La gota que colmó el vaso.

— No tengo ganas de pelear contigo, Cara. Nos vemos otro día.

No esperaste que te dijera algo, de hecho no esperabas nada de eso de Cara. Pero ella tomó tu brazo antes de que pudieses tocar la perilla.

— Espera, no te vayas. — Viste sus ojos algo llorosos. — No tú.

Escuchaste su voz quebrarse ligeramente, aún no soltaba tu brazo. Te sentías mal por verla y escucharla asi. Jamás habrias pensado ver a Cara así, era una mujer fuerte según como tu la considerabas.

— No te dejaré.

— No digas cosas que no harás. No me hagas tomarte cariño o  acostumbrarme a ti, porque dolerá cuando te vayas. Dolerá mucho.

— Ven aquí. — La abrazaste y susurraste a su oido: — Lo prometo.

(...)

La rubia te llevó a un parque cercano. Te tomó de la mano y se sentaron en una banca frente a un pequeño lago. Estaba todo tan silencio que podrias jurar que escuchabas tu corazón y el de ella palpitar con fuerza.

— Mi madre murió casi por culpa de Trevor. — Rompió el silencio y suspiró. — Habían peleado no sé por qué y ella salió huyendo en el auto.

Daba largas caladas a su cigarro, como para ahuyentar el nudo en la garganta que sabías que tenia.

— Ella no pudo evitar chocar. Y ahora Trevor es un estúpido amargado con sentimientos de culpa enormes e interminables.

— Cara, lamento lo de tu madre.

— Está bien. — Miró a tus ojos y lentamente se acercó a tus labios.

— ¿Por eso dijiste que no te dejara? — Huiste del beso aunque sabías que lo querías.

— Algo así. — Seguías huyendo y sacando el rostro. — ¡Con un diablo! ¿Vas a besarme o no?

Te reíste. Ella puso la mano en tu cuello y te miró a los ojos, sabías que la seriedad era necesaria en ese momento, pero tu sonrisa no desaparecía de tu cara.

— Cara, yo... — Sus labios estaban fundidos en ese tan esperado beso, el mejor hasta ahora y por siempre.

— Te quiero. — Susurró mientras acariciaba tu cabello, juntó su frente con la tuya y te sostuvo la mirada.

— Tengo que ir con Ruth, Cara. ¿Quieres venir con nosotras?

— Vale. Si me das un beso más si.

Era tan chantajista, y tan perfecta.

— Tramposa. —  La besaste y te paraste de la banca.

(...)

No sabías como, o el por qué te habías enamorado de ella. Sabías que había mejores personas, pero nadie mejor que ella para ti. Ella era el mismisimo estilo hecho persona, la actitud con una voz para comunicarse, y la perfección andando de un lado a otro.

— ¿Ruth? — Giraste la perilla y asomaste la cabeza. Entraste al apartamento para buscar a tu mejor amiga, quien estaba acomodando unas cosas en la alacena, y otras más las dejaba en la isleta de la cocina.

— ¿Se queda Cara a nuestra pijamada?

— No es una pijamada. — Siseaste, el color subió a tus mejillas porque no querías que Cara supiera que si lo era. — Pero si, se queda con nosotras.

— Ruth. ¿Acaso a tu amiga le siguen gustando las pijamadas?

— ¿Que si le gustan? ¡Ella las adora! — Te sentías avergonzada, probablemente eso era muy infantil para ella.

— Vamos. — Dijiste apenada.

— Mejor ven tu para acá. — Ruth señaló un taburete.

Ruth seguía acomodando lo que había dentro de las bolsas.

— Aguarden, miren lo que conseguí. — Tu mejor amiga fue a su habitación. Cara se acercó a ti, y paso su brazo por tu cintura, pero recibió una llamada que tuvo que hacer que dejara de lado ese abrazo.

— Tengo que irme. Las veré en una hora.

— No volverás ¿Cierto? Es decir ¿Será como la vez anterior?

Se acercó, con la cabeza un poco agachada, pero mirando tus ojos y con uma sonrisa de lado. Seductora sin dificultad alguna.

— Volveré, a su pijamada. Esta vez no iré a ninguna parte por tanto tiempo ¿De acuerdo?

— Bien.

— Vamos, si volveré. — Se inclinó lentamente y dejó un beso en tus labios.

— Miren chicas...

Y ustedes dos, dándose piquitos

Deep Eyes |Cara Delevingne|Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ