Ahora podía entender la larga charla, la ceremonia de adopción y las instrucciones que había dejado para él. Entendió porque debía irse al campamento y entrenar con el tío Travis para poder salir en misiones con él. Su padre quería que estuviera preparado para ese momento. No se trataba de una venganza en base al rencor y la amargura, no, como diría su abuelo, esa clase de venganza solo se trata de saciar los apetitos más bajos de perversidad. Esta venganza se trataba de cortar y romper con su pasado y que no lo persiguiera nunca más.

Toc, toc.

Sabía que no se trataba ni de Atenea, ni de Anfitrite su abuela. Las formas de una realidad diferente se le atragantaban, no era como la libertad que sentía al vivir con los abuelos en una realidad mortal, podía ser espontaneo, se sentía un tanto abrumado de tanta atención. Le atendían hasta para ir al baño, tanto que lo avergonzaban.

—Veo que estas despierto —sabía quién era, se veía tan distinto a las formas humanas de las que estaba acostumbrado, pero no era desagradable a la vista, sin duda tenía el porte de un príncipe.

—Acabo de despertar... —Eskol se puso de pie aun sintiendo la debilidad en sus piernas y en los movimientos de su cuerpo. Hizo una reverencia, pero sintió la mano de Tritón sobre él para evitarlo.

—Yo soy... —Eskol levantó la cabeza, simplemente no podía evitarlo, era casi un hábito anticiparse a lo que la gente creía que ignoraba, pero solo para las cosas triviales, para lo demás siempre había atesorado el consejo de su padre.

—Mi tío, Tritón —ya había escuchado en estos días sobre las habilidades de Eskol y de cómo maquillaba siempre su sapiencia con candidez, pero sabía que no siempre podía con eso.

—Veo que lo que dicen de ti es verdad —Eskol le dio una mirada un tanto severa.

—¿Qué es eso? —no pensaba que alguien podría hablar mal de él, pero tenía curiosidad lo que podían llegar a decir.

—Que sabes mucho más de lo que dejas ver —la forma en cómo lo dijo toco su corazón, sabía que Tritón sabía que él sabía sobre su padre. La mirada si lo gritó a la cara, pero no dijo nada más. Eskol no dijo nada, aunque lo intentó y se ahogó en el camino de decir algo. —Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo, sino ¿para qué sirven los tíos? —Eskol asintió mientras tomaba asiento en la cama.

—Mi padre me enseñó a no enseñar todas las cartas —sabía que eran las palabras de Percy, siempre había sido un subestimado y de hecho creo que disfrutaba que la gente pensara menos de él para salir con una genialidad vestida de estupidez. No podía negar que era hijo de su padre.

—Te enseño bien —Eskol sentía que el nudo se le atragantaba en la garganta, esa parte no la podía controlar, pero si podía controlar las lágrimas, las demás sensaciones de quebrarse emocionalmente eso era mucho, mucho más difícil. —Dejame darte un consejo —se le acercó ligeramente para hablarle al oído. —Debes dejar salir eso que estas guardando, no conmigo, pero sí con alguien, alguien que pueda abrazarte y decirte que todo estará bien —tragó amargamente, sintió que el bloque de concreto que estaba construyendo con cada lágrima que no dejaba salir se desmoronaba, pero no podía dejarse vencer, no podía ser débil, no podía, no después de que su padre había tomado su lugar. Su rostro se endureció, eso no hizo nada feliz a Tritón que esperaba que el niño dejara salir de una vez por todas eso que se le estaba anudando en el corazón. No sabía si los otros dioses se habían percatado que él era consciente de que Percy se había ido.

—No necesito decirle nada a nadie —Tritón trató de darle su mejor sonrisa, pero fue dolorosa, el niño era demasiado testarudo para su propio bien y el dolor que estaba acumulando iba a ser un gran problema cuando por fin se desatara.

Algunas cosas toman tiempoWhere stories live. Discover now