August

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Un verano que fue explicado en voz alta por primera vez a quien menos esperaba contárselo nunca. Recuerdos que no fueron gritados por una garganta, pero sí por un lienzo.

"You weren't mine to lose"

El verano siempre ha sido mi estación favorita. El aire salado que te embriaga en cualquier playa que visites, los planes con amigos que son completamente improvisados, el sol acariciando tu piel, la brisa provocando cosquillas en tu cuello y, sobre todo, las vacaciones. Era mi estación, tenía que serlo. Sería una ironía estúpida que me llamara August y no me gustara el verano.

Estaba llegando al centro comercial en coche, cantando mis canciones favoritas mientras buscaba un sitio donde aparcar. Había ido a ese mismo sitio más veces ese verano que ningún otro.  Saqué un pequeño espejo de mi bolso para revisar mi maquillaje, que no me hubiera emborronado nada ni que el pintalabios me hubiera manchado los dientes.

Conocía a James del instituto, pero apenas habíamos hablado. Yo no era exactamente alguien popular allí. Era alguien, sin más. Los profesores a veces olvidaban mi nombre y me llamaban con otro que empezara por A, las personas con las que hablaba en un día se podían contar con los dedos de la mano, y siendo honesta, tampoco me preocupaba. Ni siquiera me había fijado en James, no porque lo viera como inalcanzable, sino porque simplemente no me interesaba.

Y nunca pensé que él se interesaría en mí tampoco, es decir, pensaba que su tipo eran las chicas como Betty. Y yo no me parezco nada a ella. Betty es la chica que aunque no sea popular, no puede evitar pasar desapercibida. La gente sabe quien es, a pesar de que ella lo ignore. Llevando su cardigan durante todo el invierno, escribiendo en cualquier rincón, dispuesta a ayudar a cualquiera que se lo pida.

Yo soy mucho más caótica. En todos los sentidos. No se me da especialmente bien escribir, y a la hora de plasmar cualquier cosa prefiero pintar. Se podría decir que ella es la clase de chica que verás en 10 años teniendo miles de bestsellers, y yo soy la chica que luchará por poder estudiar cualquier cosa relacionada con arte que me permita escapar de esta ciudad.

De hecho, los cambios entre nosotras se hacen aún más abismales a primera vista, ella es una margarita, yo perfectamente podría ser una hiedra venenosa. Parezco mucho más dura sin pretenderlo. Soy extrovertida pero casi siempre mantengo una cara seria, y a ella le gusta sonreír por los pasillos aunque no tenga un motivo. Betty disfruta de los silencios, yo no sé qué hacer con ellos. Y pensaba que encajaba con James perfectamente por eso, porque se complementaban.

Supongo que me equivoqué.

En mi vida me habría imaginado a James escabulléndose del baile de fin de curso, que sí, que yo estaba haciendo lo mismo, pero James era James. Yo estaba saliendo con el coche, y lo vi caminando solo a casa. Así que le dije que lo llevaba. El silencio era incómodo, así que me puse hablar como un papagayo y eso le hizo bastante gracia porque tuvimos que aparcar por el ataque de risa que teníamos. Recuerdo de la manera más vívida posible como nos miramos al dejar de reírnos, y él me dio las gracias porque necesitaba ese momento y también musitó algo sobre que era mucho más divertida de lo que podría haber imaginado nunca.

Esa noche, lo dejé en su casa y no sé cómo consiguió mi teléfono; pero a la mañana siguiente me mandó un mensaje preguntándome por qué Van Gogh era mi pintor favorito (probablemente una de las múltiples cosas que le dije en menos de cinco minutos). En ese momento era voluntaria en una especie de residencia ayudando a ancianos a pintar y cuando salí, James estaba esperándome en la puerta. Eso se volvió rutina y al final siempre acabábamos con un helado y comiéndonoslo detrás del centro comercial.

—Con lo impuntual que eres, James, seguro que tengo que esperarte media hora. —Dije para mí misma mientras salía del coche.

Fui a esperarlo a la heladería. Pasaron 5 minutos. 10 minutos. 15 minutos. Lo llamé pero no contestaba. Fruncí el ceño y me abracé mientras observaba el lugar, lo escaneé hasta que la mirada de una mujer encontró la mía. Ella ya me estaba mirando y yo pensé que era mi señal para correr. Pero había algo en la mirada de la mujer... Algo que me hubiera gustado pintar en un retrato. Ella empujó levemente la silla para que yo me sentara. La miré durante unos minutos.

Folklore: una historia a través de cancionesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang