━ 𝐄𝐩𝐢́𝐥𝐨𝐠𝐨

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Silbó, captando la atención de su fiel compañera, que corrió hacia él moviendo la cola. Revna se restregó contra su pierna derecha y gimió para que le rascara detrás de las orejas, mimosa como ella sola. El hombre así lo hizo, para después ver cómo la perra loba se adelantaba para seguir olfateando el suelo y a quienes yacían en él. Si había algo que pudiera interesarle, ella se lo haría saber.

Su mirada apenas se despegaba del terreno que pisaba, cuyo color en ciertas zonas había dejado de ser verde para tornarse rojizo. Todos los caídos tenían restos de pintura blanca en el rostro y los escudos que habían sido abandonados por aquellos que habían huido despavoridos lucían el característico emblema de la guerrera Lagertha, soberana de Kattegat y ex esposa de Ragnar Lothbrok. Era evidente que Vestfold había ganado la contienda y, con ella, aquel conflicto civil que había hecho temblar a casi toda Noruega durante varias lunas.

No sabía mucho del tema —más allá de lo esencial—, puesto que nunca le habían interesado las desavenencias que solían surgir entre los altos líderes, pero las guerras siempre venían acompañadas por vientos de cambio. Y estaba convencido de que aquella no iba a ser la excepción.

Un par de ladridos lo sacaron de su ensimismamiento.

El encapuchado alzó la vista y la clavó allá donde su amiga de cuatro patas se había detenido. Con una exaltación palpable Revna olisqueaba un par de cadáveres que se hallaban amontonados uno encima del otro. Algo había acaparado su interés, era más que obvio. Y, con un poco de suerte, ese algo tendría el valor suficiente para venderlo por una buena cantidad de monedas.

Avanzó con paso firme y decidido hasta la perra loba, que no dejaba de sollozar. Aquello se le antojó extraño, dado que Revna no solía ponerse así cuando hacían ese tipo de expediciones. Aunque no le dio mucha importancia; estaba preñada y su humor había cambiado a raíz de esperar esa última camada.

Cuando finalmente se detuvo junto a su compañera, esta se giró hacia él y volvió a ladrar, como si estuviera tratando de decirle algo. Revna volvió a agachar la cabeza y a dirigir el hocico hacia los dos cuerpos junto a los que se había apostado.

Fue ahí que se dio cuenta.

La mano izquierda de uno de los cadáveres, concretamente del que se encontraba debajo, se movía sutilmente. Unos dedos sucios y temblorosos subían y bajaban con esfuerzo, instando a Revna a lamerlos mientras gimoteaba.

—Buena chica —pronunció él en tanto se agachaba junto al animal y le acariciaba la cabeza—. Buena chica... —repitió a la par que se quitaba la capucha para poder ver mejor. La mano volvió a moverse, solo que en esta ocasión de una forma mucho más errática, como si su voz hubiese hecho reaccionar a su dueño.

El hombre no demoró en apartar el cuerpo que se hallaba encima —un pobre desgraciado al que le habían rebanado la garganta—, confirmando así lo que ya sabía: que la persona que se encontraba debajo continuaba con vida.

Sus ojos se toparon con una mujer joven. Si bien su movimiento había alertado a Revna, la skjaldmö mantenía los ojos cerrados, nadando entre la consciencia y la inconsciencia. Al igual que todos los demás, en su semblante había restos de pintura blanca, aunque esta se había oscurecido debido a la suciedad y la sangre que tiznaban su piel. Entonces su mirada descendió hasta su abdomen, donde una herida bastante escandalosa asomaba por debajo de su peto de cuero endurecido. Realmente le sorprendía que continuara con vida, aunque era evidente que no le faltaba mucho para reunirse con los dioses.

Revna volvió a ladrar, cada vez más nerviosa.

Sus ladridos parecieron surtir alguna especie de efecto en la misteriosa mujer, que se removió en el suelo entre continuos jadeos. Su cabeza, ligeramente inclinada hacia la derecha, se volteó hacia el lado contrario y sus ojos se entreabrieron, revelando unos iris oscuros y profundos. Contempló al hombre con confusión, mirando sin ver... Hasta que de sus labios brotó una única palabra. Un nombre.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now