—No sabes de lo que estás hablando, su nombre es Eskol el hijo de tu esposo —Apolo se sentía culpable del destino del niño porque no hizo nada, literalmente había ido para para evitar que Percy hiciera algo a Artemisa.

—Era, porque para esta hora su verdadero padre debe haberlo degollado en algún ritual —las palabras y la frialdad que Artemisa usaba le daba escalofrío y por un momento no se preocupo más por el destino de ella, tendría que aprender su lección.

—No puedo creer que te arriesgues a perder todo por un niño inocente que no hizo más que tomar a Percy por padre —esas palabras tocaron un poco a Artemisa, pero no podía dejar pasar la humillación de lo que Percy y Travis habían hecho a la caza.

—Percy se burlo de nosotras todo este tiempo y solo estaba criando a un hijo del que yo no tenía conocimiento solo para hacerme ver como una estúpida —sabía que también tendría que pagar por apuñalar a Travis por la espalda, pero estaba preparada para ello, había vengado a las cazadoras era lo que importaba.

En la mente de Artemisa se repetía una y otra y otra vez la imagen de Percy en un estado de exaltación y sentido de protección sin igual cuando se trataba de su hijo. Tuvo miedo, por un momento de lo que podría hacer por cómo habían ido las cosas, pero a juicio de Artemisa se merecía lo que le había sucedido. Cuando estaba por despedir a sus cazadoras para que fueran a sus tiendas y que Apolo pudiera atenderlas sintió pavor. Atenea estaba de pie en medio del campamento caminando de un lado para otro. Para ese momento la caja que le había dado Hefesto ya estaba vacía y ella solo estaba esperando que las cazadoras llegaran, sabía que les iba a tomar un momento legar porque primero tendrían que pasar a buscar a las cazadoras caídas.

—Tuviste muchas oportunidades para detener esto, Artemisa —Artemisa intentó pasar de largo de donde estaba rumbo a su tienda al final como cabecera de la formación de tiendas. Atenea la tomó del brazo con la furia en sus ojos.

—Atenea no estoy de humor para tus peroratas —la voz de Artemisa era de aburrimiento.

—Artemisa, esta es la única forma en la que aprenderás —luego de ello apretó el activador que tenía en mano. —Ese niño solo quería una familia, gente a la que amar y que le amen —trato de buscar una señal de arrepentimiento.

—Ya estoy harta de esto —le respondió Artemisa soltándose del agarre de Atenea y le hizo una seña a sus cazadoras para que cada una fuer a su tienda.

—Empieza a pagar por lo que hiciste... —Atenea llevaba la cuenta en su mente, 3, 2, 1.

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Sabía que debía tomarse su tiempo para esto, se encargaría que fuera doloroso y se aseguraría de que su grupo de niñas lo viera sin que pudieran hacer nada para solucionarlo. Pero no ahora mismo, primero debía pensar en BlackJack y luego pensar en como iba a salvar a su hijo, no iba a permitir que ese maldito lo dañara, haría lo que fuera para que estuviera a salvo. No quería ni pensar en como iba a decirle a su madre y a Paul lo que acababa de pasar y de cómo no podía ni siquiera asegurarles que iba a estar bien. Le sangraba el corazón.

Trató de llamar a BlackJack en su mente a través del enlace, era en vano, no había respuesta. Sabía que un arponazo de ese tipo podría matar a cualquier animal y los pegasos no eran precisamente seres que no pudieran sufrir daños. En su mente todo era dolor, por Eskol, por BlackJack y por Travis que había sido cobardemente atravesado por Artemisa solo para perjudicarlo con la posible muerte de Katie al caer de BlackJack. Finalmente lo vio y no fue feliz al ver el estado de su fiel amigo, se había quedado atrapado entre dos arboles y seguramente tendría múltiples laceraciones.

—Amigo mío, cuanto lo siento —el caballo relinchó y no sentía que tuviera fuerzas para comunicarse con él. No era especialista en esto, pero detestaba siquiera pensar en que podría ser sacrificado por el estado en el que estaba. Convocó una gran masa de agua para envolverlo y usar su fuerza de las profundidades del mar para curar las laceraciones más superficiales, necesitaría de su padre y las náyades para poder atenderlo.

Algunas cosas toman tiempoWhere stories live. Discover now