4. Verano vacío

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No hubo un motivo en concreto, pero dejamos de hablar por completo durante un tiempo. Una parte de mí se preguntaba por él, por el chico distinguido que había conseguido llamar mi atención como nadie lo había hecho en muchísimo tiempo. Sin embargo, yo había reconocido el desinterés durante nuestros últimos mensajes, así que no tenía intención de retomar una relación unilateral. Ya había aprendido con anterioridad que no era un camino que quería volver a recorrer.

El silencioso verano terminó sin saber nada de Caos, porque ni siquiera le había agregado en redes sociales, y en caso de tenerle, él no era alguien muy pendiente de compartir contenido en redes.

Por alguna razón, quizás la vuelta a la rutina gris, volví a querer escribirle. Había tenido otros periodos de «silencio» con otros chicos que parecían interesantes de primeras, pero asiduamente estos silencios eran definitivos, y si alguno se retomaba apenas recordábamos unos detalles el uno en el otro.

Pero yo recordaba todo lo que había hablado con Caos. En vez de desecharlo de mi cerebro, había formado una imagen mental sólida y que me permitía recordar de vez en cuando. Tras un momento de reflexión concluí que era una estupidez no volver a escribirle. ¿Por qué no? Caos me gustaba mucho, y tampoco tenía nada que perder. Me interesaba realmente saber de él, aunque no volviéramos a retomar nuestras conversaciones interminables.

Le escribí un mensaje de saludo.

Había pasado el tiempo y no estaba seguro de que me fuera a responder. Y si lo hacía, bien podría dedicarme unas palabras insulsas y acabar pronto la conversación.

Me respondió en seguida.

Por su respuesta, parecía simpático y con ganas de hablar conmigo. Nos bastó un par de mensajes para recuperar nuestra complicidad. Era la primera vez que hablábamos en mucho tiempo y yo ya tenía una sonrisa en la cara por un par de palabras. Suspiré, recuperando el control de mis emociones y tocando tierra. No podía dejarme llevar de nuevo por las ilusiones si no quería que todo acabara con una fuerte caída.

—He estado bañándome en el mar —le escribí—, despidiéndome del verano.

Caos apenas tardó un par de segundos en contestar:

—Si la playa está sobrevalorada...

En ese momento me dio un vuelco el corazón.

Sí, fueron unas palabras normales y corrientes sin significados ocultos y que cualquiera podría decir. Era un chico con buena memoria, ¿Y qué? ¿Qué tiene de especial?

Todo eso puedo pensar hoy en día con una perspectiva objetiva, sin embargo, yo ya había empezado a embriagarme de él por aquel entonces. Que recordara un estúpido comentario mío meses después... me encantó.

Ilusionado por el detalle, continúe hablando con él emocionado, sobre todo después de que me dejara caer el hecho de que «como hemos estado un tiempo sin hablar...».

Él había sido consciente de nuestro silencio durante aquel tiempo. Me había tenido en cuenta. Con rapidez mi mente volvía a mis experiencias anteriores con ese tipo de expectativas así que me obligué a frenar.

«Ya está —me dije—, es simpático y considerado, solamente eso. Seguiré conociéndole con los pies en la tierra».

Caos y yo reconectamos de una manera que solamente se me ocurre definir como mágica. Como dos personajes que se separan durante un largo viaje y se vuelven a encontrar, y a los que les basta una sola mirada para hacerse sentir el uno al otro que nada ha cambiado.

Unos días después, tras varias conversaciones digitales, Caos llegó a proponerme algo insólito y que no creí que ocurriría: me propuso una cita.

Cosas de chicosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin