OJOS DE MARIPOSA

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Martín no paraba de dar vueltas en su cama. Mía, en poco tiempo, se había convertido en la mujer que quería para el resto de su vida. Imaginaba todos sus días con ella. Tenía todas las características que él buscaba. Amaba la literatura, la música y el arte, tenían gustos similares. Además de ser interesante, independiente, su personalidad atraía a los demás y fuera de eso, hermosa. Todo en ella era perfecto. Recordó cuando la vio por primera vez.

La facultad de literatura estaba cerca de la Facultad de Artes, y la observó mientras pasaba con sus amigos, usaba jeans, camiseta y tenis. Llevaba el cabello suelto y tenía algunos mechones que rozaban su rostro, sus ojos grandes y cafés con pestañas largas, nariz respingada y boca sonrosada lo habían cautivado. Durante varios días la observó de lejos, viendo su pelo como ondeaba con el viento y como su mirada pasaba de un lugar a otro muy rápidamente, sin darse cuenta que él, la observaba. Hasta que un día, se atrevió a hablarle.

Ese día estaba en una silla en el parque interno de la Universidad, usaba unos jeans y una camiseta negra, tenía el cabello recogido en una coleta. Era un sitio que tenía forma circular y en todo el centro una pequeña fuente rodeada de arbustos con flores moradas y blancas. Ella observaba una planta que tenía frente a ella, tenía en su mano un color violeta, mientras pintaba una flor.

—Hola, ¿Me puedo sentar? ... No hay ninguna silla disponible por aquí.

—Si, claro—. Mía se corrió un poco a su izquierda, para darle espacio a su acompañante.

Martín no podía dejar de mirarla, la veía dibujar concentrada y no quería interrumpir. Observaba cada rasgo de su rostro y no podía creer que al fin se había atrevido. Estaba nervioso, sus manos no paraban de sudar. Ella seguía con su dibujo y no se inmutó con su llegada.

—¿Te han dicho alguna vez, que tienes ojos de mariposa?

—¿Ah? —exclamo Mía sorprendida, dándole una rápida mirada, sin interrumpir su tarea.

—Si, los ojos que tienen las mariposas en las alas.

—No, nunca me lo habían dicho. ¿Y eso es bueno, o malo?

—Bueno, por supuesto. Tienes unos ojos grandes y hermosos.

Mía apenada por el comentario lo miró tímidamente y le dijo:

—¿Mi nombre es Mía y el tuyo?

—Martín.... Wow. Si me permites decirlo, te está quedando hermoso el dibujo.

—Muchas gracias, aún no lo he terminado. Es una tarea para mi clase de expresión artística—. Mía observó su reloj.—Es tarde, creo que mejor termino en casa —dijo, levantándose de la silla.

—No, espérate. En realidad, quería conocerte, te vi pasar en algunas ocasiones con tus compañeros y estaba esperando el momento adecuado para hablarte. Pero creo que me equivoqué, parece que estas ocupada.

—Discúlpame. Me gusta observar cada detalle, para poder copiarlo lo mejor que puedo. Necesito concentración, no te ofendas.

Cuando Martín estuvo cerca de ella, se puso un poco nerviosa, no le gustaba que se acercaran así, pero parecía un buen tipo, así que siguió allí, dibujando. Lo único que percibió fue su aroma. Un aroma muy agradable que la invitaba a mirarlo. Dejó sus colores a un lado y lo observó. Se quedó unos segundos analizando cada detalle de su rostro, notó sus ojos azules, en los que quería perderse. Era un hombre muy atractivo y no iba a perder la oportunidad de conocerlo.

— ¿Estudias acá? Nunca te había visto.

—No, hace un año me gradué, pero vengo en algunas ocasiones a la Universidad, estoy asesorando a unos estudiantes con su trabajo de grado.

Pinceladas de Recuerdos (En proceso)Where stories live. Discover now