Mi madre no mostró un apique de arrepentimiento, miraba el cadáver como si no fuera nada más que otra rama hundida en la tierra que se nos fue confiada. Me dio cierto temor, ver a mi madre de esa manera y no a la amorosa que también daría todo por su gente, ahora la sacrifica por mí, acción de la cual no estoy de acuerdo.

—Mamá... —murmuré, mis ojos abiertos sin poder creerlo... ella ha cometido traición.

—Te protegeré... —clavó la daga en el pecho de la joven—. A toda costa, Evangelina, porque tú eres especial... —sus ojos brillantes a causa de la noche se centraron en mí.

.

Desperté de aquel sueños, de ese pasado que mi madre y yo tanto habíamos guardado, abrí mis ojos despacio, mientras mis músculos se tensaban y mi frente no dejaba de sudar, aunque haya aire acondicionado, mi cuerpo se sintió bastante ligero, a pesar de estar experimentando esta opresión y pesadez, seguro anteriormente el dolor me hizo perder el conocimiento, me relamo los labios al sentirlos exageradamente resecos, un toque frío y mojado me hizo girar con abrupto e intentar dar un golpe certero, ignorando las advertencias de mi herida, la misma que tortura mi piel y terminaciones nerviosas. Dakota es quien detiene mi puño antes de llegar a su cara, me relajo y vuelo a acostarme boca abajo. Ya no tengo fuerzas... escuché pasos afuera, en consecuencia, volví a levantarme, sin embargo no llegué lejos, pues Dakota me llevó a la cama y me explicó que Hazel es quien está en la sala, haciendo guardia.

—La flecha está bastante profunda, Evangeline, es mejor que llamemos a la doctora de la manada, no deja de brotar sangre, a pesar de que la he limpiado toda la noche. —en la expresión de Dakota cruzó la preocupación, noté como apretó el paño lleno de mi sangre.

—Sal de aquí, yo lo resolveré. —murmuré con dificultad.

—No, no puedes ni hablar firme. Estás muy mal. —la preocupación en sus ojos azules creció—. Estabas delirando hace un rato. —mencionó preocupada. —Tu madre, la llamaste mientras llorabas...

Mi cuerpo se tensó.

—Vete...

—Evangeline. —Insiste. Intenta tocar mi mano, pero la aparto.

—Lárgate, ni siquiera sé porque la Alfare las envió a seguirme, detesto que me traten como si aún fuera una niña que necesita niñeras. —gruñí por el dolor, la flecha está comiendo toda mi energía, me inmoviliza de tener poder, evitando que use ese algo a mi favor...

—Perdón... —la miré, ¿por qué se disculpa?—. No estuvo bien, lo sé, pero mi madre se preocupa por ti, ella... se culpa siempre por haberte dejado, no fue porque quiso, sino que... ella solo...

La interrumpí.

—Quería proteger a la manada —sonreí con amargura.

¿Y yo qué...? perdí a mi madre, se me revocó mi título como futura Alfare, dejé mi vida con ellas, porque cuando llegué con lágrimas en mis ojos después de ver como mi madre sacrificaba su vida, lo único que recibí fue rechazo y un "vete a tu suerte", se me dio en sacrificio para salvar a muchos otros, suena muy cruel... y lo es.

—Déjate ayudar... —sus palabras suenan genuinamente sinceras.

Sentí su mano posarse en mi espalda, y posterior un agudo dolor me hizo chillar, cuando intentó sacar la flecha, en consecuencia, esta se adentró aún más en mi carne, como si vida propia tuviese. A pesar de eso, Dakota logró que subiera un centímetro más, eso me ocasionó un dolor agudo.

Un grito voraz de dolor salió de mí, en el segundo intento, mordí las sábanas y ella volvió a jalarla más fuerte, fue tortuoso sentir como ese filo salía lento, y desgarraba todo a su paso, pero al final salió, y la sangre cubrió mi marca de Wolgonter, la cual... aun brilla, con una intensidad cegadora. Después de mucho dolor, la flecha abandonó mi espalda y pude respirar.

The  Hunter of Demons © HDM#2 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora