Una nueva compañía

17 2 0
                                    

Siempre he vivido en California con mis padres. Un día, cuando tenía solamente tres años, llegó una familia al lado de nuestra casa. Pronto, con tan temprana edad empecé a juntarme con el niño de al lado, Matthew. Siempre jugábamos en su casa con sus juguetes o comíamos juntos, nos llevábamos muy bien. Crecimos juntos, nuestros padres también se llevaban muy bien y nos llevaban a muchísimos sitios. Entonces cuando ya nos tocó ir al colegio entramos en el mismo y eso nos puso muy felices a los dos. Íbamos juntos por las mañanas y volvíamos juntos, era lo mejor.

- ¿Oye hoy te vienes a comer a mi casa guapa?

Me dijo mientras me miraba de arriba a abajo con una sonrisa una tarde después de salir del instituto.

Él se convirtió en mi mejor amigo, crecimos, nos tocó en el mismo instituto, era lo mejor que tenía en mi vida, siempre me hacía bromas y me llamaba con apodos para hacerme reír.

- Pues claro mi vida

Le respondí en tono de burla para seguirle el juego.

Así fue como fuimos hacia su casa en su moto. Desde el instituto, todas las chicas se burlaban de mí y me hacían sentir mal por estar con Matthew, era obvio, debo aceptar que él es muy guapo y todas quieren estar con él. Pero a mi no me importaba, de hecho Matt siempre me defendía, hemos vivido siempre juntos y me tiene mucho cariño, soy como su hermanita pequeña, me dijo un día.

- ¡Hola mamá! –dijo él gritando cuando llegamos a su casa–

- ¡Hola Matt! ¿Ha venido Danna hoy? –le preguntó con un tono triste–

- Sí... –le respondí con confusión–

Mi suegra...

¿¡QUE!? No, no, no, pero que estoy diciendo. Ella es la mamá de mi mejor amigo, ¿como que mi suegra? Vaya pensamientos que tengo.

Matt, como tan caballeroso que es me sirvió la comida y seguidamente se sentó él, esperaba a su madre, o eso suponía.

Entonces empezó a comer. Yo también lo hice. Lo miré y le pregunté

- Y bueno... Algo nuevo?

Y así nos empezamos a reír, ya no tenemos nada más que contarnos, por el hecho de que ya sabemos todo los dos de nuestras vidas. Oí bajar a su madre por las escaleras, cuando se quedó mirándonos, pálida.

- ¿Jenny? ¿Estás bien? qué te pasa? –le dije con cara de preocupación–

Matt se giró de golpe para ver qué pasaba

- Mamá, ¿qué pasa? –dijo él preocupado–

- Hijo, tenemos que hablar –dijo su mamá con un tono de voz triste–

Jennifer, la madre de Matt se sentó con nosotros y pronunció 4 palabras que me helaron el corazón de un golpe, sentí que por primera vez, mi mundo se caía y sabía que no había una solución, ya no podía hacer nada para impedirlo, todo este tiempo se había acabado, acaso no tendría otra oportunidad.

- Nos tenemos que mudar. –dijo segura de su decisión–

- ¿¡QUE!? –exclamamos los dos a la vez–

- ¿Mamá como que nos tenemos que mudar? No pienso hacerlo ya que tengo una vida aquí mamá, ¿qué dices? –dijo Matt confundido–

- Papá ha encontrado trabajo en otro sitio, no hay ninguna solución lo siento, mañana será tu último día aquí, papá ya ha organizado todo, pensaba decirte esto antes, lo siento. –dijo agachando la cabeza con tono de culpa–

- Debería irme, gracias por invitarme –les dije pálida–

No podía quedarme, por mucho que los conocía de toda la vida no eran mis asuntos, sumándole que estaba impactada, no podía seguir allí, tenía que reflexionar sobre algunos asuntos. Me estaba levantado cuando alguien me tiró del brazo, era Matt, me arrastró hasta su habitación, entonces me susurró

- Te juro, te prometo que no te voy a dejar, de aquí no me voy a mover sin ti

Dios mio que guapo que es

Lo amaba, y no sabía aceptarlo, eso era lo que me dolía. ¿Por qué es tan difícil demostrar los sentimientos hacia otra persona cuando la conoces de toda la vida? No lo sé, quizá porque no quieres romper la relación, porque los quieres tanto que te da miedo perderlos. Tengo sentimientos por Matt desde quinto, allí fue cuando supe que de verdad me gustaba, que no quería alejarme de él. Por eso cuando su madre dijo eso no supe reaccionar, ¿porque habría pensado que tendría todo el tiempo del mundo en confesarle mis sentimientos? Estaba tan segura de que siempre estaría a su lado...

Cuando me encontré en su habitación, después de que me haya dicho eso, que me dejó muy triste, agaché la cabeza con culpa, sentía eso, me frustraba. Un silencio incómodo apareció en la habitación, no sabía qué decir ¿le confesaba todo? No, no, no, sería mala idea. Él tampoco decía nada, permanecía en silencio hasta que algo me hizo sobresaltar.

Me cogió del mentón bruscamente, él también estaba frustrado. Me acerco hacia él muy rápidamente, pude sentir nuestros cuerpos muy cerca, empecé a sudar, pero antes de que pudiera reaccionar me besó. Me pegó los labios hacia los suyos, hasta que noté que en ese mismo instante bajó sus manos hacia mi cintura, acercándome más hacia él. Desde ese momento supe que era él, le cogí del cuello bruscamente y le besé más intensamente. Él despegó sus labios y me volvió a susurrar algo.

- Te quiero, no te voy a perder.

Dios mio, lo amaba, por fin los dos nos dábamos cuenta, estaba tan emocionada, pero entonces esa felicidad desapareció cuando volvió a venir a mi el pensamiento de su mudanza. No quería perderlo, llevamos toda la vida juntos.

- Tu mudanza no va a tardar en separarnos  -le dije con voz temblorosa-

Entonces se me cayó una lágrima. Empecé a llorar, me tapé la cara.

- Dann, no llores... Voy a convencer a mi madre, no me quiero ir, de verdad -me dijo con culpa-

- Pero eso va a ser muy difícil. Te quiero, ahora necesito irme a casa.

Asintió y me besó la frente con cuidado, él era un poco más alto que yo. Mientras salía de la casa enormes pensamientos me invaden y por alguna razón, me sentí obligada a memorizar toda la casa porque allí estaban todos mis recuerdos y pronto, se esfumarán. Cuando salí observé el jardín. No era muy grande, tenía muchísimos arbustos con frambuesas, mi sitio favorito, para merendar siempre comíamos esas frambuesas, me encantaban. También contenía dos árboles, no muy altos, estaban posicionados al lado de la entrada, muy bonitos por cierto. El garaje, el famoso garaje del padre de Matt, James. 

Siempre aparcaba su coche allí cada tarde, pero nunca había entrado. ¿porque? No lo sé, ahora que lo pienso nunca había habido una oportunidad de entrar, quizá no quería, los coches no me gustan. Pero quería verlo, al menos una vez en mi vida, porque no lo volvería a ver. Me acerqué lentamente, pisando la hierba verde iluminada por el sol.

 Cuando llegué, estaba un poco apartado, detrás de la casa. Toqué la puerta del garaje. Estaba oxidada. ¿Acaso no la habían cambiado nunca? Son casi millonarios, qué raro. Entonces empujé la puerta para poder entrar, sobresalté al ver lo que había dentro, un sentimiento de terror y confusión me invadió.

El destinoWhere stories live. Discover now