Fragmento 4

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Domingo 18 de septiembre de 201X

20:20

Autopista que atraviesa un páramo

Despierto tras dar varias cabezadas, pero el subconsciente no me ha brindado con el recuerdo de lo que he soñado. Durmiendo en el autobús no puedo practicar con los sueños lúcidos.

Está más oscuro que antes de dormirme. El sol cae bañando la estepa. Era un lugar idóneo para ver el atardecer. Vuelvo la mirada hacia mi compañera de viaje. No me lo creo, la señora no ha desistido en toquetear la pantalla. Ahora muestra la página principal de Google, sin embargo, está llena de caracteres coreanos. Digo yo que sean coreanos. A lo mejor son de otra lengua asiática. Desde luego, puedo asegurar que no son japoneses.

Conozco la interfaz de Google lo suficientemente bien como para saber salir de esa página y reiniciar el navegador en castellano, pero no le digo nada. Mejor se lo pasaría familiarizándose con esa lengua que descubriendo que el reproductor de películas no funciona. Tampoco creo que se lo pasara muy bien jugando al Angry birds, no tiene cara de ser una de esas señoras. No es como mi abuelo, con quien jugaba a videojuegos y nos divertíamos juntos. Pero mi abuelo está muerto.

Miro por encima de los asientos que tengo delante. El niño salta con destreza en un videojuego de plataformas. Moño hace lo mismo en su pantalla, pero no tiene la misma habilidad y pierde continuamente. Disfruto de la victoria del niño sobre un adulto, aunque nadie se lo va a reconocer nunca.

Me apoyo en el cristal, tapado hasta el cuello con la chaqueta a modo de manta. Fantaseo que vuelo por el páramo, con poderes mágicos para lanzar esferas de energía que destruyen la tierra.

Suena el grupo Imagine Dragons y de pronto siento la necesidad de escuchar todas sus canciones. Lo configuro para que así suceda y me dejo llevar por la nostalgia. El concierto del 31 de octubre de 201X. Hace casi un año.

Aquel festival fue especial por varias razones, entre ellas, porque fue la primera vez que me emborraché. No es que no estuviera acostumbrado a beber alcohol, sino que nunca me había afectado tanto. Por suerte para mí, descubrí que mi estado de embriaguez no era peligroso: no tenía ganas de agredir a nadie, no sollozaba ni gritaba mis sentimientos a los cuatro vientos, ni tampoco me quedaba dormido por las esquinas. Era un borracho autista. Sí, paso de todo. Era consciente de que mi amiga me estaba hablando, pero no la escuchaba. Bueno, en realidad eso también me ocurre cuando no bebo. Quizás la única diferencia entre estar sobrio y ebrio eran las continuas ganas de mear.

Fuere como fuere, las horas en el festival pasaron rápido hasta que llegó el concierto. Los efectos del alcohol ya se habían disipado y habíamos conseguido colarnos entre la gente hasta llegar casi a la primera fila. Detesto las acumulaciones de gente, pero era una ocasión especial, y tener a Dan Reynolds a apenas unos pasos de mí me apaciguaba.

Sí, fue el mejor concierto de mi vida.

Cosas de chicosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang