Dan cortó una rodaja de pastel, con ayuda de sus dedos lo sirvió en un platillo y me lo extendió.

Veo que el relleno es de frutilla. Tomo asiento y él se sienta al otro lado de la mesa y en silencio comemos.

—Madre mía está riquísimo—con la punta de la lengua limpio mis labios que se han visto manchados con crema.

Dan se me queda viendo, atónito.

—¿Qué? —frunzo el ceño.

—No vuelvas a hacer eso en público, parece que se la mamaste a alguien.

—¡¡Dan!!

Me ruborizo. Siento mis mejillas calientes.

—Existen las servilletas puerca, cochina, golosa—me extiende una por encima de la mesa tras guiñarme un ojo.

Me rio tras tomarla y limpiarme la boca como se debe. Mis modales no son buenos y tampoco me importa que lo sean. Dan parece ser esa clase de chico que podría convertirse en mi nuevo mejor amigo.

Y sé que suena exagerado, pero...deseo aferrarme a alguien para poder sobrevivir a The Moon.

—¿Por qué, Dan?

—¿Por qué que?

—¿Por qué el pastel? —pregunto en serio.

—Ya te lo he dicho.

—No creo que fueras del todo sincero.

—Bueno, no veo que seas de esas chicas que sólo se acercan a mí por mi apellido y pretenden quitarme cada centavo—suelta el aire—, así que te mandé a hacer un pastel.

Está sentado cómodamente en su silla, con las manos por encima de la mesa y reposando su espalda contra el respaldo.

—Mi familia es muy rica, Evangeline—prosigue, intentando ser sincero—, y a lo largo de mi vida me han intentado asegurar con alguna mujer que esté en la escala social en la que estamos. Yo no puedo elegir nada.

—Dios, que asco.

—Ni que lo digas—suelta, frustrado—. Y es reconfortante intentar tener a alguien que no quiera tocarme los bolsillos. Tú no me conocías hasta que me acerqué a hablarte apenas entramos al palacio. No me viste como el resto. Todos aquí conocen mi historial en el pueblo y no paran de mencionarme como un hermano Telesco al que todos desean poseer.

—Creo que estás exagerando con lo último.

—¿Tú no me quieres poseer? Porque soy precioso—suelta con ironía para que me ría.

Y lo consigue.

—De todas maneras, espero de verdad que estés en mi círculo de amistad, Evangeline.

—Me has convencido con esta torta, por supuesto que estoy dentro.

Mi primer cumpleaños lejos de mis padres fue como una patada en el pecho. En el izquierdo y el derecho.

Tras salir del salón y despedirme de Dan porque tenía que hacer algo que no mencionó, me quede observando el patio trasero de la mansión. Era una especie de complejo con piscinas con palmeras, mesas con sombrillas y los postulantes estaban felices escuchando música, mojándose entre ellos y bebiendo como si se tratara de unas buenas vacaciones.

Me cruce de brazos tras observarlos por el enorme cristal. Puse mi mano contra el vidrio.

Con que esto era lo más cercano al paraíso pero a la vez, estaba habitado por demonios que se habían empecinado a hacerme la vida imposible.

Si era rica según ese post, lo usaría a mi favor para sobrevivir porque no iba a dejar que me pisoteen como una vez lo hicieron en mi escuela.

No iba a dejar que la historia se repitiera y si tenía que usar a Dan para acallarlos a todos, lo haría.

Solo sería un plan muy necesario si llegaba a requerirlo. Mientras tanto, me mantendría con mi papel pasivo en este pueblo de mierda.

***

—No es para nada cómodo tener que empezar en este pueblo de cero. No se preocupe que su reputación ahora está a salvo y lejos de la miradas ajenas—Morrison le informa al padre de Evangeline en su despacho.

Morrison era uno de los representantes del pueblo, la mano derecha del alcalde y no había foto de candidatura que él no estuviera.

Por supuesto que solía visitar a las familias recién llegadas al pueblo. Era una forma de juntar votos y derrocar en silencio al alcalde.

Era un puñal por la espalda muy sutil pero necesario según él.

El padre de Evangeline y él estaban reunidos en el despacho de Brown, el cual, lo miraba con cierta desconfianza porque no conocía al sujeto en absoluto.

—¿Cómo se supone que limpien la imagen de mi apellido? Temo por la salud mental de mi hija y mi esposa—reclama Brown detrás de su escritorio.

Morrison lo observa, silencioso y asiente, en un intento de empatizar con él.

—Todas las familias que llegaron al pueblo están en la misma situación pero déjeme decirle que usted la sacó barata; pertenece a un apellido con buen estatus social señor Brown.

—No pensé que mis padres tuvieran tanto dinero.

—Ahora es usted dueño de un imperio y está sobre la familia Telesco, felicidades—le sonríe a gusto.

—¿La familia Telesco?¿y ellos quienes son?

Morrison se echa a reír sonoramente y Brown lo queda viendo sin rasgo de humor en su rostro.

—Dios, todos aquí conocen a los Telesco. Son una joya que tiene The Moon. Ellos son el modelo de familia que exige el pueblo. Es así de sencillo.

—¿Y a mi que demonios me importa?

—Debería importante porque ahora los Brown serán comparados con los Telesco.

Al padre de Evangeline no le gustaba una mierda estar en el pueblo ni mucho menos atender a un oportunista como ese sujeto. No tenía que olerlo de nuevo para saberlo.

—Creo que es hora de que te retires del despacho, Morrison—le pide.

Morrison no deja de sonreír. Asiente y se levanta de la silla tras echarla hacia atrás.

—Nos vamos a ver seguido, acostúmbrate, hermano.

En las sabanas de un TelescoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora