Lo primero que quebranta el pueblo es la familia y seguro no fui la primera en saberlo.

Los primeros días mis padres no me hablaban, luego se acercaban a mí cómo si fuese lo mejor que les pasó en su vida para después pasar a ignorarme de nuevo.

Era confusa mi relación con ellos, extraña y triste porque cuando creía que por fin los estaba entendiendo, volvían a cerrarme la puerta en la cara.

Me distraje paseando por la casa, recorriendo los interminables pasillos e intentando saber por qué mis redes sociales no abrían en mi móvil. Es como si me las hubieran bloqueado. Entonces entendí que era en serio que estábamos borrados del mapa.

—Puedes usar redes sociales, pero debes agregar únicamente a gente del pueblo y a otros habitantes de otros parecidos a este—me dijo Allen, la ama de llaves al ver lo frustrada que estaba con eso.

—¿Debo abrirme otra cuenta?

—Sí, una de cero. Tienes prohibido seguir a personas corrientes, como le llaman aquí. Si deseas, puedes seguir a gente como las Kardashian.

—Es un chiste.

—Me gustaría decir lo mismo—resopla.

—¿Cuántos pueblos hay como este?

—Miles.

—¿Es en serio?

—Sí, el más cercano es The Sun. Se dice que las reglas allí son mucho más flexibles y se vive mejor, pero es prácticamente lo mismo.

—¿Y podré ir allí algún día si quiero?

—Por supuesto que sí—esta vez sonríe a gusto—, tienes acceso a los pueblos que quieras y si no consigues esposo aquí, puedes pedir que te deriven a otro palacio.

—¿Por qué nadie habla de este sitio? Es decir...es lindo pero horrible a la vez.

—Porque todos querrían vivir aquí. Tú, Eva, estás en el paraíso, sólo no muerdas la manzana.

***

No inicié ningún curso de cocina, costura, natación o equitación debido a que mi cumpleaños numero diecinueve estaba a solo horas de llegar a mi vida y según tenia entendido, un coche me recogería por la mañana para llevarme a ese tal Palacio de Elite.

Estaba en una casa que no sentía mía, tuve que abrir una cuenta de Instagram y tener un nombre de usuario como "EvaMoonBrown". Y fue instantáneo como los seguidores empezaron a subir pero ningún mensaje llegó, por lo que entendí que no estaban interesados en hablarme, sino, en ver quién demonios era.

Estaban ansiosos por que subiera una foto mía y darme a conocer, pero no le daría el gusto a nadie. Tenia ganas de enviarle un mensaje a mi mejor amiga para decirle que estaba bien, pero monitoreaban los celulares y podría meter en lio a mis padres.

Y si eso ocurría, no creo que pudieran perdonarme.

La casa me seguía resultando incomoda, la que se supone que era mi habitación era tan elegante que si movía algo, tenia la sensación de que la desordenaría.

Lo único bueno fue el guardarropa que Allen escogió por mí y le dio en el clavo. Supongo porque tiene una hija que ronda mi edad.

¿Qué pasaba con las chicas y los chicos que eran hijos de empleados?¿Se iban a ir a vivir también al palacio de la elite?

Me sentía una reclutada y temia con lo que podía llegar a esperarme en aquel edificio que no paraban de promocionar como el descanso y la diversión de los jóvenes del futuro.

Quise vomitar cuando vi el panfleto.

Todo estaba ocurriendo demasiado rápido.

Me senté en la cama y me vi frente al espejo que estaba cuidadosamente colocado frente a esta. Suspire.

No quería hacerles caso a los supuestos doctores que me habían dicho que todo en mí estaba mal. Me gustaba mi pequeña nariz, mis mejillas regordetas y como se ruborizaba cada tanto. Mis cejas que depilaba como podía con una pinza y mi cabello negro que solía planchar todos los días para evitar que se esponjara.

Lo que más me gustaba eran mis ojos.

En un mundo en donde la belleza solía serlo todo, tenia que recordarme a mi misma constantemente que no estaba mal y que nunca lo estaría.

—Pase lo que pase, siempre serás suficiente Evangeline—repetí lo que siempre me decía mi abuela.

Lo único que esperaba es que siguiera con vida.

***

—Tienes nuestro numero y vas a poder llamarnos cuando quieras a la hora que quieras. Eso lo sabes, Evangeline—más que una despedida lo sentía como un regaño—. Intenta hacer amigos.

—No la esfuerces. Ya la está pasando pésimo—mi madre pone los ojos en blanco y vuelve su atención en mí.

Está por llover, el coche que me llevara al palacio de la elite está esperándome y yo no me siento cómoda con todo esto.

—Evangeline, no debes decidir pronto por un marido. Tómalo como unas vacaciones y saca provecho de toda la riqueza que nos rodea ahora—me aconseja ella, como si realmente se lo dijera a ella misma—. Disfruta, folla y pásalo en grande.

—Pero ¡¿qué dices mujer?! —estalla mi padre, avergonzado.

Aguanto una risa.

—¡Déjala que al menos disfrute de toda esta pesadilla, Elijah!

—No quiero presenciar otra pelea suya, al menos díganme feliz cumpleaños.

Ambos se calman, sintiendo piedad por mí y besan mi mejilla luego de ayudarme a subir las maletas al auto.

Me despido, subiéndome y saludando por la ventanilla con la mano. El auto arranca y sinceramente no sé dónde estoy viajando. Sólo sé que tengo miedo, estoy nerviosa y temo que cuando ponga un pie fuera del coche, mi autoestima se estanque en el suelo y no vuelva a subir.

Ahora que lo veo mejor, creo que los médicos en vez de aconsejarme lo que debía hacer con mi cuerpo, lo empezaba a ver como una advertencia porque mientras más avanzaba el auto veía chicas más delgadas preocupadas por su cabello y luciendo atuendos sacados de Pinterest.

—Si está nerviosa puedo ofrecerle un cigarrillo—me menciona el chofer tras mirar significativamente la guantera del auto.

—No, gracias. No fumo.

—Los choferes del palacio suelen ofrecer este tipo de cosas debido al nerviosismo de los postulantes.

—¿Postulantes?

—Sí, así se les hace llamar a ustedes.

Postulantes...

Mejor mátenme.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now