Qué lastima que no resulte ser como los otros hombres mayores que han sido tan sencillos de conquistar. Este siempre me pone trabas, y no se deja manipular por las faldas y las camisas cortas que suelo usar. Aunque de un modo u otro termina cayendo, no se resbala tan fácil como a mí me gustaría. Pero creo fielmente que será todo mío, y no en un simple baño o un pequeño confesionario...

Será mío absolutamente como imagino que lo será. En un sitio más privado y amplio para que podamos tocarnos con excelencia, como Adán y Eva libres en el jardín del Edén.

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La campana suena estruendosamente indicando que son las seis de la tarde. Hora de la sagrada misa. Me acerco a la iglesia dándole lamidas a mi helado de fresas y entro por las puertas de la misma con mi caminar seguro de siempre. Encuentro un bote de basura y lanzo el helado allí para luego dirigirme con tranquilidad hacia una de las primeras filas de asientos. Como es de esperarse, no hay casi nadie en el lugar, tan solo unas cuantas señoras que aguardan para que el sacerdote comience con su oración.

Me acomodo en mi asiento, muy cercano a estar de frente al pequeño podio que usa el padre, y subo un poco más mi falda para que se noten mis bonitas piernas. Si lo hago un poco más arriba, amenazaría con mostrar mi blanca tanguita. Aguardo por ver a Namjoon y pronto aparece listo para comenzar. Me clava una mirada penetrante que profesa no querer verme. Contrario a eso, le dedico una luminosa sonrisa que lógicamente no va a responder. Es muy recatado como para que lo haga.

Y además, no está muy feliz conmigo.

Da inicio a la misa, gritando que será la cosa más terrible y aburrida del universo. No recuerdo cuándo fue la última vez que presencié una. Sin embargo, tengo la vaga memoria de haberlo hecho cuando era niña junto a una tía religiosa, donde me quedé dormida de principio a fin. Era simplemente intolerable. Namjoon choca miradas conmigo y no desaprovecho la oportunidad para lanzarle un provocador beso. Espero que no se ponga nervioso mi sacerdote.

Los minutos pasan y se sienten como horas. Llegué a pensar que sería más emocionante verlo parado allí en su correspondiente traje diciendo cuánta tontería requiriera, pero la única verdad es que muero de sueño. Esto es muy ridículo y cansón. Apenas y presto atención a lo que dice porque tampoco existe la ocasión en la que me mire para seguir molestándolo. No obstante, cuando lo hace, no pierdo el tiempo y realizo varias caritas para que sepa que estoy aquí, con mi vista sobre él.

En medio de ociosidad, se me ocurre algo ciertamente gracioso para ponerle picor a este cúmulo de aburrimiento.

Comienzo a gemir un poco, mezclando los sonidos con algo de «molestia y dolor». No me importa cuan alto lo hago, solo quiero llamar su atención. Aunque, también son todos quienes ponen sus ojos en mí. Una señora se me acerca para preguntarme si estoy bien y le digo que no, que me duele algo. Continúo gimiendo en alto mientras me toco el pecho, hasta que finalmente se acerca quien anhelo. No dejo mi papel y lo miro necesitada, buscando su «ayuda».

—¿Está bien, señorita? ¿Qué siente? —me pregunta Namjoon.

No pauso mi actuación y lo agarro por la tela de su bata para acercarlo a mí.

—Me duele mucho el pecho, padre.
—Tomo su mano y la ubico en el mismo mientras respiro exageradamente para que se noten mis senos, casi expuestos por el escote—. Aquí, en el centro.

—¿Necesita agua? —me pregunta procurando apartar la mano que le sujeto, con cierto disimulo— Iré por agua.

—No me deje, padre —suplico, causando que las pocas personas que están en la iglesia se acerquen a nosotros.

La señora que me había hablado con anteriorioridad se ofrece para buscarla. Mientras tanto, no detengo mi maestra actuación. Ella no tarda demasiado y vuelve pronto con una botella nueva.

—Ten el agua, muchachita. Bebe con cuidado —me dice, entregándomela destapada.

La acerco a mis labios y tomo el líquido haciéndome la torpe. Cae por mi barbilla hasta llegar a mis senos, generando un desastre brilloso sobre mí misma.

—Esta joven está muy mal, padre. ¿Por qué no la lleva a la sala de junta parroquial para que descanse? —sugiere la misma señora.

Mis ojos se iluminan ante la propuesta y asiento totalmente de acuerdo. Le manifiesto a Namjoon que necesito que me lleve ahí para estar cómoda —o hasta que me de la gana de que este mal se me quite—. Entonces, sin manera de refutar, él me carga hasta dicha sala dejándome sobre una silla común. Sé que sabe perfectamente que no tengo nada. Solo un plan entre manos que ha resultado mejor de lo había esperado.

El diablillo en mi hombro sigue ganando.

Vaya que es increíble.

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13.3.24

UNHOLY • K.NJ +18Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ