: ̗̀➛ p r o l o g u e

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──p r ó l o g o──




















Inglaterra, 1996

EL SOL SE FILTRABA entre los árboles sin hojas de un bosque. El invierno llevó consigo frío, nieve y a una familia a visitar el bosque a donde iban a cazar cada año.

Y ese año, la pareja casada llevó a su hija de seis años con ellos para enseñarle el arte de la caza.

Se habían asentado en la parte más profunda del bosque para poder estar entre los animales, sus presas. Pusieron una carpa y leña frente a esta para hacer una fogata que los protegiera del congelamiento y les diera luz para siempre encontrar el camino de vuelta.

Lejos del lugar, un padre y su hija practicaban con el arco y flecha de la niña, el arma era lo suficientemente pequeño para que ella pudiese maniobrarlo.

La pequeña, a pesar de ser de muy corta edad, adoraba ir con sus padres a al bosque, en especial en invierno. Los acompañaba cada que podía, poniendo sus mejores ojos de cachorrito para que le dejasen ir. Amaba el aroma del aire fresco y el río helado; los animales y la nieve. Siempre se sintió cómoda y a salvo cuando se rodeaba de nieve, sin más personas que ella y su familia, su hogar.

—Sujeta el arco con fuerza. Respira o si no jamás le darás al blanco —le instruía el hombre a su hija, quien seguía sus indicaciones al pie de la letra. Practicaban con una hoja roja pegada a un tronco sobre la nieve. Los ojos de la pequeña Keyla eran determinados y expresaban su concentración.

》Respira hondo y dispara solo cuando estés lista y segura de que apuntas bien al corazón del animal. No queremos que tenga de una muerte lenta, queremos que sufra lo menos posible. Aunque esto sería más fácil si simplemente usaramos la escopeta.

—¡No quiero! Prefiero esto, una arma así no podré fabricarla yo; el arco y la flecha sí, es más sencillo y seguro.

—Lo que tu digas, Key... Espera —En ese momento, una liebre se había interpuesto entre el blanco y la flecha, cubriendolo con su cuerpo—. Mira a esa liebre, no le dispares, solo obsérvala, sigue sus movimientos, estudiala.

La niña sabía lo que hacía, sus padres le enseñaron siempre que para ser un cazador tenías que aprender sobre tu presa, comprenderla, estudiarla. Analizar sus pasos y movimientos, mantenerse al tanto de si te había notado. Es por eso que ella lo consideraba un arte, no mataba por matar, tampoco mataban en masa. Los animales que cazaban no los usaban de trofeo ni los vendían como simples premios, usaban su carne para la comida; su piel para prendas y huesos para armas. Al final, agradecían por su sacrificio y devolvían los restos a la Tierra.

Según sus padres un buen cazador, digno del título, apreciaba la vida del animal.

Keyla siguió con sus ojos al animal.

—¡Jack! ¡Ve por más leña para el fuego! ¡Ya se hace tarde!

La liebre, al oír los gritos de la mujer, hechó a saltar lejos del lugar, aún inadvertido de la existencia de padre e hija. Cecily, su madre, llegó a donde ellos y su esposo fue a abrazarla, a contarle los progresos de su pequeñita que ya no era tan pequeña. Ambos se fueron del lugar a paso lento, dejando a la niña sabiendo que los seguiría. Pero no sabían que ella todavía tenía su vista puesta en el animal que ahora se encontraba metros lejos de ellos, podía sentir donde estaba y ver lo que hacía, como si fuera un sexto sentido. Pero su concentración acabo cuando sus padres la llamaron y ella fue hacia ellos como si nada hubiera pasado.

𝔏𝔬𝔫𝔤 𝔏𝔦𝔳𝔢; 𝔖𝔞𝔫𝔡𝔪𝔞𝔫Where stories live. Discover now