Cuando regresó con el resto fue recibida por todas, y no era la primera vez que recibía una charla de que debía cuidarse más, no dar todo de sí, sino saber controlar cuando estaba llegando a su límite, que aún así podía tener mucha energía y pasarla bien sin necesidad de desmayarse.

—Eres la que tiene más resistencia de todas nosotras y haces como quince horas de gimnasio diarias, ¿Cuánto das en una sola noche para terminar así? —preguntó JiSoo en aquel tono agudo y gritón que usaba cuando quería sonar seria y graciosa al mismo tiempo.

—Estoy segura que Lalisa aguanta más que eso en una noche. —dijo Jennie, como siempre haciendo comentarios de doble sentido con una sonrisa pícara.

—Jennie, no es el momento —la cayó JiSoo, correcta, igual que siempre—. Y de paso, ya es tarde —agregó, de todas formas la charla de castigo había terminado—, no solo Lisa debe descansar ahora, mañana tenemos más cosas que hacer.

—Tienes razón, Lisa, descansa. —Jennie se levantó de su asiento, despidiéndose de ella con unas palmaditas en su cabeza, JiSoo se sumo, haciendo lo mismo, la menor de las cuatro rió, y fueron hacia los cuartos, dedicándole palabras amables de que lo había hecho bien, y que se merecía descansar, que ya tendría otra oportunidad para volver al escenario y pasarla bien sin preocupar a nadie.

Por la noche volvió a su dormitorio particular, como siempre, estaba sola, pero esa noche en especial no quería estarlo, aquel sueño raro que había tenido en el poco minuto de su desmayo, no podía dejar de pensar en eso, y sentía que debía contarle todo a Rosé.

Quería estar con ella, abrazarla y no soltarla, dormir juntas en su cama como en otras ocasiones, después de sentir la desesperación de perderla no quería soltarla al despertar.

Como si la hubiera llamado, tocaron la puerta del cuarto y la cabellera rubia de Rosé se asomó apenas.

—¿Puedo pasar?

Lisa fue hacia ella para tomarla de la muñeca, tirar de ella hacía adentro y cerrar la puerta, para abrazarla con fuerza, Rosé tardó un par de segundos en corresponder, pero abrazó su cintura con firmeza, escondiendo el rostro en el cuello de la menor.

—Me asustaste mucho, Lisa. —murmuró.

—Estoy bien, Rosie, ya pasó —dijo—. Rosé, tuve un sueño... O algo así, cuando me desmayé, ví algo.

—¿Aliens?

Lisa soltó una carcajada, se separó de ella para ver esa sonrisa de ardillita que le gustaba tanto, acomodó su cabello rubio hacia atrás en suaves caricias.

—Algo así... Es muy largo. —dijo la menor.

—Tengo tiempo. —respondió Rosé, encogiéndose de hombros.

Se acomodaron las dos en la cama grande que tenía Lisa, por la cercanía de la menor, Rosé se dió cuenta que estaba necesitada de afecto, así que se encargó de abrazarla por la cintura mientras la Tailandesa contaba su relato, lleno de Diosas, amor y fantasía, y al llegar al final Rosé estaba más que enganchada con la historia, incluso al llegar al final, Lisa estaba al borde de las lágrimas y ella también, y un sabor amargo se instaló en su pecho cuando finalizó.

—¿Y ya? ¿Nosotras dos solo nos dormimos y listo? —Lisa asintió—. Y yo nunca me doy cuenta que regresaste entonces siempre creeré que te perdí —Lisa volvió a asentir, esa idea le daban ganas de llorar—. Y si tú estás dormida entonces no tengo una razón para despertar tampoco.

—Y yo tampoco. —agregó Lisa.

Woo... —Rosé hizo una pausa, sus ojitos estaban bien abiertos, lucía igual muy linda y graciosa, igual que siempre—. Deberías escribir un libro de eso, Lisa.

la tierra de los dioses muertos. | chaelisaWhere stories live. Discover now