Capítulo X

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"Ella"

Me he sentado en una de las sillas altas de la barra que se encuentra en la cocina. Pone un tazón frente a mí junto al cereal y la leche.
Me tomo un momento para admirar su hogar, es impresionante. La sala abarca casi toda la habitación, no tiene comedor, pero ¿quién necesita un comedor cuando vives sólo? además, tiene una barra donde pueden sentarse a comer unas cuatro personas.

Como siempre, me he perdido de lo real, pero ésta vez, lo que me regresa a la realidad es mi mano dentro de del tazón, al cual, sin darme cuenta, ya le había servido leche.
Escucho una ligera risa frente a mí. Oscar estaba tratando de disimular una carcajada que se le venía, le sonreí de forma burlesca y el cereal salió disparado de sus labios a mi cara.

-Oh... lo-lo siento mucho...-de pronto, su sonrisa desapareció y tomó su lugar una expresión preocupada. - no... no era mi intención, yo...

Reí. -No tienes que preocuparte por nada- tomé dos servilletas de la mesa y me sequé el rostro. -, cosas así suelen pasar.

-¿Estás segura de ello?-pregunta aún exaltado.

-Sí. No es muy relevante.

Le regalo una sonrisa.

Termino mi cena (que en realidad, no era tan cena, pues pasaban de las 2 am) y llevo el tazón al trastero.

Abro la llave del trastero y me quedo mirando el agua caer. Ese sonido, lo recuerdo. No como siempre, hay algo diferente en él, algo como... una caída de agua natural. Pero eso sólo lo he visto y escuchado en documentales en la odiosa sala de espera.
Cierro la llave de golpe.
Tengo calor, bastante, lo cual es ilógico porque hace demasiado frío. Pongo mis manos en el borde del trastero, casi sin aliento y mis párpados caen.
Fuego. Es lo único que puedo ver, fuego. Abro mis ojos para deshacerme de la escena pero no puedo. Está en mi mente. No la puedo borrar.
Mi respiración se empieza a agitar, mi cuerpo a temblar y mi garganta a gritar en espasmos.
No, no otra vez.
Una mano sobre mi hombro izquierdo me hace buscar a su dueño, y lo veo. Está alterado, mucho más que cuando la leche cayó en mi rostro.
Siento cómo me voy agachando hasta terminar sentada con las rodillas frente a mí.

Se escuchan muchos gritos: unos de victoria y otros de frustración. Trato de eliminarlos cubriendo mis oídos, pero es inútil. Cada vez están más cerca, y más y más...

-¡DÉJENME YA!-Grito al fin. Comienzo a mecerme en mi lugar. -Yo no he hecho nada. Yo no he hecho nada. ¿Por qué? No, no no... -mi voz se desvanece y mantengo la mirada en el suelo.

Siento unas manos en mis mejillas que me hacen levantar la vista.

-Oye, oye. Mírame. Agatha, por favor. ¡Mírame a los ojos!- Lo hago.-Todo está bien ¿de acuerdo? No voy a dejarte sola ¿bien? La amistad es una promesa, una promesa que incluye el protegerse el uno al otro, y las promesas, no se rompen. Y yo no pienso romperla.

Trozo de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora