que no pasaría desapercibido asi que simplemente apresuró el paso. La sonrisa en la cara de Eskol y la carcajada que empezaron a soltar aún los dioses fue todo lo que necesitaba. Atenea lo miro con un poco de vergüenza porque sabía que lo había probado en ella antes, pero también se sintió orgullosa de que usara cada fibra de ingenio para vencer a su enemigo.

—Porque no miras tus pantalones —en cuanto se vio supo que Eskol iba a ridiculizarlo cuanto pudiera para vengarse, estallo en furia porque no iba a permitirlo, avanzó hacia él brillando en una luz amarilla veloz, pero todo se detuvo cuando escuchó la voz de Eskol. —Febo —eso lo detuvo en seco y como un holograma mal sincronizado la figura de Apolo se deformo en varias capaz ruidosa que hicieron retroceder a todos del susto. Los dioses sabían de qué se trataba, los más novatos no podrían entenderlo, pero era impresionante que Eskol usara eso en batalla. Al invocar la contraparte romana en un ambiente griego estaba generando un explosión de personificaciones en ese momento que hizo la cabeza de Apolo estallar en dolor que le impedía mantenerse de pie.

—¡Demonios! —le gritó a Eskol mientras se acercaba con sus cuchillos en mano, atento de cualquier reacción. Sabía que leer los textos en latín tendrían sus frutos, esta fue una de ellas.

—¿Qué pasa Febo? No puedes con tu cabeza —Eskol sabía que la única manera de provocar más errores y ganar era con la provocación, iba a ser errático y torpe.

—Me agrada este muchacho, tiene agallas —comentó Ares mientras el resto del Olimpo incluido Zeus lo miraban con admiración. Vencer no era solamente para los guerreros sino para los inteligentes. Estaba ganando en ese campo hasta el momento.

—Soy hijo de Percy Jackson, ríndete Apolo —el cuchillo de Eskol estaba apuntando la cabeza de Apolo y todos estaban extasiados al ver que uno de los suyo estaba venciendo a un dios.

—No lo haré —miró hacia Zeus, el dolor de cabeza lo estaba matando, pero Apolo no quería rendirse, sabía que era demasiado merito para ese niño con sus trucos, pero sentía que estaba perdiendo la batalla contra sus contraparte romana.

—Sigamos entonces —no llegaron más allá de eso cuando Apolo se desmayó y tuvieron que declarar vencedor a Eskol.

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Atenea no era feliz con esa situación.

Tener la aprobación para irse a misiones había sido uno de los días más felices de Travis quien no había dudado de salir corriendo del campamento rumbo a la ubicación de Atenea que se encontraba en la zona con las cazadoras. Entró como dueño del campamento, flamante, victorioso y sobre todo orgulloso, atrás habían quedado los días donde lo miraban con desprecio y lo trataron como un animal cazándole por el bosque, lo había logrado, las había doblegado, las había quebrado en base a entrenamiento, no con palabras, ni burlas, ni comentarios sarcásticos que tanto le gustaban, lo había hecho en kilómetros corriendo, viendo cómo se desmayaban y no lograban llegar a la meta que el mismo imponía. También en las largas noches donde caminaban en posición de sigilo que hacía que después de un par de horas sus músculos gritaran parar que pudieran ponerse de pie, el pasaba por en medio de ellas con el orgullo en sus ojos.

Algunas cosas toman tiempoWhere stories live. Discover now