02. El inquilino del departamento siete izquierda 🎀

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¿Conocen esa tranquila sensación cuando despiertas, pero sigues recostada o recostado con los ojos cerrados? Si dormiste con la ventana abierta tal vez sientas una leve brisa. Obviamente depende de la estación del año. Tal vez un rayito de sol empiece a calentar tu cara, molestando tus ojos. O puede ser que disfrutes su tibiez. Hay personas que no les prestan tanta atención a estos pequeños detalles, pero yo lo hago para sobrevivir. Siempre digo que hay que siempre intentar ver la vida desde de otra perspectiva. Amo romantizar mis mañanas, tardes y noches (aunque a veces sea complicado). Amo ser consciente de cada una de mis acciones. Solo así siento el verdadero sabor de la vida.

Volviendo a mi mañana, me acurruqué con la manta que me cubría disfrutando su textura. Inspire con fuerza aire para ir despertando. Mis labios se estiraron al sentir el dulce olor que me drogaba... Un segundo.

La burbuja reventó.

Abrí los ojos. Lo primero que noté era una luminosa sala con paredes blancas y muebles de roble. Me cubría con una manta con la que no recuerdo haberme tapado. Llegué a este departamento a oscuras no había alcanzado a observar mi alrededor con lo cansada que estaba. Alcé un poco la cabeza y vi que el sofá estaba junto al ventanal que daba a un pequeño balcón. Volteé la cabeza y tuve que enfocar mi mirada y pestañar un par de veces para luego soltar un chillido exagerado.

Era alto. Tenía la espalada ancha, como los asesinos en las películas. Al escuchar mi grito parecido al ladrido de un chihuahua volteó un poco la cabeza mientras cocinaba algo en la sartén.

-Hum, despertaste, - respondió con un tono algo tímido.

-¡¿Qué haces aquí?! – retrocedí lo máximo que se podía en el sillón.

-Podría preguntarte lo mismo, - por lo que entendí bajó el fuego y se volteó hacia mí. Mi corazón empezó a latir más fuerte al ver su rostro. Cejas marcadas, nariz recta, piel perfecta, ojos oscuros y una par de lunares junto a la nariz. Sentí mis mejillas ruborizarse, pero lo ignoré.

- ¿Qué quieres decir con eso? 

- Está es mi casa. Yo vivo acá.

Nunca había pestañado tanto, en tan poco tiempo. Él se quedó inmóvil y soltó una tierna risa. Revisé si llevaba toda la ropa puesta. Gracias a Dios todo estaba en su lugar.

-Puedes estar tranquila, no hice nada, - su tono transmitía sinceridad y tranquilidad. Se volteó para seguir cocinando.

-¿Cómo sé que no me harás daño? – entrecerré mis ojos.

- Sí quisiera, ya lo hubiera hecho, - se encogió de hombros, - y el que debería  preocuparse acá soy yo. Tu entraste en la noche a mi casa. ¿Te gusta el huevo revuelto?

***

Sobre la pequeña mesita que estaba juntó al sofá, el chico sirvió un banquete para desayunar. Yo lo observaba inmóvil. Después de agradecer por la comida agarró sus palillos para dar el primer bocado.

-¿Qué es todo esto? – pregunté ya un poco más tranquila.

- Para ser honesto, te ves terrible. Supuse que tuviste un largo día ayer y debes tener hambre. ¿Quieres té?

- ¿Por qué? – susurré, el alzó la mirada para que volviera a repetir mi pregunta, - soy una extraña tipa, que se metió a tu casa por la noche, ¿Por qué me recibes así?

- ¿Y por qué no? – abrí los ojos. El empezó a servirme agua caliente. – ya estoy acostumbrado a que personas extrañas entren a mi casa. La mayoría lo hacen durante el día, de forma discreta. Se quedan un rato descansando. Les ofrezco algo para beber o comer. No interrumpen mis actividades. Simplemente son visitas por un tiempo...

- Estás loco...

- Y por estar así de loco estás refugiada aquí conmigo. 

Me tardé un poco en aceptar la comida. Era demasiada información para procesar. Quise revisar mi celular, pero recordé que no le quedaba carga. Él me ofreció su cargador, lo fue a buscar y lo dejo enchufado a mi lado. Comía tranquilo, por momentos creía que se olvidaba que yo estaba a su lado.

Cuando por fin me animé a probar la comida disfruté del delicioso desayuno que había preparado. Me enamoré del té frutal que me había servido. No me di cuenta cuando él terminó su comida y se me quedó viendo.

-¿Eres extranjera verdad?

- Japonesa, - Él asintió con la cabeza.

- Tienes un poco de acento. ¿Cómo llegaste aquí?- con los dedos entendí que se refería a su departamento.

- A Corea llegué por un impulso. Y de una aprovecho la beca que me gané sin querer. La residencia aun no recibe a los inquilinos, así que decidí quedarme en un hostal por ahora. Ayer decidí salir a pasear y de forma estúpida me perdí. – escondí un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, - Google maps no me funciona... no sé que pasa...

- ¿Por un impulso? - tenía miedo a que me empezara a preguntar, pero no lo hizo, - Acá no se usa Google maps, - me aclaró la duda sin pensarlo, - luego te enseño que usamos, - me miró para que siguiera contando mi historia.

- Mi padre, - proseguí, - es un hombre medio loco, debe ser la edad. Antes de que me subiera al avión, en vez de detenerme, me mandó un tonto mensaje que decía: "si te llegas a perder no dudes en hacer lo que te digo, pregunta por la dirección "siete izquierda", entra despacio y siéntete como en casa". Básicamente, por eso estoy aquí.

- Estás sana y salva gracias a un par de locos, lo entiendo. – sentí como me ardía la cara de vergüenza.

- Lo siento...

- Tranquila. ¿Cuál es tu nombre? Aun no te lo he preguntado.

- Nabi.

- Hum, es un nombre coreano.

- Mi abuelo es coreano, - le expliqué.

- Sunghoon, un gusto. – Se quedó unos segundos mirando un punto fijo, para luego decir, - ¿Nabi, quieres un tour por Seúl para que no te tengas que volver a perder?

𝐄𝐫𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐮𝐞𝐫𝐭𝐚 𝐟á𝐜𝐢𝐥 𝐝𝐞 𝐚𝐛𝐫𝐢𝐫 | 𝐒𝐮𝐧𝐠𝐇𝐨𝐨𝐧Where stories live. Discover now